Tijuana recibe con reticencias a los migrantes

Expulsados por la pobreza, la guerra, la violencia política y el crimen organizado, millones de personas en todo el mundo abandonan sus hogares cada año, en busca de un lugar donde su vida no peligre. El politólogo Pablo Yañez cuenta que los tijuanenses tmen que la ciudad se convierta en un campo permanente de refugiados.

ESPERANZA. Muchos de los recién llegados quieren quedarse en las playas.  Reuters ESPERANZA. Muchos de los recién llegados quieren quedarse en las playas. Reuters

Millones de personas se ven obligadas cada año a dejar sus hogares, perseguidas por el hambre, la guerra o la violencia. La desesperación las impulsa a subirse a una balsa, a caminar miles de kilómetros bajo el sol o a ponerse en manos de traficantes para llegar a un lugar donde su vida no peligre.

El fenómeno de la migración masiva, aunque no es nuevo, ha entrado de lleno en la agenda pública en los últimos años. Afecta a los países de Medio Oriente y del norte de África, desde 2001, cuando se lanzó la “guerra contra el terrorismo” y a los países de Centro y Sudamérica donde la pobreza, el crimen organizado o la opresión politica hacen la vida insoportable.

Es el caso de los miles de centroamericanos que ingresaron a México con intenciones de cruzar la frontera hacia Estados Unidos.

“Esta mañana (por ayer) llegaron ocho camiones más -cargados con cientos de migrantes- y se espera que lleguen unos 25.000 hondureños a la frontera”, le contó a LA GACETA Pablo Yáñez, politólogo de Tijuana que en estos días presencia el arribo de la caravana que salió de San Pedro Sula, en Honduras, el 13 de octubre. Los integrantes de esta ola migratoria son, en su mayoría, hondureños, pero también hay guatemaltecos y salvadoreños, que ingresaron a México desde Guatemala por el estado de Chiapas el 19 de octubre.

Los centroamericanos recorrieron desde su entrada a México, Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Ciudad de México, Querétaro, Jalisco, Nayarit, Sinaloa y Sonora hasta llegar a Tijuana.

Los recién llegados no han sido muy bien recibidos, cuenta Yañez: “La percepción de los tijuanenses es que la ciudad se va a convertir en un campo permanente de refugiados y eso les preocupa”.

Un problema se manifestó apenas arribó el primer contingente, formado por integrantes de la comunidad LGBT. “La mayoría de los albergues en Tijuana son privados, con denominación religiosa y no aceptan a migrantes LBGT, especialmente personas trans”, explicó el politólogo. La mayoría tuvo que acampar en la calle o en la playa.

La situación, sin embargo, tiene un costado esperanzador: “Esto siempre ha sido así -explica-. Hace unos años hubo una migración de haitianos, que terminaron asentándose y se integraron totalmente en la sociedad tijuanense, que es muy dinámica económicamente”. Las autoridades, relata, han hecho colectas de apoyo, con la esperanza de que la ciudad les otorgue trabajo y que se terminen asentando.

La solución, por ahora, parece estar congelada, mientras siguen llegando integrantes de la caravana. El miércoles, un centenar de vecinos se enfrentó con un grupo que acampaba la zona de Playas de Tijuana y les exigió que abandonaran el sitio y se fueran a albergues porque allí generan inseguridad y suciedad, dijeron.

Algunos aceptaron ir a un refugio, pero otros dijeron que querían quedarse en la zona del faro, junto a la reja que separa México de Estados Unidos, para mostrar su presencia al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ya anunció que, al contrario de lo que esperan los migrantes, endurecerá las condiciones para pedir asilo.

Un derecho humano

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en sus artículos 13 y 14, reivindica el derecho de las personas a moverse libremente y a buscar refugio y asilo en casos donde su vida corre peligro.

“La migracion es un derecho humano. Está reconocida como un derecho fundamental, innato al ser humano, tan básico como la salud o la vida”, dice Stella Juste, experta en Relaciones Internacionales.

Juste diferencia entre las condiciones por las que las personas deciden moverse de su lugar de origen. “Un migrante es una persona que, en virtud del contexto socioeconómico, tiene necesidad de irse del lugar donde está. Esas razones pueden ir desde la pobreza hasta un desastre natural”, explica. “Un refugiado, según define el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), es aquella persona cuya vida está en riesgo, ya sea por persecución política o a su grupo de pertenencia, por la violencia de pandillas (como ocurre en Honduras)”, añade.

El derecho a migrar y a pedir asilo está reconocido por tratados internacionales, como el Pacto de San José de Costa Rica o la declaración de la OEA, firmados y ratificados por casi todos los países del mundo, que reconocen que el migrante es un sujeto de derechos, sobre todo ante situaciones de vulnerabilidad. Los Estados, al adherir a estos instrumentos jurídicos, se exponen al reproche internacional ante un incumplimiento.

Los reclamos internacionales, sin embargo, no están siendo escuchados. Las condenas de la OEA o de la ONU no conllevan un castigo para países que, como Estados Unidos, limitan el derecho al asilo. Eso lleva a pensar, dice Juste, en la necesidad de reformar los organismos que siguen funcionando como cuando fueron creados, después de la II Guerra Mundial, para que sean representativos.

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