"Soy simplemente un cura", dijo Carlos Sánchez, el futuro arzobispo de Tucumán

Promete un ministerio marcado por dos conceptos: reencuentro y reconciliación.

PURA ALEGRÍA. El cardenal Luis Villalba bromea con Carlos Sánchez en el atrio de La Merced. Fue un día inolvidable para el futuro arzobispo. LA GACETA/FOTO DE ANALÍA JARAMILLO
PURA ALEGRÍA. El cardenal Luis Villalba bromea con Carlos Sánchez en el atrio de La Merced. Fue un día inolvidable para el futuro arzobispo. LA GACETA/FOTO DE ANALÍA JARAMILLO
24 Agosto 2017

A los 54 años, Carlos Sánchez se convirtirá en el séptimo arzobispo y décimo obispo de Tucumán. Fue el párroco de la basílica Nuestra Señora de La Merced desde 2011 y a la hora de definirse dice que es solamente un cura.

- ¿Cómo le llega la noticia de su designación?

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- La semana pasada me hicieron llamar de la Nunciatura. Pensé que podían ofrecerme ser obispo, ¡pero nunca me imaginé que de Tucumán! (risas). Dije sí, como le dije sí al Señor hace 29 años, cuando me consagré sacerdote para esta iglesia de Tucumán y, ahora, cuando el Señor me pide que siga sirviendo como obispo en esta Iglesia. Para mí es una dicha muy grande porque es la Iglesia que me ha visto crecer, a mí y a mi vocación. Y lo lindo es que los tucumanos me conocen como soy: mis límites, mis miserias, mis pecados. Sé que me van a saber perdonar y que vamos a trabajar juntos.

- ¿Cuándo será la ceremonia?

- Creo que en octubre. Primero vamos a celebrar a Nuestra Señora de La Merced y después haremos lo demás. Me dijeron que va a venir el nuncio (monseñor Emil Paul Tscherrig) y me va a consagrar el cardenal Luis Villalba. Yo he pedido que también estén monseñor Alfredo Zecca y mis hermanos obispos de todo el NOA.

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- ¿Cómo encuentra la Iglesia tucumana?

- Necesitamos sanear muchos los vínculos. Reencontrarnos. Reconciliarnos. Nuestra Iglesia es muy valiosa y necesitamos trabajar en comunión, todos juntos: laicos, consagrados, sacerdotes.

- La muerte del padre Juan Viroche ha sido un golpe muy grande para la Iglesia.

- La muerte de Juan, la muerte del padre José Andrés, la del padre Domingo Pellegrino, la del padre Pepe Mijalchik, la de monseñor Luis Randisi. ¡Fueron cinco curas que se nos fueron en menos de un año, de junio a febrero! Cinco curas que han servido, que han amado y han entregado su vida al servicio de la vida diocesana. Pero claro, por la forma en que se produjo, la muerte del padre Juan nos ha provocado un dolor muy grande. Pero lo importante es hacer pie en la fe en Jesucristo, para salir adelante. No enfrascarnos en el dolor porque nos vamos a asfixiar. Necesitamos hacer pie en la confianza en Cristo para poder superarlo. Pensar en lo bueno que han hecho estos curas en la búsqueda del bien de todos. Estoy seguro de que de todo este dolor que hemos tenido como Iglesia de Tucumán, Dios saca redención. Esta alegría que hoy experimentamos es redentora.


- ¿Cree que en algún momento la muerte del padre Viroche ha dividido al clero?

- No. La muerte del padre Juan ha sido un mazazo para la Iglesia tucumana. Quizás algunos sin querer, sin saber nada, pueden haber juzgado, pero esto también es crecer en comunión. Aquí lo importante es el testimonio de fe y de amor y nuestro legado es seguir creciendo.

- ¿Usted ha cursado estudios en Roma?

- No, mi título es de egresado de Estudios Eclesiásticos del Seminario Mayor de Tucuman. No tengo licenciatura ni doctorado, igual que el padre Melitón (Chávez). No tenemos estudios superiores. Yo soy simplemente un cura.

- ¿Qué dijo monseñor Alfredo Zecca de su designación?

- Me escribió diciéndome que está orgulloso de que sea yo su sucesor. Porque yo conozco y amo Tucumán. Él se lamentaba de que estaba muy limitado por su salud, por eso no podía salir adelante. Me pidió que cuente con sus oraciones. “Hace falta alguien tucumano, así como vos, para conducir la diócesis”, me dice.

- Pero ¡qué difícil es ser profeta en la misma tierra! ¿No?

- A ver, es un desafio muy grande. A mí me tocó vivirlo cuando fui cura en mi propia comunidad parroquial de Villa Luján. Sin embargo, allí percibí el cariño de la gente. La viejita que me vio nacer, que me conoció en la panza de mi madre, se arrodillaba frente de mí para confesarse. ¡Y mi propia madre, se arrodillaba también para confesarse! A los chicos con los que jugábamos al carnaval y macaneabamos los veía acercarse para la reconciliación. Los viejos que eran de los grupos de adultos de Cáritas, de la Legión de María, pidiéndome consejos. Yo era changuito, pero era cura. Ellos no veían a Carlitos sino al Cristo sacerdote. Lo buscaban a Cristo sacerdote en la persona de Carlos.

- También verán a Cristo en su investidura de arzobispo ...

- Nuestra gente de Tucumán tiene una fe enorme porque no se quedan con el cura sino con el Cristo que está presente en el cura. Aquí me conocen, saben cómo soy, conocen mis pecados. Yo digo que soy el burrito que lleva a Jesús. Para que lo sigan a Jesús, no al burrito, ¿no?

> LA NOTICIA QUE CAMBIÓ LA AGENDA 

Eran las 7 cuando AICA -la Agencia Informativa Católica Argentina- publicó la designación de Carlos Sánchez y la inmediata viralización de la noticia añadió un nuevo ingrediente al desayuno de los tucumanos. El dato se mantuvo a salvo de filtraciones en los últimos días, aunque se sabía que el anuncio del nuevo arzobispo estaba al caer. Sánchez vivió una jornada vertiginosa, a puro llamado y felicitación. Desacostumbrado a semejante exposición, la manejó con naturalidad, sin abandonar el estilo campechano y decidido a ponerle su impronta al cargo desde el minuto cero. Fueron sus máximos referentes -Francisco y el cardenal Luis Villalba- quienes lo bendijeron.

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