Néstor Zapata comenzó a hacer teatro en 1966, donde fundó el grupo Arteón, un sitio de referencia para todas Santa Fe, con proyección nacional. Como dramaturgo estrenó una treintena de obras (entre ellas, “Malvinas: sentimiento de un pueblo”) y como director montó más de 50 producciones en la Argentina y en el exterior.
Hace más de 40 años, el rosarino Néstor Zapata comenzó literalmente a recorrer los caminos del país a bordo de su auto destartalado para sumar voluntades y construir la Federación Argentina de Trabajadores del Teatro (Fatta).
Se transformó luego en un profeta pagano que llevaba pueblo por pueblo el mensaje de la necesidad de una ley nacional que regule la actividad teatral independiente sin distinción de distritos, y que disponga el otorgamiento de recursos, ayudas, subsidios y apoyo docente para su desarrollo.
Esa idea germinal se transformó en una norma efectiva en 1997, bajo cuyo amparo nació el Instituto Nacional de Teatro (INT) y le dio impulso al arte escénico por toda la Argentina. De allí que, a dos décadas de su vigencia, el premio a la trayectoria nacional que recibió Zapata durante la reciente Fiesta Nacional haya implicado, indirectamente, un reconocimiento a todos los que pujaron para la sanción de esa norma.
“Nos ha tocado ser los fabricantes de ilusiones, las construimos para nuestro pueblo. Le damos el alimento necesario para no bajar la guardia; le damos a los jóvenes el ejemplo para seguir soñando por un mundo mejor. Somos transgresores, los que hacemos las cosas que a la mayoría no termina de gustarle, fundamentalmente a los políticos. Vamos contracorriente para decir que no todo está bien y que navegamos río arriba para encontrar el origen, el principio, la luz donde nació el amor”, sostuvo Zapata.
El director, docente y dramaturgo pidió a todos los artistas “recuperar la mística, la fe y la convicción de hacer teatro”. Heredero de una tradición colectiva, negó que “una trayectoria sea una actitud individual, porque ninguna se hace en soledad; son un hecho que produce la gente toda junta, no existe sin el público, sin los actores, sin los trabajadores, sin el pueblo y sin la política”. “Son múltiples, infinitos pedacitos de cosas que se hicieron junto a otros y hay que recordar a quienes nos acompañaron”, agregó.
“Hay un esfuerzo grande de todos los que hacen teatro en este territorio del sur del mundo. Con la Fatta creamos el principio testarudo, prepotente e irrenunciable de tener una ley de teatro, con muchos luchadores que hoy no están, para hacer un país federal”, señaló.
Zapata se pronunció en contra de la idea que lo único que sirve “es materializar la vida, que el confort y el tener satisface al hombre”. “Somos actores, dramaturgos, directores... Vinimos a soñar, a tomar un pedazo de la realidad y revivirlo, mirarlo de otra manera, ficcionarlo como mejor nos parece y devolverlo a quien nos lo dio. Los artistas envejecen y mueren, pero los personajes no, porque están en el imaginario de la gente y en la ilusión del pueblo. Los creamos, pero les debemos todo”, concluyó.