El Pozo de Vargas es uno de los símbolos que testimonian lo ocurrido durante mediados de la década de 1970. Entre 2000 y 2001, un grupo de estudiantes, docentes y graduados de la carrera de Arqueología de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT comenzó a trabajar en el lugar junto con organismos de derechos humanos, abogadas querellantes y familiares de víctimas de las desapariciones forzadas ocurridas durante aquel tiempo en Tucumán. A partir de los testimonios de Pedro Mercado, Juan Carlos Díaz y un vecino del predio, esa labor conjunta posibilitó el hallazgo de la primera inhumación clandestina en el país.
Víctor Ataliva, especialista del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit) y del Instituto Superior de Estudios Sociales, ISES (UNT-Conicet), explicó a LA GACETA los trabajos de investigación desarrollados en el Pozo de Vargas.
-¿Qué equipos realizan la investigación?
-En 2002 terminamos de configurar, desde la Carrera de Arqueología, el primer equipo forense local: el Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán (Giaat). Desde él, estuvimos a cargo de la investigación hasta mediados del año 2009. Desde fines de ese año, cuando creamos el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit), hasta la actualidad, es este el que realiza la intervención forense en el Pozo de Vargas. Es el equipo responsable de la recuperación de los restos óseos que posibilitaron la identificación nominal de 110 personas: 20 mujeres y 90 hombres. A los análisis genéticos los realiza la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas (ILID). Es importante señalar que, hasta el momento, en Tucumán el ILID realizó unas 135 identificaciones nominales: en el Pozo de Vargas, entonces, se recuperó al 80% de estas personas identificada. Demuestra la relevancia dada por los represores a este lugar en el marco de su política de exterminio.
-¿Cuál es el aporte del ISES a la investigación?
-En estos últimos 4 años, y a partir de la incorporación de integrantes del Camit al ISES, comenzamos una etapa de trabajo que está permitiendo, por un lado, difundir el trabajo forense realizado en Tucumán y, por otro, avanzar con investigaciones referidas a las trayectorias políticas y laborales de hombres y mujeres identificados en el Pozo de Vargas. Esto es muy relevante ya que posibilitará entender las estrategias de los represores para desestructurar el movimiento y la resistencia obrera en los 70. Por ejemplo, hasta el momento un total de 12 trabajadores ferroviarios fueron identificados en Tucumán, 11 de ellos en el Pozo de Vargas. Esto remite a los sectores sociales que fueron perseguidos de forma sistemática por reunir un conjunto de valores que los perpetradores querían obturar: la identidad gremial, la solidaridad entre las familias de estos trabajadores, el compañerismo en el ámbito laboral y puertas afuera de la fábrica.
-¿Cuál es la sensación cada vez que se realiza una identificación en el Pozo de Vargas?
-Cada una de las identificaciones es profundamente significativa para nuestro equipo porque siempre tuvimos presente que detrás de cada centímetro excavado en el interior del Pozo de Vargas, de cada resto óseo recuperado y de cada análisis genético efectuado, está la trayectoria de vida de hombres y mujeres que fueron víctimas de la desaparición forzada. Por lo tanto, cada identificación y, posteriormente, la restitución a las familias, constituyen verdaderos actos de retorno de estas personas al seno familiar y al ámbito social.
Por ejemplo, hace un mes, (los restos de) Segundo Bonifacio Arias, el primer trabajador ferroviario identificado en el Pozo de Vargas, regresó a Tafí Viejo y a su lugar de trabajo: los Talleres Ferroviarios. Organizado por la familia Arias, sus ex compañeros y los actuales trabajadores lo recibieron en las propias instalaciones ferroviarias. Y allí está resumido gran parte del trabajo forense realizado en el Pozo de Vargas: a más de veinte metros de profundidad no se recuperan huesos, sino historias de vida.