“Delpo” y “Peque” accedieron a los cuartos de final con distinta dificultad, pero con gran nivel

CON ESFUERZO. “Peque” dio vuelta el partido para ganar. fotos reuters CON ESFUERZO. “Peque” dio vuelta el partido para ganar. fotos reuters

Difícil que alguno de nosotros pensara que Juan Martín del Potro iba a lucir como luce en París, cuando hace 18 días se retiraba en Roma, contra David Goffin, con un desgarro en su aductor izquierdo. La lesión es historia y no ha representado inconveniente alguno para el tandilense. En cada una de sus cuatro victorias, y más allá de distintos momentos tenísticos, Juan Martín ha estado activo, intenso, agresivo y seguro en sus movimientos, y enfocado mentalmente sin necesitar desviar parte de su energía para ir testeando cómo estaba su pierna.

Su triunfo de ayer, 6-4, 6-4 y 6-4 ante el estadounidense John Isner, fue una impactante muestra de autoridad, un mensaje rotundo respecto de quién era el mejor jugador de la cancha. De principio a fin el tandilense se mostró en control de cada faceta de su juego, con una seguridad inalterable. Vayan como muestra dos detalles numéricos: apenas concedió dos chances de ser quebrado (salió airoso de ambas) y ganó casi el 40% de los puntos cuando recibió segundos servicios, algo inaudito si quien saca es Isner. Así, su triunfo maduró rápidamente y con 25 winners y apenas 14 errores no forzados se instaló en cuartos de final, instancia que no alcanzaba en París desde 2012 y en la que mañana enfrentará a Marin Cilic.

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Más temprano en la jornada, Diego Schwarztman reclamó, otra vez, un lugar importante en la historia de nuestro tenis. ¿Por qué? Con su triunfo frente a Kevin Anderson se convirtió en el octavo jugador argentino con al menos dos presencias en cuartos de final de un torneo de Grand Slam.

Claro que el triunfo de “Peque”, levantando desventaja de dos sets por primera vez, no puede limitarse a una referencia estadística. Sin duda Diego recordará este lunes 4 de junio como uno de los días más importantes de su carrera. Su victoria fue una especie de milagro tenístico en el que su fe jugó un papel determinante. Y es que no era fácil seguir confiando después de los dos primeros sets que Anderson firmó 6-1 y 6-2. Ya en el tercero el sudafricano sacó 5-4 y entonces “Peque” quebró dos veces seguidas y lo ganó 7-5. Anderson también sacó 5-4 en el cuarto y Schwartzman lo estiró hasta ganarlo 7-0 en el tie break.

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El partido era una locura. Tan loco y anárquico que el quinto set puso sobre la mesa cinco quiebres en los cinco games iniciales. A partir de allí Diego no volvió a mirar atrás. Afirmó la ventaja para 4-2, volvió a quebrar y ya no encontró resistencia. Cayó de espaldas sobre el polvo de ladrillo después de acertar su segundo ace y, al levantarse, su cara fue una inmensa sonrisa de dientes y ojos brillantes. Apretó el puño, miró a su equipo de trabajo y, aunque minutos después se enteraría de que Rafael Nadal será su siguiente rival, Diego disfrutó sentirse el tenista más feliz de la tierra.

Los cuartos de final comenzarán hoy con Novak Djokovic-Marco Cecchinato y Dominic Thiem-Alexander Zverev.

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