Hace 75 años el Cottolengo Don Orione abría sus puertas a los más desprotegidos

Hoy se oficiará una misa en acción de gracias en la capillita. Una obra sostenida por una comisión de damas. El hogar atiende a personas con discapacidad.

PASTELERAS DEL 25 DE MAYO. Silvita (adelante) seguida de Lorena, su compañera, corre a repartir pastelitos rellenos con dulce de membrillo. la gaceta / fotos de inés quinteros orio PASTELERAS DEL 25 DE MAYO. Silvita (adelante) seguida de Lorena, su compañera, corre a repartir pastelitos rellenos con dulce de membrillo. la gaceta / fotos de inés quinteros orio

“Las puertas del Pequeño Cottolengo no preguntarán cómo te llamas o cuál es tu creencia, sino cuál es tu dolor”, decía Don Orione, el santo de la caridad. A Estelita Rizo nadie le preguntó nada cuando llegó al hogar. Tenía seis años cuando atravesó la puerta del Pequeño Cottolengo Don Orione de Tucumán, un día como hoy, 28 de mayo, pero de 1944, y no se fue más. Hoy Estelita estará presente en los festejos de los 75 años de la institución que le dio cobijo y participará de la celebración de una misa que el arzobispo de Tucumán monseñor Carlos Alberto Sánchez presidirá a las 10.30.

Una vez cada 30 días se celebran todos los cumpleaños del mes. En septiembre Luisa Aráoz celebrará sus 90 años. Pero en el “Cotto” los años no cuentan. Para el equipo de profesionales y señoras de la comisión los 85 residentes son “chicos” que merecen mimos y palabras de aliento.

No hablan mucho. Aunque les gusta cantar, bailar y disfrutar cada día del inmenso jardín lleno de flores que los rodea. Tienen distintos grados de retraso mental, algunos complicados con discapacidad motora, auditiva o visual y a veces padecen todas esas falencias juntas, por lo que varios permanecen en sillas de ruedas. Pero el enorme cariño que reciben de enfermeras, médicos y personal auxiliar y de mantenimiento que están a su servicio los 365 días del año, les devuelve la alegría. Transcurren sus días en largas caminatas o paseos en sillas de ruedas, talleres de actividades recreativas y jornadas de rehabilitación en el centro de día.

La mayoría no tiene familia o la que tiene no puede cuidarlos, explica María José Terán de López, presidenta de la Comisión de Damas del Cottolengo Don Orione. Pero Raquel y Janina, se tienen una a la otra. Son madre e hija. Serias dificultades mental y motora no les impide prodigarse el amor que sienten una por la otra, se sonríen, se buscan y se acarician con la mirada. Vienen de Salta, porque de los 12 Cottolengos del país, el de Tucumán es el mejor equipado. Su centro de día cuenta con una sala de estimulación multisensorial de última generación, segunda en importancia en la provincia.

Las instalaciones ocupan toda una manzana de avenida República del Líbano 2148, donada por Evaristo Etchecopar en homenaje a su esposa, Sofía Avellaneda.

El cuidado de la salud no es la única prioridad del hogar. La atención espiritual y los valores también son importantes para la institución. En el salón adornado de celeste y blanco por la fiesta del 25 de Mayo, Julio César, uno de los abanderados del acto, lleva la insignia sonriente, con el mentón en alto, sin evitar que por momentos lo gane la emoción. A su lado, Manuel luce con orgullo su jabot de caballero mientras porta la bandera del Cottolengo. Es uno de esos días en que le toca actuar de Don Orione. Su parecido físico con el fundador de la obra, con su pelo blanco y las cejas negras, le hacen merecedor natural de ese papel.

ABANDERADOS. Julio César, Manuel y Cecilia llevan las insignias.  ABANDERADOS. Julio César, Manuel y Cecilia llevan las insignias.

Las señoras de la comisión aplauden desde el público. Al paso de los abanderados le siguen las damas antiguas y las negritas mazamorreras. Toda una diversión que termina con reparto de bollitos calientes y tortas rellenas con dulce de membrillo. Magui Paz de Buffo, Marcela Palazzo y Pachi Carminatti de Cossio además de la presidenta, son algunas de las 15 colaboradoras de la obra. Su tarea ha ido pasando como un legado de generación en generación, como en “una cadena de amor”, dice María José. La administración está a cargo de la comunidad religiosa, en la persona de su director general, el padre Henry Ventura, quien vela por el carisma orionita.

“Esta no es una empresa de salud ni es un geriátrico, es una institución religiosa, con un carisma, que atiende a personas con discapacidad. Es un hogar con un centro de día para personas con discapacidad severa y profunda que trata de rehabilitar al máximo las potencialidades de los pacientes para lograr su independencia, autonomía, sociabilización e integración”, explica la directora técnica Patricia Barrojo. En suma, el cottolengo es una institución con “un corazón grande y generoso, capaz de llegar a todos los dolores y a todas las lágrimas” como lo había soñado su fundador.

> Cómo se sostiene
El Estado mantiene un retraso de cuatro meses en los pagos

El Pequeño Cottolengo Don Orione se sostiene principalmente con las facturaciones al PAMI y al programa Incluir Salud. Sin embargo, los sucesivos retrasos en los pagos por parte del Estado crean grandes inconvenientes a la institución. “En este momento el Estado adeuda cuatro meses de prestaciones”, afirma el administrador de la institución, Ernesto Silva. El 75% de los ingresos se va en sueldos y cargas sociales. La tarea es delicada. Aunque los dineros no llegan, la institución jamás corta los medicamentos ni las prestaciones a los pacientes. La mayoría de la población es dependiente y necesita una dieta especial. De los 85 residentes 20 están postrados o en sillas de ruedas y muchos otros no reciben ningún tipo de aporte ni obra social, deben ser sostenidos en un 100% por la institución. Además la mayoría de las personas debe estar en un ambiente climatizado. El desfasaje financiero en este momento es del 40% en relación al valor real sumado al que se pierde después de tantos meses de espera, afirma Silva.

> En 30 países
En Argentina la obra tiene presencia en nueve provincias

La Obra Don Orione es una congregación religiosa fundada por San Luis Orione, presente en Argentina desde 1922, que dedica su labor a los más abandonados y desprotegidos de la sociedad. Es una organización sin fines de lucro edificada sobre dos pilares fundamentales que son la fe y la caridad. Su aporte diferencial de otras organizaciones es su idea de inclusión social, en la convicción de que no puede haber personas desechables, ni vidas sobrantes, por eso recibe a los que nadie quiere recibir. La obra nació en Italia y actualmente está difundida en más de 30 países en los cinco continentes. En Argentina la Obra tiene presencia en nueve provincias: Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Misiones, Río Negro, Santa Fe y Tucumán. En Argentina la Obra está conformada por 12 cottolengos donde residen 1.500 personas con discapacidad de diferentes grados: retraso mental, Síndrome Down, discapacidad motora, auditiva y visual y discapacidad múltiple. Cuenta con 22 escuelas, un terciario, tres hogares y cuatro centros de día.

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