03 Junio 2019

PROFECÍA IDIOMÁTICA

Todos saben lo que sentimos y pensamos los hoy jubilados que todavía transitamos el suelo de nuestro grande y bendito país. Para aquellos ciudadanos que fueron y serán favorecidos o condenados de acuerdo a lo que les toque vivir durante el mandato que les conferimos con el voto popular, desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego, desde el Presidente y todos los gobernadores de provincia, que juraran desempeñar con lealtad y patriotismo, honestidad, honorabilidad y hombría de bien, regir los destinos de esta hermosa y bella Argentina, les dejo esta reflexión y pensamiento de mi sentir y el de la mayoría de mis compatriotas: A) El engaño es la utilización de la mentira, y atenta con la posibilidad de confiar en quienes la practican; B) No intentar producir un cambio es iniciar un camino hacia la marginalidad y la mediocridad. “Al que le toque, que se ponga el sayo”, y les digo: C) No hay tiempo que no se cumpla, ni deuda que no se pague. Gracias por leerme, y piensen lo que aquí quedará plasmado como deseo de verdadera superación, que nos permita salir a corto y mediano plazo del desencanto y la frustración que sentimos ante la desesperante situación que nos agobia y no nos permite crecer como verdadero país. Herencia recibida de largos 60 años de conducción equivocada de ciudadanos y partidos políticos que la ejercieron. Recuerden que: A) La esperanza es pacificación y y proyectos; y para lograrla hay que poner en marcha mucho cuota de diálogo y consenso; B) Hay que ponerle pasión a la cordura, para concretar los objetivos previstos; los desafíos son grandes, pero vale la pena intentarlo.

Carlos Mario Gutiérrez

Avenida Independencia 102


San Miguel de Tucumán

A LAS SOMBRAS DE LO RELATIVO

En nuestros años juveniles tuvimos la suerte de leer, comprender y aprender, de aquellos hombres -los que con sus ideales tenían grandezas-, que signaron lo que hoy somos. No debemos olvidar a Leandro Alem, y en ese devenir (cuando la Argentina estaba entre los 10 países más importantes del mundo), con el tiempo, y ante de los años de 1940, figuras como Lisandro de la Torre, José Ingenieros, y con otras ideologías pero no menos capaces y morales: el doctor Alfredo Palacios, el doctor Mario Bravo y Américo Ghioldi, quienes dejaron ejemplos de capacidad y de vida, cuyos ecos siguen resonando como referentes y ejemplos que aún perduran, para los que las vivieron y para los que pudimos acceder a sus enseñanzas. Creo que nos haría falta, leer o releer “El hombre mediocre”, “Las fuerzas morales” y “Hacia una moral sin dogmas”, libros (del doctor José Ingenieros); y en tiempos no lejanos, a Arturo Illia y Ricardo Alfonsín, hombres que, más allá de sus logros, dignificaron a nuestra historia política. Hoy vivimos a las sombras de lo relativo, de los ideales idealizados, de grandezas maquilladas, de promesas que no se cumplen, de los declamadores delirantes, de un sinnúmero de ilusorios políticos, de los discursos huecos de contenidos. Somos el reflejo de lo desvirtuado. Días pasado disertó en nuestra ciudad el economista José Luis Espert sobre la socioeconomía y la política de nuestro país, clarificó -desde lo humano y profesional- sobre las múltiples falencias que hoy nos llevan a estar como estamos los que dirigen los destinos de nuestro país y para los que pretenden ser gobierno. Todos, sin excepción, prometen de todo, pero ninguno de ellos es capaz de explicar “el cómo”. La relatividad de los análisis no concuerdan con la realidad que vivimos; dicho de otro modo, el mayor problema que tiene el actual gobierno, aparte de su incapacidad, es su falta de capacidad comunicacional, sus amañadas formas de eludir la realidad desde su terca actitud de no saber reconocerla. Podría enumerar todos las falencias, mas me quedo en el solo hecho de preguntar, ¿qué funciona bien en esta Argentina de Mauricio Macri? ¿Cuál es su mérito para postularse para las próximas elecciones? No caben dudas de que el segmento del partido radical que lo acompaña le da la posibilidad de continuar al frente del gobierno. Pero, los peros van y vienen en nuestra Argentina volátil de los camaleones. El miedo, sí, el miedo es lo que más desestabiliza a millones de argentinos, el no saber hacia dónde vamos, el no saber cuán profunda es la gravedad de lo que hoy vivimos, el hecho lamentable de no saber, ni poder elegir, entre remedios y un plato de comida. Mientras la mayor variable de ajuste sea el bolsillo de los argentinos que menos tenemos, mientras las necesidades básicas no nos dejen salir de este estado de genuflexión y no tengamos fuerzas para mirar el sol de una justicia social genuina, lo más primordial de los derechos humanos sólo será una esperanza difícil de alcanzar en la realidad de la vida de cada argentino.

Héctor Leonardo Bravo

EL “CHAQUEÑO” PALAVECINO (i)

Nuevamente, y con seguridad azorados, nos enteramos por la prensa cordobesa de la actitud desapacible de un cantante folclórico agraviando, en público y con groserías (“El chaqueño Palavecino...”, LA GACETA, viernes 27/5/19), a una periodista y a un aficionado que brindó muestras de humildad aleccionadoras ante las ofensas que padeció. Comportamientos tan deplorables y que se verificarían como verosímiles, o son expresiones de resentimientos incontrolados o son manifestaciones ensoberbecidas por el éxito fatuo y la opulencia. Hechos de esta naturaleza, reiterados y vanidosos, medran en el sentir del conjunto. En el país, la reinserción de la música folclórica en el etario juvenil, básicamente, se asentó en su momento a través de la irrupción edificante de una inspirada adolescente y de un conjunto innovador y pujante que fructificó en saludable expansión. No se sustentó en la afrenta gratuita y oprobiosa que se yergue como efecto de una ostentación inadmisible, y en escenarios de exhibición pública, como agravante. El empresariado del espectáculo artístico debe tomar razón para no incurrir en complicidad respecto del daño a la privacidad de la persona y al sentimiento colectivo, y si de la autoridad oficial se trata, mayor celo debe observarse porque la disposición de recursos del erario público reconoce un límite infranqueable al uso discrecional de los mismos: la preservación de los valores básicos del medio cultural. La sociedad suplica como nunca por la tutela de sus intereses superiores.

Gerardo R. Perdiguero

EL “CHAQUEÑO” PALAVECINO (Ii)

No sé hasta qué punto será cierto lo que denunció públicamente un cantante cordobés, respecto al maltrato que recibió de parte del “Chaqueño” Palavecino, en un recital que recientemente ofreció el popular cantante salteño en Córdoba. Lo que sí me parece real y sensato, es que tener ídolos populares tiene un límite de edad, que no debería pasar de los 20 años. De lo contrario, se queda expuesto a sufrir grandes papelones, como el que supuestamente pasó este hombre con su ídolo folclórico. Además, hay hasta imitaciones de los ídolos de la gente y mucho más para decir sobre este tema, pero me voy a quedar con una simple anécdota familiar que muestra hasta dónde se llega a quedar expuesto, a causa de la pasión popular. Hace cinco años, mi hermano, Roque, un fotógrafo muy querido en nuestra ciudad (fallecido el 4 de abril pasado), fue a Buenos Aires, y mientras paseaba por La Boca se le acercó “¡el doble de Maradona!” y le dijo: “Amigo, ¿querés sacarte una foto con el Diego?”. A lo que él le respondió: “¿Cuánto cuesta la foto?”. “$10”, le dijo el oferente. “Bueno -le contestó mi hermano-, dame $5 nomás y sacate la foto vos conmigo”.

Daniel E. Chávez

DANTE A. LINYERA

Néstor Pinsón cuenta que fue muy corta la vida de este bohemio impenitente, cuyo pecado mayor fue vivirla tan de apuro y sin ningún cuidado. Francisco Bautista Rímoli nació en Buenos Aires en 1903, de padre calabrés, y pronto quedó huérfano. Si a los 14 años ya andaba suelto por la vida, fue lógico que buscara un medio para poder expresar lo que sus andanzas le iban enseñando. Lo encontró en el periodismo. Primero en el diario “La Argentina”, luego fue “El Telégrafo” y también “La Montaña”, mítico periódico fundado por Leopoldo Lugones y José Ingenieros. Y trascartón, “El Alma que Canta”. Allí, a través de sus notas, pudo expresar su dolor ante tantas injusticias recogidas por las calles de la ciudad. Ya para siempre había perdido su verdadero nombre. Tuvo más fuerza su irónica ocurrencia: Dante A. Linyera, sin omitir la letra A, que no pertenece a la inicial de su segundo nombre, alude a Dante Alighieri, esa fue su intención. Incursionó en la poesía romántica, escribió una decena de tangos y piezas teatrales para conjuntos filodramáticos. En 1926 reúne una parte de sus versos lunfardos, los publica con el título “Semos hermanos” y los dedica “a mi perro, porque no lo tengo”. En 1928 creó La Canción Moderna, que luego devino en la exitosa “Radiolandia”. Fue un hombre ensombrecido por los pobres, y como correspondía a muchos jóvenes de la época combatió por los desposeídos, siendo él, el primero. Linyera vivió hambreado, nunca tuvo un peso en el bolsillo, y se mantuvo fiel a una ideología hasta la locura final. Su breve vida fue una novela. Murió a los 34 años, tuberculoso y solo en el pabellón de un hospital.

Luis Salvador Gallucci

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