Otro espaldarazo al teatro tucumano en la Fiesta Nacional

Fue muy buena la recepción a “...Que pase algo (título en proceso)”. Una noche polémica.

PROTAGONISTAS. La obra de Sergio Prina (ausente en Rosario) fue elogiada. prensa PROTAGONISTAS. La obra de Sergio Prina (ausente en Rosario) fue elogiada. prensa

“... Que pase algo (título en proceso)” pasó airosa la exigente prueba de la Fiesta Nacional de Teatro. Ante un público expectante y sala colmada en Rosario, la obra del ausente Sergio Prina (esta en Cannes con “El motoarrebatador”) se asentó en las particularmente logradas actuaciones de Camila Plaáte y de Luis Salazar como la actriz y el técnico de una obra teatral que nunca se estrena. Los acompañan muy efectivamente Ruth Plaáte, Ezequiel Martínez y Fernando Solórzano.

La propuesta tucumana despertó risas desde el primer momento y no pararon hasta poco antes de su dramático cierre. Los momentos logrados y el ritmo ajustado en un espacio que pudo ser convenientemente adaptado a la idea original (era un gran desafío) completaron la satisfacción del público.

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Ese conjunto de factores dejó en segundo plano el leve desnivel que pueden tener las actuaciones del quinteto sobre el escenario y especialmente las debilidades argumentativas, que de alguna forma se asumen en la primera parte del título. El deleite pasa por la justeza y realidad de los vínculos de la ficción, de ese elenco de mentira que está sostenido por un elenco en serio. Y si hay un “título en proceso” habrá que ver hacia dónde llega el trabajo en su conclusión. En especial con su cierre que genera ciertas dudas en la platea sobre si concluyó o no la obra.

Buena parte del público agradeció que el trabajo no haya partido de grandes premisas, que no fuera agobiante en lo técnico ni que la forma dominara el relato, sino que se cuenten historias de relaciones humanas con simpleza y profundidad en equilibrio; algunas de ellas se derrumban como el video de implosiones que se proyecta.

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El jurado nacional Luis Rivera López reivindicó especialmente la originalidad del teatro tucumano, que fiesta a fiesta presenta producciones diferentes y sin repetirse en estéticas ni en intenciones. En este caso, tras tres años de trabajo, se presenta una obra basada en cosas pequeñas, cotidianas, afectivas, con una sólida coherencia en la puesta en escena, que para parte del público tiene elementos cinematográficos.

Clásico reversionado

En ese sentido fue la contracara de la versión de “Hamlet. Herencia de la carne” que el grupo rionegrino (de Bariloche) Baco Compañía Teatral presentó en la misma jornada, entrelazando el texto original con “Maquinaria Hamlet”, del germano Heiner Muller, y con elementos de “Macbeth” y de “Sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare. La apuesta parte de un texto y una historia popularmente conocida, por lo que pesa más la forma del decir que su contenido.

Un sólido dispositivo escénico toma preponderancia por sobre las actuaciones, que sin desentonar entre ellas juegan al distanciamiento y a un expresionismo que no se lleva a fondo, Párrafo especial para las “bufonas” (según el programa, aunque bien podrían ser brujas, espectros, la misma muerte...) Helena Benito y Emilia Linardi, cuyos personajes sin texto llevan adelante buena parte del relato y se hacen cargo de los cambios de ritmos y cortes de situación.

“Bisnietas, herederas del viento” acercó una obra intimista, sencilla, cuidada y basada en la cercanía afectiva y visual con el público. El texto de Erika Halvorsen, a cargo del grupo Libélula Sur (de El Calafate), parte de su investigación sobre la migración que comenzó a poblar la Patagonia, y la llegada de mujeres que eran prostituidas. Sin grandes discursos ni denuncias, el trabajo de Fernanda López López, Andrea Landaburu, Susana Meyer y Nevenka Svarka, dirigido por la debutante Andrea Fernández, está lleno de detalles y sutilezas, aunque carece de acciones teatrales y se centra en decir adecuadamente los párrafos. La emoción de las actrices al descubrir su pasado común llega a la platea, que disfruta de una historia chica, bellamente contada y sin artificios.

El cierre con “Los reídos” quebró la platea y generó una fuerte polémica. Mientras muchos reían con ganas y disfrutaron de las actuaciones de Sebastián Cardozo, Darío Lovatto, Carlos Sánchez y Guillermo Zambón, otros estaban indignados por un texto en el que veían misoginia y machismo violento, que dejaban en un segundo plano la puesta en escena y el planteo de un trazo grueso histriónico de comedia chabacana.

La obra sobre un gaucho del interior de Corrientes y su hijo que deben huir luego de asesinar e incendiar su rancho (al principio se cree que las víctimas son mujeres) y se transforman en bandidos rurales heroicos, causó indignación en ciertos sectores por la falta de explicitación escénica respecto a que la puesta encerraba ironía y burla, y no convalidaba la agresión y menos aún el femicidio. En el debate se derivó acerca de si un elenco debía hacerse cargo de la recepción del público a la propuesta artística, sin conclusiones generales. Por lo pronto, los 34 años de trayectoria del grupo correntino Raíces (de Monte Caseros) demuestran que lo hecho no es una casualidad, sino una etapa más de su trabajo constante.

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