Para Gustavo Córdoba, nada como el fútbol en las inferiores de Atlético

Como todo ex futbolista del ascenso que no llegó a “salvarse”, Córdoba cambió la industria automotriz por su pasión y ganó.

Para Gustavo Córdoba, nada como el fútbol en las inferiores de Atlético LA GACETA / HÉCTOR PERALTA

La cita es en la vieja sala de kinesiología del complejo de Ojo de Agua, una habitación de forma rectangular, de paredes blancas gastadas y partidas casi al medio por una banda celeste que cubre la mitad de todo el lugar. Un escritorio de latón, grande como una camilla, es la mesa de trabajo de Gustavo Alejandro Córdoba, el dueño de dos nombres propios que lleva con orgullo. “Depende el barrio o la ciudad, me llamarán ‘Ale’ o Gustavo”, dirá al rato de comenzada la entrevista con LG Deportiva.

Su escritorio es lo más parecido al tablero de un arquitecto: Córdoba es el técnico de la Reserva de Atlético y además coordinador de las divisiones formativas del club. Hace un 2x1 laboral pero con gusto, reconoce quien llegó hace 6 años a la institución como “formador”, y porque se animó a seguir el consejo de un amigo y ex compañero de filas en el fútbol del club de 25 de Mayo y Chile, Pablo Jemio, también DT del semillero “albiceleste”.

Hola, “Belleza”

“El Ale”, como el dicen en el barrio Ampliación Kennedy, donde nació y se crío, vendía autos. Lo hacía por necesidad y porque en su época de futbolista profesional, el viejo Nacional B no pagaba lo que hoy. No rendía dividendos, era poco rentable. No daba para hacer la famosa “diferencia”. “Menos en un defensor, un lateral derecho como yo. Los contratos no eran muy altos y tampoco se podía ahorrar demasiado”, se ríe el ex Gimnasia de Jujuy. Lo de vestirse de traje y corbata, lo de salir a la calle a vender planes de auto fue un bien necesario. “Era, creo, el único vendedor del mundo que no tenía idea qué había en un motor o cómo había que vender el auto en cuestión”, cuenta. Córdoba se hizo de abajo, fue quemando etapa. “Empecé a trabajar gracias a Guillermo Rojkés, un amigo personal, y quien me ayudó mucho fue Aldo Coronel, un fanático de Atlético”, menciona “Ale” esa parte de su vida que culminó con un tercer nombre propio: “Belleza”. “Ja, ja, ja, sí. Después de pasarme cuatro meses viajando me gané una especie de ascenso que consistía en poder vender dos días a la semana los planes en la concesionaria. Un día va un cliente, me consulta por un auto familiar y me pide que levante el capó. No sabía qué iba a decirle, si me consultaba sobre alguna especificación técnica. Bueno, me consulta qué tal era el motor y me salió decirle: ‘una belleza’. Bajé el capot y sonreí. El hombre compró el plan. Desde ese momento también empezaron a llamarme ‘Belleza’, ja”.

Siempre el fútbol

En sus años mozos, “Belleza” era de los que usaba pelo largo. Los años le han restado ese poder de fuego hasta la calvicie. Cambió pelo largo por barba estilo vikinga. Córdoba, que con “su diario de lunes” y sentando en su escritorio de latón cree haber tomado la mejor decisión de su vida, seis años atrás. “Pablo me dijo que sabía que Diego (Erroz) estaba por arreglar en Atlético y que vendría con un proyecto global para mejorar las inferiores del club. Habíamos sido compañeros en Tiro Federal (Rosario) así que lo llamé y le dije que cuente conmigo en caso de que llegara a necesitarme. A los dos meses me devolvió la llamada y me invitó a sumarme al proyecto de las divisiones formativas. No lo dudé, y eso que en aquel momento había una diferencia de 50% entre lo que ganaba vendiendo autos y lo que iba a cobrar en Atlético. Además, era como tirar una moneda al aire teniendo un trabajo estable. Mi señora, María de los Ángeles, acostumbrada a los vaivenes del fútbol, me apoyó. En mi familia, en cambio, pensaban que estaba loco por dejar un puesto de trabajo estable en el que llevaba seis años. Bueno, hoy te digo que acerté en mi decisión, je”. Gustavo, así lo llamaban en Instituto de Córdoba, arrancó como coordinador de las divisiones menores de Atlético, a la par de Erroz.

“El primer año solo estuve en la coordinación. En el segundo le dije a Diego que cuente conmigo para dirigir. Quizás al principio no le dije nada porque sentía que no me gustaba o que, en realidad, no iba a saber cómo transmitir mis conocimientos. Hoy soy feliz con lo que hago”, reconoce Córdoba, que hace poquito junto a su Reserva y su 4-3-3 con falso nueve (jugó Juan Cruz Kaprof) le ganó 2-0 a la Reserva de Independiente, un día después del 4-2 del plantel superior al “Rojo”.

“Jugué así porque ellos jugaban así, hay que saber adaptarse... el futbolista debe saber adaptarse. En las divisiones menores de Atlético intentamos que los chicos sepan desenvolverse en dos o tres posiciones. Al nueve no lo vas a poner de central, pero sí hay que enseñarle que puede correrse un poco para los costados, o que puede retrasarse y cumplir una función diferente. Es clave que un futbolista tenga recursos, los puede necesitar cuando suba al plantel superior. La versatilidad en el fútbol es importante”, asegura el Córdoba que puede variar dibujos, pero jamás tocará la línea de cuatro.

“Puedo jugar 4-2-3-1, 4-3-3, 4-4-2 pero jamás con línea de tres en el fondo. La postura que tenemos en Atlético es la de poder preparar laterales, una posición difícil de lograr. Sobre todo por izquierda, porque el derecho si puede jugar por izquierda, pero el zurdo no puede hacerlo por derecha”.

La gran misión

Erroz es un actor de reparto en la conversación. Es el cebador oficial de mates del convite. Erroz es el jefe de Córdoba, pero se nota que son amigos. Conviven todos los días, como con el resto del enorme, aunque pequeño a la vez, equipo de trabajo que está inmerso en las divisiones menores del “Decano”. “Acá se entrena, prácticamente, de lunes a lunes”, explica “Ale”. “Es casi semiprofesional lo que hacemos y que los chicos puedan sostener esa intensidad es complicado”, dice.

“Hay chicos que juegan sábado y martes; viajan cada 15 días y pueden pasar dos meses sin que dispongan de un día libre. Sumale que tienen que ir al colegio y que además se levantan temprano para venir a los entrenamientos. Es una vida muy sacrificada”, aporta Erroz. Triunfar en el fútbol es tan complicado como ganarse la lotería. Real.

De Primera

Ser entrenador de Reserva no suele ser una función sencilla. “Y no, porque podés entrenar toda la semana con un selectivo de jugadores (chicos destacados citados de diferentes categorías) y llega el fin de semana y jugás con otros, porque bajaron los del plantel superior, por ejemplo. “Pero más allá de eso, nuestra misión sigue siendo la misma: formar jugadores y personas para el futuro”, afirma Córdoba. El promedio de edad del equipo que le ganó a Independiente no superaba los 21 años. Kaprof era el mayor, con 23. Y en el reciente triunfo sobre Rosario Central jugaron chicos de 16 años.

El sentido de pertenencia es clave. “Para nosotros ha sido maravilloso el aporte de la subcomisión de fútbol amateur y también la colaboración de los jugadores que bajan del plantel superior. Son todos muy profesionales, serios; apoyan a los chicos, los aconsejan”, agradece Gustavo, y vuelve a mostrar los dientes.

Después de esa carcajada, Córdoba confirma que su decisión valió cada fruto, que haber apostado por Atlético y que Atlético haya apostado por él, fue una gran decisión. “Hay que seguir trabajando, porque siempre hay aspectos por mejorar. Pero esa, al fin y al cabo, es la idea, ¿no?”.

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