Por Alejandro Klappenbach
21 Septiembre 2015
LO DIO TODO. Federico Delbonis jugó el último punto argentino. Y aunque el capitán Orsanic lo arengó, no pudo vencer. dyn
Fue una serie de semifinales de Copa Davis, un tanto atípica. Sin grandes luminarias. Sin superestrellas. Apenas un top30 entre los ocho jugadores que conformaron ambos planteles. Así las cosas, para esta humilde Argentina, Bélgica podía ser una gran oportunidad. Y lo fue, aunque se haya perdido.
Con el 2-1 del score, el domingo planteaba la necesidad de buscar en los dos puntos, ganar el que faltaba. De entrada Diego Schwartzman (reemplazó a Leonardo Mayer, agotado) sólo fue oposición para David Goffin durante un ratito. Desde el 3-3 del primer set, se jugaron 18 games y el belga ganó 15. La estadística resulta inapelable hasta para el mejor abogado. El final, 6-3, 6-2 y 6-1 grafica en medida exacta lo que ocurrió en la cancha: uno hizo lo que quiso con el otro en cada rincón de la cancha, en cada faceta del juego.
Partido final
La definición del finalista para enfrentar a Gran Bretaña quedaba arrinconada en el quinto punto. Por Argentina, Federico Delbonis. Por Bélgica, un cansado Steve Darcis. Las derrotas de viernes y sábado con un acumulado de más de ocho horas en la cancha, no fueron impedimento para que el capitán local dispusiera de su mejor opción para definir la serie. Y el hombre cumplió.
En contexto parejo, el local siempre fue el primero en adelantarse en los números ante un rival que volvió a jugar un buen partido, que luchó y peleó, pero que, no hay dudas, tiene características que lo limitan para moverse en canchas rápidas. Fue un cerrado 6-4, 2-6, 7-5 y 7-6 que clasificó al equipo local a la primera final de su historia.
Del lado argentino hubo caras largas, gestos de tristeza pero ningún reproche. Pasada ya la abundancia de los tiempos de la “legión” y con Juan Martín del Potro fuera por sus conocidos inconvenientes, un equipo sin superestrellas, un equipo “muy equipo” hizo todo lo que pudo, bastante más de lo que la gran mayoría hubiese imaginado.
Con el 2-1 del score, el domingo planteaba la necesidad de buscar en los dos puntos, ganar el que faltaba. De entrada Diego Schwartzman (reemplazó a Leonardo Mayer, agotado) sólo fue oposición para David Goffin durante un ratito. Desde el 3-3 del primer set, se jugaron 18 games y el belga ganó 15. La estadística resulta inapelable hasta para el mejor abogado. El final, 6-3, 6-2 y 6-1 grafica en medida exacta lo que ocurrió en la cancha: uno hizo lo que quiso con el otro en cada rincón de la cancha, en cada faceta del juego.
Partido final
La definición del finalista para enfrentar a Gran Bretaña quedaba arrinconada en el quinto punto. Por Argentina, Federico Delbonis. Por Bélgica, un cansado Steve Darcis. Las derrotas de viernes y sábado con un acumulado de más de ocho horas en la cancha, no fueron impedimento para que el capitán local dispusiera de su mejor opción para definir la serie. Y el hombre cumplió.
En contexto parejo, el local siempre fue el primero en adelantarse en los números ante un rival que volvió a jugar un buen partido, que luchó y peleó, pero que, no hay dudas, tiene características que lo limitan para moverse en canchas rápidas. Fue un cerrado 6-4, 2-6, 7-5 y 7-6 que clasificó al equipo local a la primera final de su historia.
Del lado argentino hubo caras largas, gestos de tristeza pero ningún reproche. Pasada ya la abundancia de los tiempos de la “legión” y con Juan Martín del Potro fuera por sus conocidos inconvenientes, un equipo sin superestrellas, un equipo “muy equipo” hizo todo lo que pudo, bastante más de lo que la gran mayoría hubiese imaginado.