Cinco historias de peregrinaje en la ruta de la burocracia de Facultad de Artes

 FACULTAD DE ARTES DE LA UNT FACULTAD DE ARTES DE LA UNT
20 Mayo 2017

Cada una de estas cinco historias le ponen nombre y apellido a la burocracia. Profesionales que pasaron por la facultad de Artes para cursar una carrera de grado y, paradójicamente, terminaron perfeccionándose en el arte del peregrinaje, de la súplica, de la insistencia. Todas con la esperanza de que el título les llegara antes de perder becas y trabajos. O como le sucedió a Lila, que jamás pudo tener ese diploma en sus manos; hoy su hija es la que espera cerrar ese capítulo que arrancó en 1983.

Lila murió esperando su título de artista plástica

Lila Ghiglione de Benud (foto) era conocida en Aguilares por ser la primera escribana del lugar. Cuando casi acariciaba los 60 decidió embarcarse en algo que era un sueño para ella, un gusto personal: estudiar Artes Plásticas. Era el año 1982 y en Aguilares recién se abría la filial de la UNT, que luego pasaría a ser el departamento de Artes Plásticas.

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“Mi madre era muy trabajadora. La escribanía estaba en unas oficinas que daban a la calle y recuerdo que a veces yo me iba a dormir y ella se quedaba trabajando con la máquina de escribir”, recuerda Mónica Benud de Console, su hija. La describe como una persona extrovertida, alegre y de espíritu libre a la que le gustaba pintar bailarinas de carnaval. “Con poca ropa y mucho color, pero siempre dentro de la moral con la que fue criada”, subraya.

“Ese primer año lo cursaron como si fuera un ingreso y al año siguiente recién arrancó oficialmente”, recuerda Susana Baum, quien fue profesora de Lila y también por algunos años dirigió el departamento. La escribana del pueblo resultó brillante en su cursado, lo que le valió la distinción como escolta. “Me decía que soñaba con su título para mostrárselo a los nietos”, cuenta Susana.

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En tiempo y forma se recibió y comenzó los trámites para que le otorgaran su diploma. Pero fueron pasando los años y, pese a los reclamos que hacían en la sede de Aguilares, no había novedades del título.

En 2009, ya pasados 20 años desde que había egresado, le informaron que había un inconveniente con el dato del lugar de nacimiento porque no coincidía lo que decía el acta de nacimiento (que estaba en el analítico del secundario) y el DNI. “Eso se subsanó el mismo año mediante un acta notarial”, cuenta Mónica. Quizás esta diferencia se explicaba porque Lila era cordobesa y allí había cursado sus estudios, incluido Abogacía. Se fue a vivir a Simoca con su marido tucumano a quien había conocido en la facultad. Luego, en 1960 consiguió el registro notarial en Aguilares y por eso se trasladó.

Sin embargo, la situación no cambió. Lila murió en 2010, a los 86 años, y jamás tuvo en sus manos el título de artista plástica. “Siento mucha pena porque mi mamá tenía la ilusión de tener su título, siempre reclamaba eso”, concluye Mónica.


Miriam perdió dos becas en el exterior por no tener el diploma
Prefiere no pensar en “qué hubiese pasado si…” porque esa pregunta es como una daga que la hiere profundamente. Miriam González es diseñadora de Interiores, se recibió en 2011, pero recién en septiembre del año pasado recibió su diploma y a principios de este, su analítico. 
Su caso es el fiel reflejo de las consecuencias de la desidia y la burocracia. A poco de recibirse calificó para una beca completa de la Fundación Universitaria Iberoamericana (Funiber) que la llevaría a radicarse en Puebla (México) para cursar una maestría en Universitario Bauhaus, una institución privada dedicada a la actividad cultural y artística. “Me esperaron casi un año porque no tenía el título”, dice Miriam. El certificado de “título en trámite” no era suficiente para acceder a la beca, así que después del año la perdió. 
Más adelante resultó seleccionada para una media beca de la Fundación Carolina. “Era de seis meses en Barcelona, pero también la perdí porque me pedían los papeles y yo sólo tenía la constancia del título en trámite. A ellos les importaba el analítico”, cuenta Miriam. Así se fue la segunda oportunidad. Lo último sucedió hace menos tiempo, cuando se presentó una oportunidad de trabajo en Buenos Aires en una empresa grande que Miriam prefiere no nombrar. 
“Perdí esa posibilidad de trabajo también. Siento mucha impotencia porque hoy me tengo que conformar con trabajar por migajas siendo una profesional. Pero no soy la única en esta situación”, explica. Relata que cada vez que fue a la facultad a plantear su situación la respuesta era: “te entendemos, pero no podemos hacer nada”. 
Miriam reconoce que perdió grandes oportunidades “por la ineptitud y la incompetencia” de quienes debían hacer su trabajo. “Te tratan peor que basura. Fui alumna en otra carrera y jamás sentí la bronca que sentí en la facultad de Artes”. 
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Tuvo que ir por la vía judicial después de varios años
Carolina Monteagudo es salteña; se recibió en 2012 y asegura que ese día comenzó su peregrinaje y su tortura. “¿Sabés por qué elegí la facultad de Tucumán? Porque mi abuela me había pedido que me viniera más cerca. Yo estaba en La Plata (estudiaba Cine). Además otra de las razones fue porque había averiguado y Córdoba estaba teniendo problemas con los títulos”, recuerda Carolina y le parece irónico, viéndolo en perspectiva. 
Cuando terminó la carrera se volvió a Salta, pensando que desde ahí podría esperar que saliera el título y conseguir un trabajo. “Esos años de espera se unieron a una situación personal por una serie de fallecimientos en mi familia. Además de una situación precaria con mi título, no tenía mi casa y ni un centavo. Todo se volvió terrible. Desde Salta llamaba incansablemente para saber cómo iba el trámite”, relata. 
Intentó inscribirse en la Junta de Educación de esa provincia, pero no pudo. Tampoco consiguió que la contrataran en un establecimiento privado. 
“La gente dudaba cuando miraba ese papel del título en trámite. Así que terminé trabajando en una tienda de ropa”, reconoce. 
Eso duró un tiempo hasta que en 2015 decidió regresar a Tucumán y contratar un abogado para que la ayudara. 
“Primero me fui a los abogados de la misma UNT, pero me desaconsejaron que hiciera un planteo”, destaca Carolina. Consiguió una abogada y presentó su queja en la Justicia Federal. Conclusión: el juez le ordenó a la facultad de Artes de la UNT que terminara el trámite y Carolina consiguió su título en tiempo récord (récord para los tiempos de esa unidad académica): menos de un año entre diploma y analítico.
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Sus papeles no estaban y tuvo que iniciar dos veces el trámite
Carina Mercado es de Jujuy. Cursó entre 2006 y 2009 la tecnicatura en Sonorización. Después de recibirse inició los trámites y resolvió irse a vivir a Córdoba. “La mandaba a mi hermana constantemente para que averiguara cómo iba el trámite, hasta que pasaron tres años y se cansó de ir”, explica Carina. En 2012 a través de unos amigos que tenía en la facultad logró averiguar en qué estado estaba su título: no figuraba ningún trámite a su nombre. Era como si nunca lo hubiese gestionado. 
“Desde Córdoba envié los papeles otra vez y eso demoró tres años más hasta que me entregaron el título a fines de 2015”, comenta. Una vez que lo tuvo se topó con la desilusión de darse cuenta que no era suficiente para ejercer la docencia. “Trabajé en negro con la profesión pero nunca pude ejercer porque no nos aceptan en ningún lado el título. No me sirve para ejercer la docencia”, cuenta Carina, quien volvió a Jujuy. 
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Le advirtieron sobre los problemas de validación
Raquel Arlati se recibió en septiembre del año pasado y asegura que, antes de graduarse, ya le advertían que gestionar el título era casi como ir al infierno. “Me presenté en diciembre en sección Alumnos, pero me dijeron que ya estaban cerrando el año, que volviera en febrero”, comenta Raquel. 
En febrero regresó a la facultad de Artes, pero esta vez le respondieron que estaban ocupados con los ingresantes así que le informaron que se diera una vuelta recién en mayo. Fue a principios de este mes que Raquel, por tercera vez, se dispuso a iniciar el trámite del título. “Pero nunca pude hacerlo porque saltó el tema de la validez (nacional) y me dijeron que no estaban recibiendo los papeles, que volviera en dos semanas”. Esa fue la respuesta que le dieron. 
“Siempre se hablaba de las demoras, pero uno piensa que serán dos años; no te imaginás que puede demandar más tiempo. Algunos docentes reconocen esta situación”, cuenta Raquel, que todavía espera arrancar. 


Miriam perdió dos becas en el exterior por no tener el diploma

Prefiere no pensar en “qué hubiese pasado si…” porque esa pregunta es como una daga que la hiere profundamente. Miriam González es diseñadora de Interiores, se recibió en 2011, pero recién en septiembre del año pasado recibió su diploma y a principios de este, su analítico. 

Su caso es el fiel reflejo de las consecuencias de la desidia y la burocracia. A poco de recibirse calificó para una beca completa de la Fundación Universitaria Iberoamericana (Funiber) que la llevaría a radicarse en Puebla (México) para cursar una maestría en Universitario Bauhaus, una institución privada dedicada a la actividad cultural y artística. “Me esperaron casi un año porque no tenía el título”, dice Miriam. El certificado de “título en trámite” no era suficiente para acceder a la beca, así que después del año la perdió. 

Más adelante resultó seleccionada para una media beca de la Fundación Carolina. “Era de seis meses en Barcelona, pero también la perdí porque me pedían los papeles y yo sólo tenía la constancia del título en trámite. A ellos les importaba el analítico”, cuenta Miriam. Así se fue la segunda oportunidad. Lo último sucedió hace menos tiempo, cuando se presentó una oportunidad de trabajo en Buenos Aires en una empresa grande que Miriam prefiere no nombrar. 

“Perdí esa posibilidad de trabajo también. Siento mucha impotencia porque hoy me tengo que conformar con trabajar por migajas siendo una profesional. Pero no soy la única en esta situación”, explica. Relata que cada vez que fue a la facultad a plantear su situación la respuesta era: “te entendemos, pero no podemos hacer nada”. 

Miriam reconoce que perdió grandes oportunidades “por la ineptitud y la incompetencia” de quienes debían hacer su trabajo. “Te tratan peor que basura. Fui alumna en otra carrera y jamás sentí la bronca que sentí en la facultad de Artes”. 

Tuvo que ir por la vía judicial después de varios años

Carolina Monteagudo es salteña; se recibió en 2012 y asegura que ese día comenzó su peregrinaje y su tortura. “¿Sabés por qué elegí la facultad de Tucumán? Porque mi abuela me había pedido que me viniera más cerca. Yo estaba en La Plata (estudiaba Cine). Además otra de las razones fue porque había averiguado y Córdoba estaba teniendo problemas con los títulos”, recuerda Carolina y le parece irónico, viéndolo en perspectiva. 

Cuando terminó la carrera se volvió a Salta, pensando que desde ahí podría esperar que saliera el título y conseguir un trabajo. “Esos años de espera se unieron a una situación personal por una serie de fallecimientos en mi familia. Además de una situación precaria con mi título, no tenía mi casa y ni un centavo. Todo se volvió terrible. Desde Salta llamaba incansablemente para saber cómo iba el trámite”, relata. 

Intentó inscribirse en la Junta de Educación de esa provincia, pero no pudo. Tampoco consiguió que la contrataran en un establecimiento privado. “La gente dudaba cuando miraba ese papel del título en trámite. Así que terminé trabajando en una tienda de ropa”, reconoce. Eso duró un tiempo hasta que en 2015 decidió regresar a Tucumán y contratar un abogado para que la ayudara. 

“Primero me fui a los abogados de la misma UNT, pero me desaconsejaron que hiciera un planteo”, destaca Carolina. Consiguió una abogada y presentó su queja en la Justicia Federal. Conclusión: el juez le ordenó a la facultad de Artes de la UNT que terminara el trámite y Carolina consiguió su título en tiempo récord (récord para los tiempos de esa unidad académica): menos de un año entre diploma y analítico.

Sus papeles no estaban y tuvo que iniciar dos veces el trámite

Carina Mercado es de Jujuy. Cursó entre 2006 y 2009 la tecnicatura en Sonorización. Después de recibirse inició los trámites y resolvió irse a vivir a Córdoba. “La mandaba a mi hermana constantemente para que averiguara cómo iba el trámite, hasta que pasaron tres años y se cansó de ir”, explica Carina. En 2012 a través de unos amigos que tenía en la facultad logró averiguar en qué estado estaba su título: no figuraba ningún trámite a su nombre. Era como si nunca lo hubiese gestionado. 

“Desde Córdoba envié los papeles otra vez y eso demoró tres años más hasta que me entregaron el título a fines de 2015”, comenta. Una vez que lo tuvo se topó con la desilusión de darse cuenta que no era suficiente para ejercer la docencia. “Trabajé en negro con la profesión pero nunca pude ejercer porque no nos aceptan en ningún lado el título. No me sirve para ejercer la docencia”, cuenta Carina, quien volvió a Jujuy. 

Le advirtieron sobre los problemas de validación

Raquel Arlati se recibió en septiembre del año pasado y asegura que, antes de graduarse, ya le advertían que gestionar el título era casi como ir al infierno. “Me presenté en diciembre en sección Alumnos, pero me dijeron que ya estaban cerrando el año, que volviera en febrero”, comenta Raquel. 

En febrero regresó a la facultad de Artes, pero esta vez le respondieron que estaban ocupados con los ingresantes así que le informaron que se diera una vuelta recién en mayo. Fue a principios de este mes que Raquel, por tercera vez, se dispuso a iniciar el trámite del título. “Pero nunca pude hacerlo porque saltó el tema de la validez (nacional) y me dijeron que no estaban recibiendo los papeles, que volviera en dos semanas”. Esa fue la respuesta que le dieron. 

“Siempre se hablaba de las demoras, pero uno piensa que serán dos años; no te imaginás que puede demandar más tiempo. Algunos docentes reconocen esta situación”, cuenta Raquel, que todavía espera arrancar. 

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