21 Agosto 2015
MÁS TRANQUILOS, MÁS SEGUROS. Los senderistas no se cruzarán con los ciclistas arriba del cerro. LA GACETA / Foto de Franco Vera (Archivo)
Cada semana unos 2.000 bikers suben a la Reserva Experimental Horco Molle (REHM) para disfrutar de la naturaleza. Sin embargo, la erosión que provocan con el uso de las bicicletas lleva entre tres y 10 años revertir según la profundidad de cada cárcava. Es por eso que la REHM junto con un grupo de bikers se unieron para buscar una salida sustentable que permita a los usuarios seguir practicando este deporte sin afectar al medio ambiente. Después de un año de trabajo en conjunto lograron crear un diseño de circuitos tanto para las bicicletas como para los caminantes. Ahora los bikers deben usar las nuevas sendas si quieren seguir disfrutando del paraíso verde que les espera a sólo seis kilómetros de la ciudad. Pero la tarea de concientización no ha sido fácil. Al ingresar a la Reserva ya hay un cartel que indica: “a 1.300 metros, ingreso para bikers”. Y una vez que se ha ingresado al sendero, hay cartelería que indica cuáles son los circuitos para bicis. Sin embargo, fuentes de la Reserva afirman que ya hubo que reemplazar por lo menos un par de veces la cartelería, que había sido arrancada en actos de vandalismo, y que hasta tuvieron que intervenir guardaparques para que los ciclistas respeten los senderos demarcados.
La Reserva de Horco Molle es un área protegida de 200 hectáreas. Sólo el 10% es utilizado como jardín botánico y el resto es usado por los bikers que han hecho de Tucumán la capital del mountain bike, por las posibilidades que brinda el cerro. El director de la Reserva, Juan Pablo Juliá, destaca que este espacio fue cedido en 1986 a la Universidad Nacional de Tucumán (y está a cargo de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo) bajo el compromiso de su uso sustentable. “Es por eso que nos planteamos un reordenamiento del uso público de las sendas de trekking o senderismo y mountain bike”, explicó Juliá.
Suelo con heridas
Pablo Zelaya Huerta, deportista y colaborador de la reserva, es quien diseñó en una comisión de siete referentes el nuevo circuito. “Los senderos no tenían una lógica. No había un orden y la erosión hacía que estos caminos tuvieran poca durabilidad. Con 8.000 bikers al año transitando por aquí es imposible no producir daño al suelo”, razona este defensor acérrimo de la naturaleza. Sentado en uno de los merenderos del cerro, bajo un sol tibio, Zelaya Huerta explicó a LA GACETA que en la zona más húmeda las bicicletas provocan “heridas” en el terreno donde el agua queda estancada y no vuelve a crecer nada durante mucho tiempo.
“Las cárcavas o socavamientos que se producen en el suelo a causa del paso de las bicis tienen distintas profundidades. El mismo biker cuando se las encuentra no pasa por arriba sino que hace otro al lado del anterior. Así, en cinco meses, tenemos 10 senderos en el mismo sentido, es decir, una calle en medio del bosque”, grafica Zelaya Huerta. Para revertir este proceso de erosión en las zonas de mayor humedad los cuidadores de la reserva colocan troncos, que hacen una suerte de “deck” de madera, para evitar la sobrecarga del suelo a la vez que se eleva entre 10 y 15 centímetros, explica. Entonces, para preservar el suelo quedaron delimitadas dos zonas bien definidas: una para senderismo y otra para bicicletas. No sólo habrá menos daño ecológico sino que además será más seguro para evitar accidentes. Ahora, apenas llegan a la reserva, los bikers se encuentran con un mapa con las sendas para circular. Los que hagan trekking o caminatas deben utilizar el jardín botánico. El circuito para senderismo tiene cuatro kilómetros de extensión. Cabe aclarar que Tucumán es una provincia privilegiada para el senderismo por su posibilidad de vincular las travesías y por la amplitud del terreno.
“El objetivo fue dar un ordenamiento, una dirección y evitar mayor erosión del terreno. Si los senderos corren en el mismo sentido se logra un tiempo más sostenido. Se tratará de dar un sentido lógico a estos circuitos, que se irán cambiando y rotando una vez al año para evitar aburrimiento entre los usuarios. Hemos buscado que los lugares sean realmente accesibles para el circuito y que se vinculen a los que ya están, pero todo con un sentido lógico y una dirección”, remarca el deportista.
Mientras se rediseñaban los circuitos, se hizo un plan de recuperación de los senderos. “Primero se vincula un sendero paralelo a la cárcava, se bloquea el anterior y se le hace una reforestación para que absorba el agua. Luego se carga con piedras y troncos la zanja”, detalló. El segundo paso fue la colocación de señalización.
Avistaje de aves
La Reserva Ecológica también ofrece a los turistas avistaje de aves. “Tenemos guías que pueden asesorar, hacer el recorrido desde la reserva de San Javier hasta los valles. Además, contamos con una guía fotográfica de las 100 aves más características de Sierras de San Javier”, agrega Juliá. “La reserva de la UNT es una expropiación con mandato y el mandato es que sea un área protegida. Por eso no puede quedar al libre albedrío de la gente porque está generando un impacto en el medio ambiente”, dejó en claro Juliá. “Desde la Reserva entendemos que los usuarios, como amantes de la naturaleza, buscan una experiencia positiva y también quieren ayudar a conservarla. Por eso tratamos de facilitar su uso, de manera sustentable y ordenada”.
La Reserva de Horco Molle es un área protegida de 200 hectáreas. Sólo el 10% es utilizado como jardín botánico y el resto es usado por los bikers que han hecho de Tucumán la capital del mountain bike, por las posibilidades que brinda el cerro. El director de la Reserva, Juan Pablo Juliá, destaca que este espacio fue cedido en 1986 a la Universidad Nacional de Tucumán (y está a cargo de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo) bajo el compromiso de su uso sustentable. “Es por eso que nos planteamos un reordenamiento del uso público de las sendas de trekking o senderismo y mountain bike”, explicó Juliá.
Suelo con heridas
Pablo Zelaya Huerta, deportista y colaborador de la reserva, es quien diseñó en una comisión de siete referentes el nuevo circuito. “Los senderos no tenían una lógica. No había un orden y la erosión hacía que estos caminos tuvieran poca durabilidad. Con 8.000 bikers al año transitando por aquí es imposible no producir daño al suelo”, razona este defensor acérrimo de la naturaleza. Sentado en uno de los merenderos del cerro, bajo un sol tibio, Zelaya Huerta explicó a LA GACETA que en la zona más húmeda las bicicletas provocan “heridas” en el terreno donde el agua queda estancada y no vuelve a crecer nada durante mucho tiempo.
“Las cárcavas o socavamientos que se producen en el suelo a causa del paso de las bicis tienen distintas profundidades. El mismo biker cuando se las encuentra no pasa por arriba sino que hace otro al lado del anterior. Así, en cinco meses, tenemos 10 senderos en el mismo sentido, es decir, una calle en medio del bosque”, grafica Zelaya Huerta. Para revertir este proceso de erosión en las zonas de mayor humedad los cuidadores de la reserva colocan troncos, que hacen una suerte de “deck” de madera, para evitar la sobrecarga del suelo a la vez que se eleva entre 10 y 15 centímetros, explica. Entonces, para preservar el suelo quedaron delimitadas dos zonas bien definidas: una para senderismo y otra para bicicletas. No sólo habrá menos daño ecológico sino que además será más seguro para evitar accidentes. Ahora, apenas llegan a la reserva, los bikers se encuentran con un mapa con las sendas para circular. Los que hagan trekking o caminatas deben utilizar el jardín botánico. El circuito para senderismo tiene cuatro kilómetros de extensión. Cabe aclarar que Tucumán es una provincia privilegiada para el senderismo por su posibilidad de vincular las travesías y por la amplitud del terreno.
“El objetivo fue dar un ordenamiento, una dirección y evitar mayor erosión del terreno. Si los senderos corren en el mismo sentido se logra un tiempo más sostenido. Se tratará de dar un sentido lógico a estos circuitos, que se irán cambiando y rotando una vez al año para evitar aburrimiento entre los usuarios. Hemos buscado que los lugares sean realmente accesibles para el circuito y que se vinculen a los que ya están, pero todo con un sentido lógico y una dirección”, remarca el deportista.
Mientras se rediseñaban los circuitos, se hizo un plan de recuperación de los senderos. “Primero se vincula un sendero paralelo a la cárcava, se bloquea el anterior y se le hace una reforestación para que absorba el agua. Luego se carga con piedras y troncos la zanja”, detalló. El segundo paso fue la colocación de señalización.
Avistaje de aves
La Reserva Ecológica también ofrece a los turistas avistaje de aves. “Tenemos guías que pueden asesorar, hacer el recorrido desde la reserva de San Javier hasta los valles. Además, contamos con una guía fotográfica de las 100 aves más características de Sierras de San Javier”, agrega Juliá. “La reserva de la UNT es una expropiación con mandato y el mandato es que sea un área protegida. Por eso no puede quedar al libre albedrío de la gente porque está generando un impacto en el medio ambiente”, dejó en claro Juliá. “Desde la Reserva entendemos que los usuarios, como amantes de la naturaleza, buscan una experiencia positiva y también quieren ayudar a conservarla. Por eso tratamos de facilitar su uso, de manera sustentable y ordenada”.
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