César Chelala
Médico, consultor en Salud Pública
Recientemente, mientras buscaba un libro en mi biblioteca, me di cuenta de que una palabra en su título tenía la respuesta a un problema que durante meses me había estado intrigando. El libro es “El imitador de voces”, del escritor austríaco Thomas Bernhard. Y la palabra que resolvió el misterio es “imitador”. Esa palabra sola describía perfectamente al Presidente: Donald Trump se hace pasar por “el presidente”.
Los imitadores de celebridades, también conocidos como personificadores o parodistas, son artistas que se parecen a las celebridades y se visten y actúan como si fueran ellos. Varios comediantes han demostrado ser excelentes imitadores: entre ellos Tina Fey, Rich Little, Jim Carrey, Robin Williams. Y las figuras más frecuentemente imitadas fueron presidentes, como Richard Nixon, Barak Obama, Gerald Ford; o artistas como Michael Jackson, Madonna y Elvis Presley. Donald Trump, incapaz de aceptar ser superado, decidió hacerse pasar por “el presidente”.
Al convertirse en un imitador, el Presidente Trump ahora puede decir que no es responsable de la multitud de tuits estúpidos que su imitador ha estado escribiendo últimamente, que parecen estar saliendo de él a un ritmo cada vez más acelerado. Al decidir rechazar esa responsabilidad, tenemos un ejemplo más de la falsedad de su pensamiento.
Lo reciente
Sus tuits más recientes y abusivos han alcanzado un crescendo casi imparable y preocupan aún a sus seguidores. Refiriéndose a dos personalidades de la televisión, Trump tuiteó: “El ‘loco’ Joe Scarborough y la ‘tonta como una roca’ Mika Brzezinski no son malas personas, pero su programa de baja calidad está dominado por sus jefes de NBC. ¡Qué lástima!”. De esa manera, Trump no solo estaba diciendo algo impropio de la dignidad de la presidencia, sino que también hacía una observación gratuitamente insultante.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, defendió a su jefe en una conferencia de prensa en la Casa Blanca diciendo: “miren, el pueblo estadounidense eligió un luchador; no eligieron a nadie para sentarse y no hacer nada”. Más tarde, declaró a la cadena de radio MSNBC: “hubo una cantidad escandalosa de ataques personales no solamente contra él sino también contra las personas que lo rodean”.
Sin embargo, la opinión de la señora Huckabee Sanders no fue compartida por el senador de Carolina del Sur, Lindsey Graham, quien tuiteó, “señor Presidente, su tuit está debajo de lo que usted representa y demuestra lo que está mal con la política estadounidense, no la grandeza de Estados Unidos”, una opinión compartida por muchos de sus colegas republicanos.
Scarborough y Brzezinski escribieron un artículo de opinión en “The Washington Post” titulado “Donald Trump no está bien”. En ese artículo, detallaron las varias observaciones insultantes que ha estado haciendo sobre ellos (“la loca Mika”, o “El sicótico Joe”) lo que los impulsó a afirmar: “los líderes y aliados de Estados Unidos se preguntan una vez más si este hombre es apto para ser presidente. Tenemos nuestras dudas, pero ambos estamos seguros de que este hombre ni siquiera está mentalmente equipado para seguir viendo nuestro programa”.
Juicio lapidario
En un artículo de opinión en el “New York Times” el doctor Jeffrey Lieberman, jefe del Departamento de Psiquiatría en la Universidad de Columbia en Nueva York, emitió un juicio lapidario sobre Donald Trump cuando escribió: “hay otro problema con el debate actual sobre la condición mental del señor Trump. Se asume que su comportamiento no es voluntario, y que su conducta impactante o “no presidencial”, es un síntoma de enfermedad mental. Este tipo de pensamiento contribuye a la estigmatización de la enfermedad mental. Es muy posible que simplemente tenga ciertas cualidades personales que no encontramos ideales en un líder, como es ser un matón narcisista que carece de civilidad básica y no responde a cortesías comunes. Que él es, en una palabra, un imbécil.”
Nunca antes en la historia reciente de los Estados Unidos se ha cuestionado a un presidente sobre su salud mental para ocupar su cargo, como en el caso de Donald Trump. Su comportamiento errático ha llevado a algunos demócratas a instar a sus colegas republicanos a respaldar un proyecto de ley que potencialmente podría expulsar al Presidente de su cargo si se demuestra que está incapacitado mental o físicamente. Si se convierte en un verdadero presidente, y no en su imitador, quizás Donald Trump pueda evitar ese trágico destino.