Steph Yin / The New York Times
Con determinación, dinero y cerebro suficientes, los científicos quizá podrían revivir al mamut lanudo, o alguna versión de él, empalmando genes de mamuts antiguos en el ADN del elefante asiático. El sueño máximo es generar una población sustentable de mamuts que puedan, una vez más, deambular por las tundras.
Sin embargo, esta es la triste ironía que hay que ponderar: ¿qué pasaría si ese sueño se realizara a expensas de los elefantes asiáticos y africanos actuales, cuyos números se están reduciendo con gran rapidez debido a la pérdida de su hábitat y a los cazadores furtivos?
“En 50 años, podría ser que ya no tengamos esos elefantes”, notó Joseph Bennett, profesor de la Universidad Carleton, en Canadá. Ahora bien: si, potencialmente, los biólogos moleculares pueden reconstruir especies extintas, como el mamut lanudo, ¿debería la sociedad dedicar sus recursos limitados a revertir los males pasados, o a prevenir extinciones futuras? “Sería dar un paso adelante y tres u ocho para atrás”, dijo Bennett.
Un organismo destacado en este campo es Revive & Restore, una ONG dedicada a rescatar especies extintas y en peligro por medio de la ingeniería genética y la biotecnología. El grupo está trabajando para revivir a la paloma del pasajero, al mamut lanudo y el gallo de las praderas.
La conservación es parte central del objetivo de Revive & Restore, comentó Ben Novak, el principal investigador del grupo. Opinó que no es preciso asumir, como lo hace Bennett, que el de la desextinción y la conservación es un juego de suma cero. Notó que el financiamiento para las biotecnologías de Revive & Rescue proviene de donadores privados o de subsidios de instituciones que están fuera del reino de los esfuerzos de conservación.
Según algunas estimaciones, 20% de las especies en la Tierra se enfrentan a la extinción y esa cantidad podría aumentar a 50% para el final del siglo. Bennett y sus colaboradores trataron de calcular los costos de reestablecer y mantener a 16 especies que se extinguieron en el último milenio, incluida la paloma Lord Howe y el canguro rata de Australia, así como el lechuzón cariblanco y la rana Waitomo de Nueva Zelanda. Es un presupuesto altísimo y no hay certezas del resultado, advierten.
Tomemos el caso de la extinta paloma del pasajero, una especie clave que ayudó a regenerar los bosques porque bajaba sobre los árboles en enormes parvadas, rompiendo las ramas y excretando capas de fertilizante rico que permitió que crecieran árboles nuevos, una función que es probable que no cumplan otras aves.
El biólogo Paul Ehrlich, de la Universidad de Stanford, enfatizó que para restablecer a la paloma del pasajero se necesitaría una enorme población reproductora e, incluso entonces, podría no quedar el hábitat suficiente para ellas.
“Si alguien quiere trabajar en la desextinción porque es técnicamente fascinante, está bien -resumió Bennett-. Pero necesitan echarle un vistazo a lo que uno podría hacer para las especies vivas con esos millones de dólares”.