El sábado todavía está lejos, aunque ahora la sensación ya no está tanto en la piel. Se liberaron, sólo un poco, en la cancha de Villa Mitre, de Tafí Viejo. Un grupo de hinchas de Boca y de River jugaron el súperclasico autóctono, con fin solidario de por medio, pero también para pulverizar -si es que algún día se podrá- ese monstruo llamado “violencia” que les impide ver, en carne y hueso, cuando sus equipos se enfrentan. Ellos se pusieron las camisetas y de ser espectadores pasaron a ser protagonistas.
“Me gustaría ver un súperclasico en Tucumán”, se ilusiona Leonardo Manuel Giménez. El hincha de la “Agrupación Xeneize” tiene un deseo que roza la utopía. Sin embargo, lo que ellos hicieron es como un rayito de luz iluminando. “Ya habíamos jugado contra ellos. Y ahora tenemos la oportunidad de pregonar la no violencia”, contó Carlos Romano de “Amigos por River”.
Las tribunas de Villa Mitre no estuvieron repletas como seguramente estarán las del estadio Monumental el sábado. Sí, tuvieron entusiasmo. Ahí se mezclaron todos los colores de la tarde calurosa: rojo, amarillo, azul y blanco. “La pasión está en los dos lados”, afirmó Diego Córdoba que sonreía de oreja a oreja porque River estaba 3-0 arriba. Nada hizo posible que la victoria se le escapara al “Millonario”. Aunque no formará parte de una estadística oficial, este Boca-River fue más allá de los números. Formará parte de las sensaciones eternas. “Como hinchas, todos queremos ganar... aunque sea un amistoso”, reconoció José Eduardo Albano, otro “xeneize”. Y si de estrategias se trata para ganar, Daniel Molina pensó en una. “Quería que sea como una intimidación”, sostuvo el hincha que se hizo un corte de cabello en el que se escribió el nombre de su equipo. Si bien Molina tiene a River en la cabeza fue claro que los protagonistas del súperclasico tienen a sus equipos no sólo en la mente, también en el alma.