Los tucumanos tomaron protagonismo desde la primera jornada de la Fiesta Nacional de Teatro, que comenzó el sábado en Rosario y durará ocho jornadas con más de 40 obras en escena (entre representantes de cada provincia y en adhesión).
El encuentro tuvo un inicio formal con los discursos de rigor enmarcados en la trascendencia de los 20 años de vigencia de la ley 24.800, que creó el Instituto Nacional de Teatro (INT) y regula los aportes federales para sostener la actividad creativa. Hay consenso general en todos los espacios de teatristas que sin esos recursos millonarios la producción se vería sensiblemente afectada, con menos puestas en escena y cierre de salas (ambas subsidiadas).
La significación del festival en Rosario es doble: por un lado la celebración del aniversario redondo de dos décadas y por el otro, la defensa de lo conseguido en este tiempo de ajuste y crisis. Así que las palabras inaugurales de la tucumana Nerina Dip, integrante del Consejo de dirección del INT, sonaron con esa intencionalidad. “Siempre es tiempo de las memorias, un trabajo que se debe asumir todos los días y hoy lo hacemos en el mismo espacio donde arrancó y a recordar a los que trabajaron para mantener este espacio y a los que nos permitieron llegar hasta acá”, dijo en referencia a que hace dos décadas Rosario alojó el encuentro organizado por primera vez por este ente nacional. “Esta es una fiesta federal, donde todas las formas teatrales son bienvenidas”, agregó, y lo visto en la jornada les dio la razón a sus palabras con diferentes estéticas.
En la sala estaba el director ejecutivo del INT, Marcelo Allasino, quien ayer dejó la Fiesta ya que viajó a Colombia a una reunión internacional en representación de la Argentina. La cabeza de la institución decidió no dar el discurso de apertura, a diferencia de funcionarios provinciales y municipales (como la intendente socialista Mónica Fein) que sí hablaron con mensajes genéricos. Son las tres patas que financian el encuentro. Tampoco habló el secretario ejecutivo del INT, el anfitrión Miguel Palma, responsable de la organización en el territorio.
En un galpón
“El circo de los Marsilli” fue la primera obra de la grilla oficial de las seleccionadas en cada provincia. La propuesta tucumana dirigida por Gonzalo Véliz nació el año pasado en forma itinerante y en espacios no convencionales para contar una comedia trágica urbana (como la define el autor) sobre una celebración amarga de una primera comunión.
La puesta debió combatir con un sitio asignado que no atendía a sus necesidades de concentración de energía asfixiante dentro de una familia donde la violencia y los secretos son su dogma.
El galpón donde se presentó la puesta dejaba un gran espacio libre por donde se filtraba la angustia de los personajes agobiados en una historia donde se plantea la falta de salidas. Por el contrario, en esta función los actores debían recorrer muchos metros, a lo que se sumó la dificultad técnica en el montaje de las luces.
Todo ello generó una exigencia extra a los actores y al director, que luego reconoció que el lugar había conspirado con su diseño aunque no afectó en forma general el núcleo de su propuesta sino su intensidad. Eso se confirmó con un público entusiasta (invitado como voyeur a una reunión amarga y triste) que disfrutó de la obra y la premió con sus aplausos.
Previamente, había sido el turno del grupo de Córdoba, Cirulaxia Contraataca, con la obra “Ubu rey” de Alfred Jarry; y posteriormente cerró “La edad de la ciruela”, del grupo Ampoya, de Chubut.