16 Octubre 2015
Ordenan una nueva autopsia al cuerpo del motociclista atacado por varios perros, en Monteros
La esposa del hombre que murió por las mordidas denunció al dueño de una ladrillera porque cree que es el dueño de los animales. El acusado rechazó la versión y adujo que los canes que hay en la zona son callejeros. Marta Díaz aseguró que su marido debía haber ido a buscar trabajo.
BARRIO IBATÍN. Perros callejeros deambulan por esta zona de Monteros.
CONCEPCIÓN.- Los perros callejeros son un problema en los alrededores de Monteros, pero hay dudas de que estos hayan sido los que atacaron, hasta provocarle la muerte, al motociclista Héctor Ricardo Toledo (59 años), de Los Sosa. La esposa de la víctima, Marta Díaz, denunció que en realidad su esposo fue embestido por enormes perros de raza que cuidaban una cortada de ladrillo de propiedad de Manuel Orellana. Hasta ahí la víctima habría ido en busca de trabajo.
“El ya lo conocía al dueño que, hace poco, le ofreció instalarse ahí como casero. Y varias veces me habló de los perros enormes que tenía el hombre. Yo le decía: no andés por esos lugares que te van a comer”, recordó la mujer. Nunca imaginó que su premonición llegaría a hacerse realidad.
El ladrillero, sin embargo, rechazó la acusación de Díaz e insistió en que se trata de perros que deambulan en la zona buscando alimentos. El ataque de los canes se produjo en la mañana del martes cuando Toledo, según la Policía, transitaba en una motocicleta por la última cuadra de la calle Italia, en el barrio Ibatín, ubicado tres kilómetros al este del microcentro de Monteros. Ahí vive en una zona rural, y sin vecinos cercanos, Orellana, junto a su esposa, María Aída Ávila.
La versión que brindó un alto oficial de la Regional Oeste, y ratificada por el ladrillero, aseguró que a Toledo lo mordieron varios perros callejeros. En esa circunstancia se vio obligado a detener su marcha para defenderse del ataque y terminó siendo derribado por la furiosa jauría. El motociclista terminó gravemente herido y falleció a la tarde en el hospital Centro de Salud.
La Policía había informado que ahí había un criadero de cerdos, pero en realidad funciona la cortada de ladrillos de Orellana. “En la casa no había nadie y cerca de las 11 regresé desde Concepción en el auto de mi yerno. Afuera encontré una moto estacionada y enseguida escuché cerca unos quejidos. Era de un hombre que estaba ensangrentado entre unos yuyales”, contó María Aída. “El pobre estaba muy mal y enseguida, en el mismo vehículo que llegué, lo trasladé al hospital de Monteros. Después nos enteramos en casa de su muerte”, agregó la mujer. “No había perros cerca”, recordó.
Orellana, amable y tranquilo, también habló con LA GACETA. “Aquí tenemos tres perros, pero no son salvajes. Los adoptamos de la calle y son criollos, chicos. Se quedaron porque les damos de comer. Así hay muchos que la gente los deja por esta zona y ahí andan deambulando. A veces les tiramos desperdicios”, contó. El dueño de la cortada conjeturó que los perros que atacaron a Toledo serían los mismos que rodeaban a una perra de su propiedad, que estaba en celo.
“Debe haber andado perdido, porque no hay razón de su presencia por estos lugares”, apuntó en relación a la víctima, a quien dijo que no conocía. Ayer en la casa de los Orellana no se observó ningún perro, pero sí en las calles del barrio.
“Perros salvajes”
Marta, quien vive a la orilla de la ruta 344 y tiene una despensa, relató que su esposo el martes salió a las 9.30 a pagar la cuota de un servicio fúnebre. “Hasta las 21.30 no sabía lo que había pasado con él y salí a buscarlo. La Policía, pese a que Héctor andaba con documentos, no nos comunicó nada. En la comisaría de Maldonado me mandaron a Monteros. Ahí me enteré de que estaba muerto”, agregó.
La mujer recordó que cuando le dijeron que a su marido lo habían matado unos perros ella no entendió nada. “Recién me di cuenta de lo cruel de su muerte cuando vi su cuerpo. En los brazos se le veían los huesos. Y la cara la tenía destrozada. Eso no hace un animal callejero”, observó.
“Él me había comentado varias veces de Orellana. De que quería que sea casero en la cortada. Y me refirió de los enormes perros que tenía”, añadió. “Cuando yo le advertía de lo peligroso que podían ser esos animales, él me contestaba: ‘¡qué me van a comer!’”, contó.
“Seguro que se fue a ver el trabajo, ya que estaba sin ocupación desde que lo cesantearon en la comuna hace dos años. No hay otra explicación”, indicó. Marta, que tiene tres hijos adultos, formalizó una denuncia contra Orellana, al que señala como dueño de los perros que asesinaron a su esposo, y solicitó una nueva autopsia del cuerpo de su marido.
“La primera no decía nada de las lesiones. Se tiene que determinar, por ejemplo, las características de las dentelladas de los animales. Si fueron realmente domésticos, como se dice, o de otros de caza o salvajes”, apuntó la mujer. “Todo indica que Héctor se detuvo frente a los Orellana para hablar con Manuel o Tati, como le decían. Y al no haber nadie, salieron los perros a atacarlo”, conjeturó.
En el caso interviene el fiscal de Instrucción del Centro Judicial Monteros, Jorge Carrasco, quien dispuso una nueva autopsia al cuerpo de Toledo.
“El ya lo conocía al dueño que, hace poco, le ofreció instalarse ahí como casero. Y varias veces me habló de los perros enormes que tenía el hombre. Yo le decía: no andés por esos lugares que te van a comer”, recordó la mujer. Nunca imaginó que su premonición llegaría a hacerse realidad.
El ladrillero, sin embargo, rechazó la acusación de Díaz e insistió en que se trata de perros que deambulan en la zona buscando alimentos. El ataque de los canes se produjo en la mañana del martes cuando Toledo, según la Policía, transitaba en una motocicleta por la última cuadra de la calle Italia, en el barrio Ibatín, ubicado tres kilómetros al este del microcentro de Monteros. Ahí vive en una zona rural, y sin vecinos cercanos, Orellana, junto a su esposa, María Aída Ávila.
La versión que brindó un alto oficial de la Regional Oeste, y ratificada por el ladrillero, aseguró que a Toledo lo mordieron varios perros callejeros. En esa circunstancia se vio obligado a detener su marcha para defenderse del ataque y terminó siendo derribado por la furiosa jauría. El motociclista terminó gravemente herido y falleció a la tarde en el hospital Centro de Salud.
La Policía había informado que ahí había un criadero de cerdos, pero en realidad funciona la cortada de ladrillos de Orellana. “En la casa no había nadie y cerca de las 11 regresé desde Concepción en el auto de mi yerno. Afuera encontré una moto estacionada y enseguida escuché cerca unos quejidos. Era de un hombre que estaba ensangrentado entre unos yuyales”, contó María Aída. “El pobre estaba muy mal y enseguida, en el mismo vehículo que llegué, lo trasladé al hospital de Monteros. Después nos enteramos en casa de su muerte”, agregó la mujer. “No había perros cerca”, recordó.
Orellana, amable y tranquilo, también habló con LA GACETA. “Aquí tenemos tres perros, pero no son salvajes. Los adoptamos de la calle y son criollos, chicos. Se quedaron porque les damos de comer. Así hay muchos que la gente los deja por esta zona y ahí andan deambulando. A veces les tiramos desperdicios”, contó. El dueño de la cortada conjeturó que los perros que atacaron a Toledo serían los mismos que rodeaban a una perra de su propiedad, que estaba en celo.
“Debe haber andado perdido, porque no hay razón de su presencia por estos lugares”, apuntó en relación a la víctima, a quien dijo que no conocía. Ayer en la casa de los Orellana no se observó ningún perro, pero sí en las calles del barrio.
“Perros salvajes”
Marta, quien vive a la orilla de la ruta 344 y tiene una despensa, relató que su esposo el martes salió a las 9.30 a pagar la cuota de un servicio fúnebre. “Hasta las 21.30 no sabía lo que había pasado con él y salí a buscarlo. La Policía, pese a que Héctor andaba con documentos, no nos comunicó nada. En la comisaría de Maldonado me mandaron a Monteros. Ahí me enteré de que estaba muerto”, agregó.
La mujer recordó que cuando le dijeron que a su marido lo habían matado unos perros ella no entendió nada. “Recién me di cuenta de lo cruel de su muerte cuando vi su cuerpo. En los brazos se le veían los huesos. Y la cara la tenía destrozada. Eso no hace un animal callejero”, observó.
“Él me había comentado varias veces de Orellana. De que quería que sea casero en la cortada. Y me refirió de los enormes perros que tenía”, añadió. “Cuando yo le advertía de lo peligroso que podían ser esos animales, él me contestaba: ‘¡qué me van a comer!’”, contó.
“Seguro que se fue a ver el trabajo, ya que estaba sin ocupación desde que lo cesantearon en la comuna hace dos años. No hay otra explicación”, indicó. Marta, que tiene tres hijos adultos, formalizó una denuncia contra Orellana, al que señala como dueño de los perros que asesinaron a su esposo, y solicitó una nueva autopsia del cuerpo de su marido.
“La primera no decía nada de las lesiones. Se tiene que determinar, por ejemplo, las características de las dentelladas de los animales. Si fueron realmente domésticos, como se dice, o de otros de caza o salvajes”, apuntó la mujer. “Todo indica que Héctor se detuvo frente a los Orellana para hablar con Manuel o Tati, como le decían. Y al no haber nadie, salieron los perros a atacarlo”, conjeturó.
En el caso interviene el fiscal de Instrucción del Centro Judicial Monteros, Jorge Carrasco, quien dispuso una nueva autopsia al cuerpo de Toledo.
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