La creación de la Superliga llegó acompañada por ambiciosos anuncios y promesas de cambios. Promesas que no pasaron de ser simples expresiones de deseos. Lo único que cambió es para ver los partidos por TV hay que pagar. El fútbol argentino sigue igual o peor que antes. Y aunque algunos crean que esto puede mejorar, las señales que se envían desde la AFA no son alentadoras. La supuesta reestructuración de la B Nacional, en caso de concretarse, será un paso atrás. Para entenderlo mejor: se repetirán errores del pasado y en lugar de avanzar hacia una competencia mejor y torneos más atractivos, se intenta revivir una pulseada que comenzó a mediados de los 80 y que a esta altura debería estar superada.

Las diferencias entre los clubes del interior y los de Buenos Aires no son nuevas. Cuando en 1986 Julio Grondona decidió reestructurar el formato de competencia y creó la B Nacional tuvo que negociar con los clubes de la B Metropolitana. La AFA se hizo cargo de los traslados y alojamiento -si el viaje era de más de 600 kilómetros iban en avión- y los equipos de las provincias aceptaron ceder el 50 por ciento de la recaudación cuando eran locales pero no recibían nada cuando eran visitantes. El tema económico, al igual que ahora, fue el argumento utilizado por los clubes metropolitanos que vuelven al ataque apoyados en el titular afista, “Chiqui” Tapia, hombre del ascenso que presidió Barracas Central.

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El formato que se busca imponer ahora ya fracasó a fines de los 90. ¿Por qué insistir con volver al pasado? Hay que consolidar a la B Nacional como la segunda categoría profesional del fútbol argentino y que allí jueguen lo que merecen y puedan hacerlo. No aquellos que se aferran a privilegios que no tienen sentidos y no deben ser avalados por la dirigencia.

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