“De todo laberinto se sale por arriba”, supo decir el escritor argentino Leopoldo Marechal en el afán de hallar una escape a situaciones problemáticas o sufridas. La solución que propuso el poeta en “Laberinto de amor” calza a la perfección con la encerrona que vivió en los últimos días el presidente, Mauricio Macri.
Con el impulso del triunfo en las elecciones legislativas de octubre, el jefe de Estado dio inicio a la etapa más difícil de su gestión: la del ajuste en el gasto público. Con esa premisa diagramó un programa basado entre tres patas: el acuerdo fiscal, la reforma laboral y los cambios tributarios. Como las urnas le habían dado un respaldo importante, pero no definitorio, para avanzar con esta tríada de objetivos, Macri indefectiblemente debió apoyarse en sus aliados de gobierno, como el radicalismo y Elisa Carrió; en los gobernadores peronistas y en los sindicatos. Fue, entonces, cuando Macri quedó atrapado en el laberinto que le tejieron los mandatarios, los gremios y hasta sus circunstanciales aliados.
Entre pasillos
El primer intento por “salir” había sido exitoso. Un acuerdo político con 23 de los 24 gobernadores que contiene 11 puntos tendientes, fundamentalmente, a una reducción de los gastos públicos y a una merma en la presión impositiva. La finalidad justificada fue la de atraer inversiones y de generar empleo privado.
Pero ese consenso fiscal rubricado por los referentes provinciales incluye, a su vez, un compromiso. Sólo es factible que la Nación cumpla con los envíos de remesas a los mandatarios si se crea una “caja” nueva. Por eso, la pulseada por la reforma previsional se convirtió en la madre de las batallas a ganar para la Casa Rosada: los $ 100.000 millones de “ahorro” que generará el Estado a partir de las modificaciones en los cálculos jubilatorios irán a financiar el reparto de recursos entre las provincias.
El compromiso, desde luego, debía ser mutuo. “Voté porque me lo pidió (Juan) Manzur”, había dicho el senador, José Alperovich, luego de levantar la mano por la reforma previsional en la sesión de la Cámara Alta. Como el ex gobernador, otros tantos senadores acataron los pedidos de sus gobernadores. Cuando el proyecto llegó a Diputados, en cambio, la situación varió rotundamente para la Nación.
Con 257 miembros y una heterogénea procedencia, el macrismo depende en exceso de que los gobernadores cumplan con el compromiso. Es el caso del tucumano Manzur, que horas antes de la caótica sesión del jueves le había sacado a la Nación el anuncio de que no gravará con el 17% a las bebidas azucaradas. A cambio, debía garantizar el apoyo de al menos tres diputados en el recinto. José Orellana, aquel alperovichista que llevó a Famaillá a Sergio Massa y a José Cano a comer empanadas en 2014, y que se coló luego en la lista de candidatos por el Frente para la Victoria, resume la falta de respuesta de los diputados a los gobernadores. El “Mellizo” firmó el dictamen de mayoría, pero no bajó al recinto. En términos políticos, Orellana hizo lo que le pidieron, pero dejó en el macrismo la responsabilidad de garantizar el quórum. Como él, otros tantos parlamentarios especularon así el jueves y ayudaron al fracaso político del macrismo.
Así, el primer camino seguido dentro del laberinto no lo llevaba a ningún lado. Afuera, las fuerzas de seguridad reprimían a manifestantes políticos y sindicales que se habían congregado. Adentro, el macrismo ni siquiera había podido controlar la situación: al tambaleante quórum se le sumaba la presencia amenazante de dirigentes políticos que, según admiten diputados y asesores, habían pasado la noche dentro de algunas oficinas para enrarecer el debate dentro del recinto. Lo lograron.
La imagen del presidente de Diputados, Emilio Monzó, revoleando una piña desde el estrado, fue una muestra de la impotencia de Cambiemos.
Sin encontrar una salida al laberinto en el que se había metido, Macri intentó en la tarde del jueves provocar una salida “por arriba”. Eso, ni más ni menos, simboliza el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que llegaron a redactar y a firmar varios ministros para que la reforma previsional comience a regir.
Elisa Carrió apareció en escena nuevamente para marcarle el sendero a seguir al Gobierno nacional. La diputada, por la siesta, había resuelto el levantamiento de la sesión, antes de que la violencia dentro y fuera del edificio terminara en una tragedia. Y, ya por la noche, le bastó sólo un tuit para frenar el envalentonamiento del entorno presidencial para avanzar con los cambios jubilatorios a cualquier precio.
“Un DNU violaría gravemente la Constitución Nacional”, advirtió, lacónicamente, la lideresa de la Coalición Cívica. Bastó la potencia de su voz para que la Quinta de Olivos repensara la alternativa que había propuesto a fin de eludir el debate en el Congreso.
Ya un poco más calmos, el último día de la semana mostró a Macri y a los suyos siguiendo el camino señalado por Carrió: se anunció una compensación para los jubilados, pensionados y beneficiarios de asignaciones universales y pensiones, y se convocó a una nueva sesión de Diputados para este lunes. Nuevamente, el Presidente tiene el compromiso de los gobernadores peronistas, con quienes intercambió llamados entre la noche del jueves y la mañana del viernes, de que acompañarán la reforma en el recinto.
Así, desobedeciendo a Marechal, quizás Macri pueda salir de una noche doliente.