Desde Buenos Aires, la politóloga Anabella Molina reflexiona sobre las repercusiones del caso Fardín. Para ella, la explicación del movimiento #MiráCómoNosPonemos hay que buscarla en la toma de conciencia femenina. “Desde 2015 las mujeres hemos comenzado a entender que todas somos partes de lo mismo”, dice.
El 3 de junio de 2015, la primera marcha relacionada con el “hashtag” #NiUnaMenos movilizó a las mujeres contra la violencia de género y su consecuencia más grave, el feminicidio. Desde entonces, Molina participó en las reuniones de preparación de las marchas de 2016, 2017 y 2018. En su opinión, #MiráCómoNosPonemos no es un reflejo de #MeToo, la campaña de concientización contra el abuso y la agresión sexuales que movilizó el año pasado a las actrices de Hollywood, sino que tiene unas raíces mucho más cercanas al movimiento de mujeres en la Argentina. “La declaración de Thelma Fardín es una consecuencia de #NiUnaMenos, es parte de un movimiento que ha crecido mucho estos años, que empezó en Argentina y se exportó a Latinoamérica”, afirma.
Para Molina, la visibilidad de la denuncia de Fardín permitió que el problema de las mujeres que denuncian situaciones de violencia llegara a amplios sectores de la sociedad, lo que produjo un efecto de identificación. “Me parece -dice- que todas las mujeres hoy hablamos un mismo lenguaje, que hemos entendido que hay estructuras culturales y sociales que ponen a la mujer en una situación de vulnerabilidad. La agenda de las actrices feministas favoreció la visibilidad de esta progresiva emancipación de las mujeres”.
Al ser consultada sobre cómo prevenir las situaciones de violencia contra la mujer, Molina detalla algunas políticas públicas que le parecen necesarias: “el Estado tiene que aumentar el porcentaje de refugios y el presupuesto que destina a la problemática de la mujer. Los programas deben guiarse por una visión que priorice la emancipación de las mujeres y les otorgue herramientas a nivel laboral, a nivel de independencia económica”. Para ella, el Ministerio de Desarrollo Social tiene una visión asistencialista y, a su criterio, el área que conduce Carolina Stanley ignora que el problema tiene una raigambre cultural muy fuerte.
Por otra parte, piensa que la ley de Educación Sexual Integral (ESI) es sumamente necesaria: “en los pocos lugares en que se empezó a implementar con mayor seriedad, ha tenido efectos bastante inmediatos. Los alumnos han empezado a hablar de situaciones de abuso por parte de profesores, de maestros, de su propia familia”. Sobre esto último, Molina cree que, aunque es muy difícil que la violencia doméstica salga a la luz, la ESI puede tener un efecto de mitigación y ayudar a visibilizar los casos de agresión y abuso intrafamiliares.
Ola de escraches
#MiráCómoNosPonemos recibió algunas críticas por situar la responsabilidad de la denuncia sobre las víctimas, algo que podría ser retraumatizante. Sin embargo, Molina piensa que el caso de Thelma Fardín fue bastante cuidado y buscó evitar la revictimización: “el colectivo de mujeres de actrices argentinas -explica- se viene juntando desde la votación por el aborto legal. Como en todas las ramas laborales y sindicales, es un movimiento bastante consolidado, que trabaja sobre distintas problemáticas y está asesorado por abogados, especialistas en violencia contra la mujer y psicólogos. Es algo bastante planificado, pensado para no revictimizar. El fundamento del video fue que Thelma no tuviera que explicar una y otra vez lo que pasó. Con el video ya estaba todo dicho. Ésa fue la forma de evitar la revictimización”.
Aunque algunos críticos del caso Fardín han cuestionado la ola de escraches en redes sociales con argumentos de debido proceso, Molina piensa que esa opinión es más una imagen de cierta reacción misógina que una crítica a una problemática efectiva. “Es verdad -aclara- que hay que tener cuidado, esperar los tiempos de la ley y tratar de mantener la presunción de inocencia. Pero en comparación con la cantidad de gente que no denuncia situaciones de violencia que sí ocurren, que ronda el 65% o más, el número de mujeres u hombres que por algún interés particular denuncian algo falso es relativamente muy bajo, del 5 al 7%. Me parece que eso es mucho más marginal que el problema de que las mujeres no denuncian”.
Finalmente, Molina vuelve sobre la gran visibilidad del caso Fardín. “Masificación no es espectacularización. Lo que la masificación muestra es que la sociedad se sacó el velo de oscuridad, que la problemática es visible en toda la sociedad”, argumenta.