“Si De Vido era el CEO del esquema de corrupción, Cristina no podía ser sino la dueña de ese negocio"

Acaba de publicar Salvo que me muera antes, libro que se concentra en la muerte de Néstor Kirchner y sus consecuencias. Cree que el kirchnerismo murió con Kirchner y, a un mismo tiempo, con su muerte nació otra cosa, que fue el cristinismo. Aquí también habla sobre su potencial. “El ‘Peligro Cristina’ fue creado por el gobierno para polarizar y ganar los comicios”, opina.

19 Noviembre 2017

- El título del libro invita a una pregunta contrafáctica. Si no hubiera muerto, probablemente Kirchner hubiese sido presidente en 2011. ¿Qué diferencias crees que hubera tenido un mandato Néstor respecto del de Cristina?

- No me gusta la historia contrafáctica. Además, no estoy tan seguro de que Kirchner habría triunfado en 2011. Es cierto que en nuestro país hay una fuerte pulsión hacia el populismo o, como prefiero decir, la “democracia plebiscitaria”, con una relación directa entre el liderazgo político y los votantes, sin instituciones intermedias: sin Congreso, sin Justicia, sin medios de comunicación, sin empresas autónomas. Pero, también es cierto que en otros sectores existe un rechazo hacia esa tendencia; no solo en los sectores agroindustriales sino también en las amplias y valerosas capas medias urbanas. En honor a esas clases medias, siempre me gusta recordar que en 2012, cuando la oposición todavía estaba mareada por el espectacular triunfo de Cristina en las urnas, fueron esos sectores los que, con sus virtudes y sus limitaciones, protagonizaron los cacerolazos y las manifestaciones en las principales ciudades del país.

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- Sostenés que Cristina Kirchner no hizo un esfuerzo por desbaratar las versiones conspirativas sobre la muerte de su marido. ¿Cuál es la lógica política de esa actitud?

- Es uno de los temas que más me interesa. Creo que se debe a varias razones. Por un lado, los Kirchner siempre cultivaron el secretismo y el misterio; nunca se sintieron la obligación republicana de explicar qué hacían. Sobre la muerte de su marido y compañero durante más de 35 años, la entonces Presidenta despachó un escueto comunicado que, además, contenía dos errores, sobre el lugar y la hora del fallecimiento. Por otro lado, ellos dividían la sociedad entre buenos y malos, entre amigos y enemigos; a esos enemigos, les atribuían las peores cosas; en su lógica, esos enemigos eran capaces de inventar las peores mentiras por lo cual no sirvía de nada tratar de desbaratar sus infamias. En tercer lugar, hay una razón de cálculo político: piensan que esas “mentiras tan habituales” les pueden servir, llegado el momento, para atacar a esos “enemigos”, para demostrar que siempre están inventando “infamias”. Por ejemplo, hace poco Cristina acusó a Mirtha Legrand por haberse hecho eco de una versión, en su momento, sobre que el cajón había sido velado vacío, sin el cuerpo de Néstor Kirchner. En cuarto lugar, es una práctica común a ciertos caudillismos provinciales: no importa qué se diga del gobernador; lo importante es que hable de él en todo momento; que los súbditos sientan que todo lo bueno y, especialmente, todo lo malo que puede pasar en ese territorio depende del líder o de la líder. Es lo que sucedía con Kirchner en Santa Cruz, es lo que sucede con Insfrán en Formosa. Me interesa el tema porque el antikirchnerismo más recalcitrante cae en esa trampa. Los Kirchner consideran que sus “enemigos” son monstruos y que por lo tanto no puede haber para ellos una consideración política sino bélica. Siempre están en guerra permanente. Los anti K más furiosos sostienen que también los Kirchner son “monstruos”; que él, por ejemplo, fue muerto por su propio hijo, que salió en defensa de su madre. ¡Una barbaridad, según las fuentes que consulté! Pero tan arraigada está esa lógica que me algunos han criticado mucho por haber desmentido esas versiones. Por último, creo que estas dos lógicas -K y anti K-, que ven en el adversario a un enemigo, son muy peligrosas porque derivan en la guerra, con armas o sin armas. Y nosotros sabemos que no nos ha ido muy bien cada vez que hemos jugado a la guerra.

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- ¿Cuándo se jodió el kirchnerismo?

- Creo que el kirchnerismo terminó con la muerte de Néstor Kirchner, cuando nació algo nuevo, el cristinismo. Son parecidos, pero diferentes, ambos dentro del peronismo aunque el cristinismo se ubica en su margen izquierda, siempre coqueteando hacia afuera. Pero, también creo que el kirchnerismo cambió mucho durante el conflicto con los productores rurales, en 2008, muchos de los cuales habían votado por Cristina el año anterior. Ese conflicto, que perdieron, expulsó a varios dirigentes peronistas de la zona centro o núcleo del país, que fueron reemplazados por exponentes del centroizquierda. Luego de la muerte de Néstor, Cristina completó ese trasvasamiento y puso en práctica las viejas ideas de esa “izquierda nacionalista”, que anclaron una gestión desastrosa, como no podía ser de otra manera.

- ¿Qué nivel de conocimiento crees que la presidente tenía de los movimientos espurios de Julio De Vido?

- Si De Vido era el gerente general o el CEO del esquema de corrupción, como investiga la Justicia, Cristina no podía ser sino la dueña de ese gran negocio. No sé si conocía los detalles del mecanismo, que fue inventado por Néstor Kirchner, pero creo que ella sabía que su marido pensaba que debía enriquecerse para conseguir y luego mantener el poder. Y apoyaba eso, según las fuentes consultadas para el libro. Dedico dos capítulos a ese tema.

- En el libro resaltás la diferencia en la manipulación de dinero que había entre Néstor y Cristina. ¿Esa diferencia se tradujo en una desconexión de CFK respecto de los negocios de su marido que ahora le traen complicaciones judiciales?

- No lo creo; en todo caso, ella heredó todo, el poder y el dinero, según han determinado los jueces Bonadio y Ercolini, en primera instancia. Seguramente, no sabía algunos detalles porque hay que tener una gran voluntad y una gran obsesión para construir y controlar ese esquema, pero entiendo que luego de la muerte de su marido tuvo tiempo para enterarse.

- En el libro te concentrás en el nacimiento del cristinismo. ¿Estamos presenciando el final indefectible de ese fenómeno político?

- Como proyecto político de relevancia nacional, capaz de volver a la Presidencia de la Nación, entiendo que sí. Y creo que no tenía posibilidades ya antes de las PASO y de las elecciones legislativas. Pienso que el “Peligro Cristina” fue creado por el gobierno para polarizar y ganar esos comicios. Si se aplicara el criterio actual de los jueces, Cristina ya debería estar bajo arresto preventivo desde fines del año pasado. Pero, Jaime Durán Barba decía que “sólo el 14 por ciento de los argentinos quiere a Cristina presa”. Y los jueces son muy sensibles al viento que sopla desde el poder.

- En tu anterior libro abordaste el núcleo de la crisis de 2001. ¿El kirchnerismo fue el principal fruto de esa crisis?

- Absolutamente. Por ejemplo, la crisis provocó una demanda de gobernabilidad; un interés común en la restitución de la autoridad presidencial y del Estado nacional. Kirchner vino a llenar ese deseo. Pero, lo hizo de la peor manera: una “democracia plebiscitaria”, con un Presidente fortísimo y un Estado super concentrado, unitario y poderoso. Yo vivía en Brasil en 2003 y no lo podía creer: darle todo el poder a un político que en Santa Cruz había construido un feudo, a un impostor que nunca se había preocupado por los Derechos Humanos y que ahora levantaba esa bandera, incluso con discursos y medidas ridículas. Pero, en aquel momento ser kirchnerista era “cool”: ¿cuántos colegas nuestros eran K? La gran mayoría, si vamos al archivo.

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