DEBUT
• A las 22 en el teatro Municipal Rosita Ávila (Las Piedras al 1.500, ex Mercado de Abasto).
Catto Emmerich interpreta a un personaje frío y calculador, que mantiene una lucha interna sobre su sexualidad, la que vuelca en sus gustos extraños. Eso impide que se anime al amor en forma franca. Es la voz del mudo (Aníbal Rueda).
› Roberto Rodríguez
José Ramayo se transforma en el secretario general del gremio de Visitadores Médicos, un hombre de doble cara: cobarde ante su mujer que lo echó de la cama por sus fuertes ronquidos; y valiente para sus amigos. Busca rehacer su vida.
› El mudo
Aníbal Rueda asume el rol del más sensible de los cuatro amigos. Perdió su voz al fallecer su amada mujer, a quien extraña todos los días en un duelo que no logra superar. No soporta las injusticias ni la mentira.
› Artemio Godoy
Fernando Godoy compone un ser patético y cobarde, que sabe que su esposa le es infiel pero insiste por todos los medios en volver al lecho conyugal del que fue despojado. Tiene temor y admiración por Roberto Rodríguez.
El desamor une a cuatro visitadores médicos en su pesar, y los encuentra en una sala de espera que es una síntesis del estado de su corazón. Son amigos que se conocen desde hace tiempo, lo que implica que saben lo bueno y lo malo de cada uno, y que identifican en el dolor la ausencia del ser deseado.
“Rotos de amor”, la obra de Rafael Bruza, se estrenará esta noche en el teatro municipal Rosita Ávila, con las actuaciones de Catto Emmerich, Aníbal Rueda, Fernando Godoy Fresneda y José Ramayo.
El estreno se demoró una semana por cuestiones técnicas, postergación que sirvió además para que lleguen “relajados, tranquilos, disfrutando, jugando mucho y contentos”, según el glosario de sensaciones que el director Gonzalo Véliz le dio a LA GACETA.
- Dirigís a cuatro actores con experiencias y tránsito escénico muy distintos. ¿Qué los une?
- Todos entendieron perfectamente la propuesta de la dirección, que es resaltar el trabajo de la dramaturgia de Bruza, que es un texto maravilloso. Pretendo que el público se siente y pueda deleitarse con la labor actoral, con muchos detalles y muy pocos objetos. Los actores tienen la misión de construir a través del vacío.
- Que representa a su vez el vacío afectivo que tienen.
- Exactamente, simboliza esa situación. En el escenario hay sólo cuatro sillas. Cuando se enciende la luz, ellos van al lugar y representan la situación desde la convencionalidad. Tengo cuatro actores muy buenos, cuyo talento se ve en las 10 escenas que componen la obra.
- Venís de otra estética teatral. ¿Qué te atrajo de esta propuesta, que es mucho más clásica que otras que montaste?
- Me gusta bucear en aguas muy distintas y cuando Ramayo me trajo esta idea, que él mismo la define como comercial en el sentido del laburo efectivo, me entusiasmó. El teatro de Bruza es detallista, escribe mucho y cuenta bien el cuento, con escenas de una manera muy clásica. José se hace cargo de la producción, me dejó elegir a los actores con los que quería trabajar y me dedico específicamente a la dirección, a diferencia de otras experiencias. Somos una cooperativa.
- ¿El teatro comercial está mal visto?
- Siempre hubo pruritos, en Tucumán, en la Argentina y en el mundo. Me siento preparado para encarar esta manera distinta de producir, que los teatristas independientes tenemos que aprender a hacer, porque es muy interesante. El rol de cada uno está muy bien marcado.
- ¿Pesa que Bruza sea del interior (es santafesino), que no tenga una mirada porteña sobre las historias que cuenta?
- Es un loco de la guerra, maravilloso, que tiene un modo de escribir desde el regionalismo. Tiene el humor rosarino y la música santafesina en su forma. Tiene una circularidad muy interesante. Me pude adentrar en su obra más allá de “Rotos de amor” y ahí es donde encontré distintas conexiones con sus textos. Te permite trabajar de otra forma, aconseja pero no impone ni se estructura como el centro del mundo. Juego con los sonidos de Queen y sólo va a un tango al final.
- ¿Estás buscando emocionar?
- Claro que sí, tanto al público como a los actores, que deben ser verdaderos en sus emociones y en la comunicación entre ellos. Y que los espectadores salgan de la sala pensando en lo patético que es cada uno cuando se enamora. Yo lo soy extremadamente y lo llevo a escena. Hay mucha femineidad en este texto, porque el hombre tiene un costado de mujer.