Quejas por la falta de fondos para un comedor en la Costanera

Las raciones enviadas por la Provincia se agotaron y los vecinos subsisten gracias a donaciones; arguyen que los expedientes son lentos.

COMEDOR. El objetivo es brindarles contención a los jóvenes. ARCHIVO COMEDOR. El objetivo es brindarles contención a los jóvenes. ARCHIVO
14 Julio 2016
“Un día antes de la vigilia del 9 de julio, cuando todos esperaban el Bicentenario con cenas, acá los chicos que fuman paco se quedaron sin comer porque desde el Gobierno no enviaron mercadería”, masculló con impotencia Isabel Pérez. Los integrantes del grupo barrial que asiste a adictos -depende del Ministerio de Desarrollo Social- reclamaron por la demora en el envío de alimentos para el comedor nocturno para jóvenes con problemas de adicciones en La Costanera.

El comedor comenzó a funcionar en abril por iniciativa del grupo Ganas de Vivir, nombre que eligieron una veintena de jóvenes que se recuperan del consumo de distintas drogas (es coordinado por psicólogos y trabajadores sociales). Entre las diferentes estrategias de trabajo decidieron hacer un aporte para dos problemas del barrio: el hambre y el paco. Los martes y jueves a la noche los jóvenes cocinan 80 raciones. El plato de comida les permite a los profesionales iniciar un vínculo para comenzar con un tratamiento.

El 7 de abril, en su primera jornada, Gabriel Ponce (parte de Ganas de Vivir), había subrayado que era fundamental que funcione de noche: “es cuando más hace falta. Por $ 10 venden un papel (dosis de paco). Acá se fuma ‘paco’ para no pasar hambre”. El comedor comenzó a funcionar por una donación de un ex voluntario de una ONG. El donativo se acabó en mayo; no hubo comida el primer martes de ese mes. Aún no se habían destrabado los insumos de la Dirección de Política Alimentaria provincial. Luego de una nota de LA GACETA, se hizo la primera entrega. Según explicaron los integrantes del dispositivo, la primera partida incluyó alimentos secos: 30 kilos de harina, 32 de arroz y 34 cajitas de salsa de tomate, entre otros. Habían solicitado un anafe industrial y garrafas para poder cocinar. Recibieron un anafe de cocina común, en el que no caben dos ollas de 40 o 60 litros, como las que usan. La primera partida alcanzó para cocinar siete veces durante mayo. No hubo una nueva entrega, según denunciaron. Los vecinos que cocinan explicaron que se pudo dar de comer gracias a las donaciones. Un terciario aportó platos y vasos de plástico. La mercadería es donada a cuentagotas.

Mientas dialogaba con este diario, Isabel Pérez movía las maderas para avivar el fuego donde hervían dos ollas. En el patio de la casa de Blanca Ledesma, referente de las Madres del Pañuelo Negro, Daniel Torres y Elsa Ledesma pusieron en las ollas varios kilos de fideos. El menú del martes fue guiso. Se cocina en la casa de Ledesma y se traslada la comida a la casa parroquial, que cede el espacio. Las ollas son prestadas.

A las 18, las gallinas treparon el alambrado para llegar a las ramas bajas de los árboles. El barro se enfría cuando anochece. “Los funcionarios nunca entenderán lo que significa un comedor. Ellos no conocen el hambre ni el frío”, soltó con bronca Pérez, con la leña crujiendo a su lado. La mujer explicó que la semana pasada cocinaron arroz con salsa, pero las raciones no alcanzaron. “Solemos usar 15 kilos, pero sólo teníamos siete. Comieron 40 chicos, y la mitad se quedó con hambre. Eso pasó con los adictos del Bicentenario en el barrio”, ironizó. “Algunos comen dos o tres veces, y las porciones son pulsudas porque los que están ‘piperos’ (el paco se fuma con pipa) andan mal comidos. Esta situación nos entristece, nos piden una personería jurídica para bajarnos alimentos frescos (carne y verduras). Pero no somos Madres de Plaza de Mayo. Somos parte de un equipo del mismo Ministerio de Desarrollo. Resulta que nos dijeron que el comedor lo mantenía el Ministerio y no nos dieron ni una olla”, protestó Pérez.

Torres probó el guiso y lo sacó del fuego. “En el barrio hay mucho consumo. Acá no conocemos casi de paritarias, pero lo que sí aumenta es la droga y el hambre”, explicó el joven. A las 19.30 llegaron los primeros comensales. En las calles y pasillos las motos zigzagueaban para esquivar los pozos de barro. “De noche y en invierno esto se pone triste: los chicos consumen para evadir el frío y el hambre”, describió. C. (un joven que consume) saludó con un beso. “Gracias a Dios que hay comida hoy”, dijo al aire. Se sentó a la mesa sin quitarse el limpia vidrios que colgaba del cuello de su remera.

Desde el Ministerio explicaron anoche que la reposición de mercadería se resolverá en los próximos días. Debido a que se trata de un comedor que se lleva adelante como tarea de abordaje a la problemática, es necesario trabajar con una organización con personería jurídica. Se agregó que la línea de trabajo con comedores y cocinas comunitarias forma parte de los puntales de la gestión en la cartera.

"Políticas Alimentarias coordina programas en toda la provincia, que incluyen a más de 5.000 familias. En el caso puntual de este dispositivo de la Secretaría de Adicciones, ya se realizó la evaluación del equipo técnico en torno al funcionamiento. Este dispositivo trabaja con ejes ambiciosos, para lograr empoderar a un grupo de jóvenes mediante la gestión del comedor y que a la vez permita abordar la problemática de otros jóvenes en situación de consumo. El compromiso del Ministerio con estos grupos de trabajo que se enfocan en la problemática es un hecho y a la brevedad este dispositivo funcionará como estaba previsto. Pronto se destinarán también los alimentos frescos, con la gestión de la personería jurídica de una organización", explicó la directora de Política Alimentaria, Carolina Nacher.

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