El padre Carlitos representa el modelo de cura que ha instaurado Francisco

Punto de vista - Magena Valentié

ALGARABÍA. La gente se acercó a felicitar a Sánchez y a pedirle la bendición. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO ALGARABÍA. La gente se acercó a felicitar a Sánchez y a pedirle la bendición. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO

Aquello de que “nadie es profeta en su tierra” acaba de ser desmentido por el propio Francisco, aunque sea una frase de la Biblia. El padre Carlos Sánchez, o simplemente el padre Carlitos, como le llaman todos, es un cura 100% tucumano. Nacido y criado en la comunidad de la parroquia de Villa Luján, cuya patrona –sabemos- es la advocación más amada por el Papa. Pero no es esa la principal razón por la que Francisco ha puesto la mirada sobre él. Sino porque el padre Carlitos representa el modelo de cura que ha instaurado Francisco y que lo demostró al hacer santo al Cura Brochero. El padre Carlitos, nuevo arzobispo de Tucumán, tiene esas condiciones: cura gaucho, desde que te saluda (“hola chinita”, “hola chango”), hasta su forma de pastorear, visitando personalmente por las noches a las personas en situación de calle, a las prostitutas, a los mendigos, a los chicos que duermen acurrucado entre cartones.

El padre Carlitos (dentro de poco “monseñor”, nos costará acostumbrarnos) es el sucesor del cura villero Melitón Chávez, hoy obispo de Añatuya. Ocupó su lugar en el trabajo pastoral de la Costanera, el barrio más castigado por la droga de Tucumán, pero además es fundador y coordinador del Hogar de Cristo de la Congreso al 1000, que acoge a mendigos y gente en situación de calle, para que tengan un lugar donde bañarse y dormir en sábanas limpias; trabaja en la Fazenda de la Esperanza, para la recuperación de adictos, institución que creó Melitón, y dirige la Casa de la Misericordia, para familiares de los pacientes de los hospitales que no tienen dónde quedarse a dormir. Y otro detalle que cierra todo: es el párroco de la Nuestra Señora de la Merced, patrona de Tucumán. No es que lo hayan elegido por eso, sino porque es otro signo de los tiempos, o coincidencias, como le suele llamar el mundo secular. En resumen el nuevo arzobispo de Tucumán es el “cura gaucho” de la Era Francisco.

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Lo que no es coincidencia es que el padre Carlitos haya ido a Roma, llevado por el cardenal Villalba, y haya visitado el papa Francisco, a quien no conocía personalmente, en octubre del año pasado, después de la trágica muerte del padre Juan Viroche. Una jugada maestra de Francisco, profeta, sí, de nuestros tiempos.

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