Por Federico Diego van Mameren
10 Agosto 2015
José Alperovich empezó a despedirse. Cosechó mucho más de lo que esperaba. Tenía el objetivo de llegar al 50% y pasó esa marca. Se sabía ganador de las PASO, pero la apuesta era que no había 23 sin 9 de agosto. Si sacaba menos del 50% ni un psicólogo sacaría al oficialismo de la depresión. Si superaba esa cifra, la algarabía le duraría al menos 14 días.
No dio un tranco de ventaja en ningún departamento. El resultado más peleado fue en Yerba Buena y no en Capital, que venía siendo el bastión opositor. Pero, además se quedó con Simoca y con Chicligasta (Concepción), otras dos circunscripciones en las que el canismo se sentía fuerte.
La oposición se mareó. José Cano no apareció. La radical Silvia Elías de Pérez terminó poniendo la cara junto con los candidatos más criticados del PRO, Pablo Walter y Facundo Garretón. También brillaron por su ausencia Domingo Amaya y Germán Alfaro y así quedó claro que la Capital no tiene dueño.
La estrategia opositora era demostrar que no existía esta elección. Algo verdaderamente imposible, máxime cuando Cano siempre dio batalla, hasta el punto de que llegó a renunciar a la banca de senador hace dos años y ahora le ordenaron esconderse. El 23 se enterará si fue un error.
Las PASO dejaron un oficialismo que se presenta como un equipo envalentonado y una oposición que demostró no ser un equipo unido. Se dividieron la responsabilidad de la fiscalización de los comicios y terminó siendo una irresponsabilidad que dejó escuelas del Gran San Miguel sin fiscales. Los radicales se fueron a dormir acusando al PRO de no entender nada del control de comicios; y Walter sintió que algunos no trabajaron.
Los ciudadanos, finalmente, dejaron el mensaje de que aún no se decidieron. Le dieron el sí a Daniel Scioli y a Mauricio Macri, pero como no están convencidos hicieron subir al podio a Sergio Massa. El elector sentenció: “trabajen por 8 puntos”. Si el heredero K los consigue no habrá ballotage. Si Cambiemos logra mantener la alianza y suma esos guarismos ganaría o forzaría la segunda vuelta. Pero si a los ocho puntos los consigue el peronista que dejó a los K, puede entrar en la pulseada final.
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