El corazón de África late en Tucumán
“A través de la cultura podemos unirnos y crear un mundo sin fronteras, sin diferencias. Todos las personas somos iguales. La música es universal y no depende de dialectos ni de idiomas; hablamos con los sonidos y ellos permiten que nos entendamos”.
Babacar Dieng comienza hablando lento, pero a medida que avanza la entrevista con LA GACETA toma velocidad. Las experiencias en su Senegal natal y en la Europa que recorre desde hace más de 30 años se cuelan en la charla, centrada en el presente y con la mirada puesta en el futuro que construye con su fundación -Sonidos de África- al rescatar niños abandonados en la calle.
La conversación se mueve al ritmo de los instrumentos de percusión, que sobre el escenario son la prolongación de sus brazos en el concierto “Visiones de Senegal”. Es uno de los músicos más reconocidos en su estilo, además de compositor y cantante, y se propone demostrar su arte esta noche en el Teatro Mercedes Sosa junto a su grupo Diengoz y al ballet Aduna (palabra que significa vida), integrado por jóvenes que estaban marginados y que ahora participan de su proyecto social en Louga, su ciudad natal. Habrá aporte tucumano, ya que actuarán también el dúo La Yunta, Manu Sija y la orquesta popular infanto juvenil Rolando Chivo Valladares, con la que Babacar comparte el concepto de que el arte es socialmente útil.
La entrada es libre y gratuita a un recital donde se respirará la música, el color, la energía y las costumbres de la comunidad griot. La música le viene de familia, y Babacar lleva el mismo nombre de su abuelo, que fue nombrado “gran tambor de Senegal”. “Hay que ver y conocer el mundo, para luego volver a la tierra de uno con ganas de hacer más cosas. Muchos africanos piensan que en Europa o en América la gente vive como reyes, pero si no se trabaja, se termina en la calle. Queremos mostrar una cara de África que no es hambre, pobreza, guerra o el Islam violento. Tenemos una cultura muy rica y variada”, afirma, y ejemplifica con la experiencia de su país, ya que convergeron diversos pueblos con sus dialectos y sus músicas.
Sus tambores djembé, tama y senebar sabar se encontraron con los sonidos metálicos de la korá (similar a un laud) o instrumentos electrónicos como guitarra, bajo o teclado, lo que le permite “aliviar los golpes fuertes de la percusión africana y abrirse camino al corazón de las personas”. Su proyecto artístico ya es conocido en el viejo continente. “Nos faltaba entrar en América, donde los africanos también tenemos muchas raíces. En la Argentina me siento más cerca de la gente que en otros lados, nos dan mucho amor. Tuvimos público de 70 años que se puso a bailar en nuestras presentaciones”, confiesa.
- ¿Hay un trabajo de fusión en sus temas?
- En el recital son sólo ritmos tradicionales africanos, pero es cierto que ya son sonidos universales, por lo cual hay un proceso de fusión en muchas experiencias. Fue muy importante la difusión que se logró con el movimiento del world music, que hizo que mucha gente conozca la música africana.
- La cultura africana en general se vincula con lo espiritual.
- Nosotros venimos de una guía espiritual, los bayfal, que nos ayudan a llegar a Dios. Y se dice que la percusión es la palabra de Dios, porque cuando uno escucha los tambores se siente dentro de sí mismo. También están siempre presentes nuestros ancestros y nuestra cosmogonía en ritmos como el mbalax, el coucou, el douloumbe y el soukouss.
- La percusión fue una herramienta tecnológica antes que expresión artística...
- Fue nuestro modo de comunicación cuando no había escuelas que nos alfabeticen ni teléfonos. Nos hablábamos entre los pueblos distantes con la percusión y eso sigue presente como marca. Así nos enterábamos de que llegaba un rey o un guía espiritual o había alguien que necesitaba ayuda. Ahora sirve también como medio de vida, porque los ritmos africanos están presentes en todo el mundo. También es un tema de salud, porque la percusión te ayuda a ponerte bien cuando estás tenso, enfadado, molesto o con problemas. Te transporta a otro estado. Hay que sentir primero para entender después. A partir de la propia identidad puedo encontrarme con los otros.
- ¿Tu vida es un ir y volver constante a Senegal?
- Sí, desde los 18 años. Estuve viviendo en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Bélgica, Túnez, Egipto y España. Elegí trabajar en el exterior, pero no olvidar mis raíces. Lamentablemente hubo muchos senegaleses que murieron tratando de llegar a Europa, con la idea televisiva de que allá hay de todo, cuando no es así. Y con los que llegaron, mi misión es que vuelvan al país porque son importantes y útiles. Siempre vemos a los extranjeros más altos o mejores que los senegaleses, cuando no es así. Todo lo que se busca afuera puede encontrarse dentro de nuestros países cuando entendamos que nuestra cultura vale y que una nación que no la tenga, es nada.
- Estás radicado en Madrid, donde sos un representante cultural de tu país.
- Soy un embajador de la diáspora. Desde el Ministerio de Cultura de Senegal me encargaron trabajar en las relaciones internacionales para intercambios artísticos, como el Festival Internacional de Música y Artes Lazos que creé hace dos años y al que invito a músicos de otras naciones para que vean nuestras riquezas. El arte me salvó: en el grupo no tomamos alcohol ni fumamos tabaco. porque queremos estar lúcidos para saber qué queremos hacer, qué queremos decir. Si debo tomar algo para transmitirle un mensaje a otra persona, no lo estoy haciendo en realidad. Todos los artistas debemos tener un compromiso social, vivirlo y enseñarlo a nuestros seguidores, como lo hizo mi amigo Youssou N’Dour, gracias a quienes tenemos democracia y libertad en mi país. Sé quién soy, y qué quiero para mi país y para mi gente.
- ¿Qué te aportan los distintos países que recorrés?
- Ya en el propio Senegal, con la llegada de gente de otros países africanos, mi sonido se amplió. Por ejemplo, se dice que el jazz viene de África, y ahora estamos haciendo un disco de afrojazz con el saxofonista Juan Muró, así como acabamos de grabar con Tonolec y con un trío de tango en Buenos Aires.
- ¿A quiénes atiende tu fundación?
- A los que no tuvieron oportunidades, a los segregados y a los abandonados. Estamos formando chicos, desde que son pequeños hasta que son mayores, y a mujeres que no están alfabetizadas en distintos oficios, aparte de su participación en actividades artísticas porque forman el grupo de danza, son músicos, actores, cineastas... Aparte les damos alojamiento y comida, en un campo de 1.000 hectáreas donde cultivamos distintas cosas. Ellos elaboran telas, trajes, bisutería, tallas e instrumentos que nosotros exponemos y vendemos. Les enseñamos el arte ancestral y tradicional para que vivan de lo que hacen y se sientan personas importantes y respetadas en la sociedad.