El deterioro de la Primera Confitería es de extrema gravedad

El Ente de Turismo pide que la edificación sea desafectada de la ley que impide intervenirla. La Dirección de Patrimonio opina lo contrario: pretende que se restaure el chalet. Sólo coinciden en que así no puede seguir. ¿Por dónde vendrá la solución?

CONVERSACIONES Y RISAS. Durante muchos años, tucumanos y turistas disfrutaron de las instalaciones; el lugar era una invitación al descanso. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA.- CONVERSACIONES Y RISAS. Durante muchos años, tucumanos y turistas disfrutaron de las instalaciones; el lugar era una invitación al descanso. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA.-

¿Qué hubo aquí? ¿Cómo fue? ¿Quiénes pasaron por este lugar? Tal vez en los años 40 las mujeres, con esos trajes de baños encorsetados de la época, se asoleaban junto al Arroyo Muerto. Quizás en la década del 50 los señores llegaban manejando sus rastrojeros. Puede que en la década siguiente haya habido fiestas, en las que bailaban el twist y escuchaban el “Love me do” de The Beatles. Después llegaron los 70, y capaz que los niños correteaban por allí Hoy, ese pasado apenas cabe en la imaginación. ¡Quien pudiera pensar que todo eso sucedió en estas ruinas! Que a estos merenderos se los disputaban las personas y no los helechos -como ahora- que crecen hasta de los asientos de concreto. Que en lugar del olor ácido de la orina, que flota en el aire, se percibían los aromas de los platos recién preparados. Que en esas escalinatas que se adivinan entre las malezas, la gente se apretujaba. Recorrer la Primera Confitería es como hallarse en el Titanic bajo el mar.

Este edificio también se ha hundido. De aquellos momentos de esplendor nada queda. Sólo recuerdos. Y en este territorio -sobre la ruta 338, camino al cerro San Javier- son muchos los lugareños de más de 60 años que hablan de la confitería como si aún estuviese en pie. Pedro Albornoz es uno de ellos. Parado en el umbral de su casa, del otro lado de la carretera, deja que su ayer se le arremoline. “Fui mozo -dice, sin quitar la vista del edificio derruido, enfrente-. ¡Qué paellas hacía el gallego Eduardo Portella! Él era cocinero y dueño. Y también preparaba medialunas. La gente se desesperaba por esas medialunas”. Después llegaron otros concesionarios, como los Sánchez -sigue don Albornoz-, que en un ómnibus bañadera se abrían paso desde la plaza Independencia hasta este punto del cerro, con las visitas a cuestas. La confitería fue inaugurada el 22 de mayo de 1938. Cuando las preferencias del público declinaron la construcción se deterioró. En 1990 decidieron clausurarla. Hoy, el edificio se encuentra abandonado y bajo el amparo de la Ley de Patrimonio Cultural.

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Ramón Arce es otro habitante de la zona. Como Albornoz, se le iluminan los ojos cuando remueve su memoria. Y como Albornoz, sueña con que vuelva a funcionar. Eso significaría -razona- una fuente de trabajo para los vecinos. En su relato, hay noches de verano, carnavales, grupos musicales y gente que bailaba. “Se llenaba. Tuvo una época de gloria. Era hermosa, hermosa, hermosa”, repite.

¿Qué se debe hacer?

Después de las declaraciones de Sebastián Giobellina, quien hace unos días dijo que le encantaría “echarle mano”, LA GACETA decidió realizar el recorrido por el edificio, situado en la ruta que separa a la ciudad de Yerba Buena de la comuna de San Javier. Pero antes de abordar la inspección se consideró necesario llevar a cabo unas entrevistas, destinadas a esclarecer las distintas miradas sobre el tema. La conclusión fue que el deterioro del inmueble es más grave que nunca, coinciden los entrevistados. Pero esa ha sido la única coincidencia. No ha habido otro punto de concurrencia. Ni menos, algún acuerdo sobre cómo ponerlo a resguardo.

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Giobellina es el presidente del Ente Tucumán Turismo, el organismo que promueve el desarrollo turístico. Él pide que la edificación sea desafectada de la ley de patrimonio. “Cada vez que aparece un inversor, acaba desistiendo porque se le prohíbe que voltee las paredes. Pero lo que queda en pie no sirve”, declara.

La abogada del Ente, María José Capdevila, refuerza el planteo. Saca una nota de abril de 2014 y recuerda que, ya por aquel entonces, ese organismo se pronunció a favor de excluir a la obra del patrimonio. “La iniciativa resulta, a todas luces, razonable”, lee la letrada.

Mercedes Aguirre piensa lo contrario. Es la titular de la Dirección de Patrimonio. Su función consiste, entre otras, en velar por la conservación de los inmuebles patrimoniales. Empieza diciendo que no cree que, para ponerlo en valor, sea necesario desafectarlo. Después añade que tampoco debería resultar ni difícil ni costoso encarar una reconstrucción. Y finalmente afirma que la intención de la oficina que preside es que se haga algo; y de modo urgente.

Ese “algo” no puede ser cualquier cosa. Aguirre también tiene papeles en su escritorio. Y también lee unos párrafos del último informe de la Comisión de Patrimonio, que indican que esa confitería es representativa de la arquitectura pública que se realizó en Tucumán entre las décadas del 30 y 40. Constituye un ejemplo de la conquista del cerro que llevó adelante el ex gobernador Miguel Campero para alentar el turismo, dicen estos escritos.

Además -continúa leyendo Aguirre- se trata de una versión del estilo arquitectónico californiano. Tejas, muros blancos, carpinterías de maderas y los infaltables porches formaban parte de esa corriente. Así las cosas, la funcionaria aclara que, de su parte, sólo serán bienvenidas las ideas que estén en armonía con la conservación.

En concreto, esa armonía implica que se restaure el chalet original. El techo de tejas se encuentra derribado y los pisos de cerámico colorado requieren un reemplazo total. Esas indicaciones fueron consignadas en ese documento, para cuya confección partiparon representantes de tres universidades y de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, entre otros firmantes.

En el limbo

El desacuerdo entre los principales estamentos con incumbencias y la falta de propuestas podrían no ser los únicos contribuyentes del abandono. Puede pensarse que, en esta última década, ha habido otro cooperante, pues la confitería se encuentra en un limbo: el punto de la ruta 338 en el que está ubicada es el límite entre Yerba Buena y San Javier. Dice Gonzalo Vildoza, delegado comunal de esta última localidad, que le da pena verla. Pena. “Alguna vez hablé con Mariano Campero para que intentemos gestionar algo. Es jurisdicción nuestra, pero no disponemos de fondos”, se sincera.

Otra realidad que destaca Vildoza es que la comuna constituye uno de los principales destinos. No obstante, en los papeles no es considerada turística. De serlo -conjetura- contarían con más presupuesto. “No tenemos ni baños en la zona del monumento al Cristo Bendicente; los turistas piden permiso en las casas de los lugareños”, grafica.

De intervenir Campero -el intendente yerbabuenense-, Vildoza entiende que podrían aunar esfuerzos para que el bloque sea recuperado por el Estado. Y el aludido (descendiente del Campero que 79 años atrás hizo levantar esas paredes) contesta: “siempre que haya voluntad, creo que la restauración será posible. Pero hasta que eso ocurra hemos hablamos con los vecinos para que entiendan que el lugar no es un basurero”. Su director de Planeamiento Urbano, Ernesto Marchetti, añade que, como son pocos los ejemplos de esa arquitectura, lo ideal sería recuperarla. Pero enseguida aclara que la situación de deterioro es altísima. “Tal vez ni las fundaciones puedan salvarse”, arriesga.

El destino

Curtidos por el sol, los campesinos saben historias previas a la confitería, allá por los años 20. Le oyeron el cuento a sus padres y abuelos. Dicen que no había ruta, sino un sendero. Que junto a esa mora -señala Albornoz- funcionaba una pulpería. Y que la gente que pasaba a caballo paraba allí, a beber. Entonces, ¿no habrá un designio natural para que ese punto sea un parador? La mora sigue allí. El bosque subtropical y otros centenarios árboles, también. Los pájaros le cantan a la inmensidad igual que como lo habrán hecho desde siempre; persistentes. Sólo falta el refugio.


LA CONQUISTA DEL CERRO
La Primera Confitería se encuentra situada a la vera de la ruta 338, en el camino hacia San Javier. Fue inaugurada el 22 de mayo de 1938. Le pusieron de nombre Parque Aconquija, pero la gente la llamaba primera confitería, puesto que era la escala inicial hacia la hostería en la cima del cerro. Formó parte del programa de obras públicas de los gobiernos de Miguel Campero y de Miguel Critto. El objetivo -en aquellos tiempos- era la conquista de la montaña. Cuando las preferencias del público declinaron, la construcción se deterioró. En 1990 decidieron clausurarla. Hoy, el edificio se encuentra abandonado y bajo el amparo de la ley de patrimonio (7.535).
Los sí y los no
La Dirección de Patrimonio -dependiente del Ente de Cultura de la Provincia- indicó que sólo se aceptarán propuestas de inversores que estén dispuestos a restaurar el chalet original. Eso implica que se reemplacen los pisos de cerámico colorado y los techos de tejas, al menos. Asimismo, deben revisarse los muros, especialmente los que se encuentran del lado del río. El basamento y las escalinatas de acceso a esta construcción también claman por una reconstrucción. Los vestuarios, la pileta y la caminería, en cambio, pueden ser demolidos porque no poseen valor patrimonial.

> La conquista del cerro
La Primera Confitería se encuentra situada a la vera de la ruta 338, en el camino hacia San Javier. Fue inaugurada el 22 de mayo de 1938. Le pusieron de nombre Parque Aconquija, pero la gente la llamaba primera confitería, puesto que era la escala inicial hacia la hostería en la cima del cerro. Formó parte del programa de obras públicas de los gobiernos de Miguel Campero y de Miguel Critto. El objetivo -en aquellos tiempos- era la conquista de la montaña. Cuando las preferencias del público declinaron, la construcción se deterioró. En 1990 decidieron clausurarla. Hoy, el edificio se encuentra abandonado y bajo el amparo de la ley de patrimonio (7.535).

> Los sí y los no
La Dirección de Patrimonio -dependiente del Ente de Cultura de la Provincia- indicó que sólo se aceptarán propuestas de inversores que estén dispuestos a restaurar el chalet original. Eso implica que se reemplacen los pisos de cerámico colorado y los techos de tejas, al menos. Asimismo, deben revisarse los muros, especialmente los que se encuentran del lado del río. El basamento y las escalinatas de acceso a esta construcción también claman por una reconstrucción. Los vestuarios, la pileta y la caminería, en cambio, pueden ser demolidos porque no poseen valor patrimonial.

>Las opciones

Entre los posibles nuevos destinos para la Primera Confitería, Turismo ha planteado la posibilidad de construir allí la base de un teleférico, que una Yerba Buena con San Javier. También han trascendido otras propuestas, como las de abrir un museo interactivo o reflotar un bar. 






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