20 Agosto 2016
LA SEDE DE LA ALEGRÍA. A lo largo del día, miles de chicos corrieron, jugaron y aprendieron en este patio.
El bullicio se escuchaba desde más allá de la esquina, y como el sol primaveral de estos días se sumó a la partida, el “Recreo” que organizó el Ministerio de Educación para celebrar el Día del Niño fue una verdadera fiesta. Cerca de 4.000 chicos del nivel inicial y de primaria aceptaron la invitación y concurrieron ayer a la sede del Centro de Innovación e Investigación para el Desarrollo Educativo, Productivo y Tecnológico. (avenida José Ingenieros 264, cerquita de la terminal de ómnibus). Apenas se ingresaba, bajo techo y sobre el piso funcionaba un taller de artes plásticas; en uno de los rincones las chicas se animaban a hacer acrobacias en tela, mientras se iba montando un escenario.
Por el largo patio descubierto circulaban hadas y princesas, como Valentina, Malena, Ana y Paulina, todas de 7 años y de Tafí Viejo. La autora de sus atavíos, hechos con papel de diario, se llama Guadalupe y es una de las tantas talleristas de los CAI y los CAJ (Centros de Actividades Infantiles y Juveniles, respectivamente) que se pusieron al hombro el proyecto. Guadalupe y los chicos reciclaban para construir varitas mágicas, espadas, coronas, collares, anteojos gigantescos...
Se cumplían las consignas y se lograban los objetivos: “lo nuestro es la innovación educativa; la propuesta es, en primer lugar, que jueguen... ¡Es su día! Pero les proponemos alternativas para crear, desarrollar habilidades, encontrarse con otros chicos, aprender a cuidad el medio ambiente”. “Se trata de educar jugando”. “Preparamos esto durante más de dos meses y estamos felices, porque nuestras expectativas están más que cubiertas”. “Participaron todas las áreas del Ministerio, de uno u otro modo: por ejemplo, alumnos de las escuelas de formación profesional prepararon el refrigerio que recibieron los chicos”. Son algunas de las frases de los organizadores. No quisieron dar sus nombres; prefirieron destacar la labor del equipo. Y parecen haber acertado con creces, a juzgar por las palabras de Susana Cortés, directora de la Escuela Especial Niño Jesús: “la organización está buenísima, y nuestros alumnos vivieron una verdadera experiencia de integración. Pudieron participar de todas las actividades como cualquier otro chico; los animadores funcionaron de maravilla: fue una mañana maravillosa”.
Monstruos y robots
Al fondo de ese mismo patio, formando una larga hilera, un montón de caras sonrientes esperaban ser maquilladas para sacarse luego una selfie, o la foto “normal” con una bruja pelirroja, que en realidad se llama Nancy Muro. Para los amantes de los zombies la diversión no terminaba allí: en el piso de arriba estaba la Casa del Terror.
Unos pasos más adelante la tecnología tenía también su sede: los chicos jugaban con José Campos y Maximiliano Rato, que estaban a cargo del taller de robótica. Y en la sala inmediata, disfrutaban en las netbooks de los juegos diseñados especialmente por Ignacio Casares y Sebastián Rico. “Pueden colorear, armar rompecabezas, ejercitar la memoria...”, contó Ignacio. Y hasta podían hacer un paseo por el Sistema Solar, de la mano del “profe” Juan Carlos Márquez.
Imposible detallarlo todo; sí se puede contar que los chicos lo disfrutaron: títeres, juegos de puntería, fábrica de galletitas personalizadas, pesca con imanes... También se puede soñar con que esto no haya sido todo. Se puede. Quedó demostrado.
Por el largo patio descubierto circulaban hadas y princesas, como Valentina, Malena, Ana y Paulina, todas de 7 años y de Tafí Viejo. La autora de sus atavíos, hechos con papel de diario, se llama Guadalupe y es una de las tantas talleristas de los CAI y los CAJ (Centros de Actividades Infantiles y Juveniles, respectivamente) que se pusieron al hombro el proyecto. Guadalupe y los chicos reciclaban para construir varitas mágicas, espadas, coronas, collares, anteojos gigantescos...
Se cumplían las consignas y se lograban los objetivos: “lo nuestro es la innovación educativa; la propuesta es, en primer lugar, que jueguen... ¡Es su día! Pero les proponemos alternativas para crear, desarrollar habilidades, encontrarse con otros chicos, aprender a cuidad el medio ambiente”. “Se trata de educar jugando”. “Preparamos esto durante más de dos meses y estamos felices, porque nuestras expectativas están más que cubiertas”. “Participaron todas las áreas del Ministerio, de uno u otro modo: por ejemplo, alumnos de las escuelas de formación profesional prepararon el refrigerio que recibieron los chicos”. Son algunas de las frases de los organizadores. No quisieron dar sus nombres; prefirieron destacar la labor del equipo. Y parecen haber acertado con creces, a juzgar por las palabras de Susana Cortés, directora de la Escuela Especial Niño Jesús: “la organización está buenísima, y nuestros alumnos vivieron una verdadera experiencia de integración. Pudieron participar de todas las actividades como cualquier otro chico; los animadores funcionaron de maravilla: fue una mañana maravillosa”.
Monstruos y robots
Al fondo de ese mismo patio, formando una larga hilera, un montón de caras sonrientes esperaban ser maquilladas para sacarse luego una selfie, o la foto “normal” con una bruja pelirroja, que en realidad se llama Nancy Muro. Para los amantes de los zombies la diversión no terminaba allí: en el piso de arriba estaba la Casa del Terror.
Unos pasos más adelante la tecnología tenía también su sede: los chicos jugaban con José Campos y Maximiliano Rato, que estaban a cargo del taller de robótica. Y en la sala inmediata, disfrutaban en las netbooks de los juegos diseñados especialmente por Ignacio Casares y Sebastián Rico. “Pueden colorear, armar rompecabezas, ejercitar la memoria...”, contó Ignacio. Y hasta podían hacer un paseo por el Sistema Solar, de la mano del “profe” Juan Carlos Márquez.
Imposible detallarlo todo; sí se puede contar que los chicos lo disfrutaron: títeres, juegos de puntería, fábrica de galletitas personalizadas, pesca con imanes... También se puede soñar con que esto no haya sido todo. Se puede. Quedó demostrado.