Los McDonald’s de China se convierten en refugio de vagabundos

Por Javier C. Hernández - The New York Times.

EN PEKÍN. Las personas sin hogar duermen en McDonald’s hasta 10 noches consecutivas. Lam Yik Fei for The New York Times EN PEKÍN. Las personas sin hogar duermen en McDonald’s hasta 10 noches consecutivas. Lam Yik Fei for The New York Times
17 Enero 2016
PEKÍN.- Despertó con el grito de la conserje de la mañana. “¡Ponte los zapatos!”, dijo. “¡Ponte los zapatos!” Y sacudió una silla. “¡Esta no es tu casa! ¡Siéntate!”

Ding Xinfeng abrió los ojos parpadeando. Todavía no amanecía, pero dentro del restaurante McDonald’s que opera las 24 horas en el centro de Pekín, más de una docena de personas sin hogar habían iniciado sus rutinas diarias.

Ding levantó la cabeza, revelando una mezcla de manchas de comida y lemas decorativos en la mesa frente a él. “Despierta cada mañana con la idea de que algo maravilloso está a punto de suceder”, decía uno.

Ding no sabía leer en inglés, pero dijo que le gustaba el calor de esta mesa, en este rincón, en la paz de McDonald’s, el lugar al que había llamado hogar durante varios años.

Cada noche en todo el este asiático, en ciudades importantes como Pekín, Hong Kong y Tokio, una clase invisible de personas -excluidas de las redes de refugios, desdeñadas por sus familias, dejadas a su suerte- recurren a un ícono del estilo de vida estadounidense en busca de un lugar caliente y seco donde dormir.

De día, los restaurantes McDonald’s son sede de fiestas de cumpleaños y clubes de lectura. De noche, cuando los pisos han sido trapeados por última vez y la música pop se apaga, se vuelven santuarios de los menesterosos, quienes se abalanzan sobre las hamburguesas a medio comer y las papas fritas correosas, y se acuestan en los preciados espacios para dormir en los acolchados gabinetes.

A menudo llamados McRefugiados, se desvanecen al amanecer, algunos peinándose con tenedores de plástico antes de escabullirse entre las masas.

“Mi familia ha mendigado por comida desde la dinastía Ming”, dijo Ding en una austera mañana de noviembre, mientras el viento aullaba afuera, y el McDonald’s empezaba a llenarse de escolares, vendedores de boniatos, retirados armados con piezas de ajedrez y policías de ojos enrojecidos encargados de patrullar las calles.

Ding había empezado a circular, pidiendo donaciones. “Soy la décimo novena generación”, continuó. “No habrá mendigos en China después de que yo muera”.

Un hombre le ofreció un periódico. Una mujer le dio 50 centavos. Una niña le extendió una papa frita. Ding regresó a su asiento, abrió el periódico, y empezó a estudiar los números de la lotería, buscando patrones.

Aunque otros restaurantes los expulsarían, McDonald’s generalmente recibe a los vagabundos como Ding, quienes han inundado la cadena conforme ha introducido los locales que atienden las 24 horas en Asia.

Lugares populares

McDonald’s ha pasado décadas cultivando una imagen de comunidad aquí, construyendo restaurantes brillantes y elegantes y ajustando los menús a los gustos locales. Muchos restaurantes se han convertido en instituciones vecinales, símbolos de estatus y limpieza, lugares populares para los grupos de estudio, las reuniones de negocios y las charlas ociosas.

“McDonald’s da la bienvenida a todos los que visitan nuestros restaurantes en cualquier momento”, dijo Regina Hui, vocera de McDonald’s en China. Cuán acogedor sean corresponde a cada dueño de la franquicia, dice la compañía. “Somos definitivamente un lugar acogedor, pero yo no le llamaría una política”, escribió en un correo electrónico Becca Hary, vocera en las oficinas centrales de la compañía en Oak Brook, Illinois.

Desde hace tiempo, la tensión en torno a cuándo se abusa de esa bienvenida ha sido un tema discusión para McDonald’s alrededor del mundo. En 2014, un McDonald’s en la Ciudad de Nueva York llamó a la policía para retirar a un grupo de comensales coreanos de edad avanzada que habían convertido al restaurante en un club social, destinándole más tiempo que dinero. Y un McDonald’s en Manchester, Inglaterra, fue criticado el año pasado por negarse a servir a un cliente que vestía ropa sucia, pensando que era un indigente.

En Hong Kong, Stevix Ho, gerente de un McDonald’s, dijo que había tenido que lidiar con una multitud de heroinómanos y personas que parecían tener enfermedades mentales graves.

“No podemos echarlos”, dijo. “Solo podemos pedirles que se vayan”. Muchas personas sin hogar dicen que tienen pocas opciones, dada una escasez de refugios y el estigma de dormir en la calle. En la China continental, el gobierno permite a las personas indigentes permanecer en los refugios un máximo de 10 días.

Además de la búsqueda diaria de alimento y el obligatorio pero humillante acto de mendigar, los residentes nocturnos de McDonald’s pasan apuros con las percepciones de que son flojos y deshonestos.

Miembros del personal del restaurante en ocasiones fruncen el ceño ante su comportamiento. “Pueden encontrar empleos. Simplemente son demasiado flojos para buscar”, dijo una empleada del McDonald’s de Pekín, la señora Chen, quien pidió ser identificada solo por su apellido porque no estaba autorizada para hablar con los medios noticiosos. “Están ahuyentando a los clientes porque huelen muy mal”, dijo.

Zhang Wei, de 56 años de edad y vendedora de verduras que había perdido los dientes, dijo que anhelaba una vida normal pero era relegada por su familia. “Cuán agradable sería poder cocinar y comer en tu propia casa”, dijo. “Podrías tener tus propios bollos y dormir en tu propia cama”.

La mayoría de los días, Ding deja el McDonald’s alrededor de las 8 de la mañana para revisar botes y contenedores de basura en callejones apartados en busca de fragmentos de cobre y acero, los cuales vende a un amigo por 80 centavos la pieza. Regresa a la hora de la cena, esperando que los clientes abandonen los restos de sus papas fritas y bebidas.

“Este es mi trabajo, esta es mi forma de vivir”, dijo. “No tengo salida. Vine al mundo desnudo, y me voy desnudo”, dijo. “No hay nada que pueda llevarme conmigo cuando muera”.

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