El robo de las señales viales en las rutas tucumanas

La realidad se ocupa de reflejar una parte de la idiosincrasia tucumana. El mote de amantes de lo ajeno ha trascendido los límites provinciales y no es, por cierto, motivo de orgullo. El robo del mobiliario público es una antigua práctica que está lejos de morigerarse. El latrocinio y la vandalización de las señales viales ubican a la provincia en el primer puesto a nivel regional. La ruta N° 157 parece ser una de las preferidas de los delincuentes.

En la localidad de Manuel García Fernández, los ladrones parecen cursar una suerte de posgrado porque, según un carpintero que vive a la vera de la 157, los obreros colocan una señal vial por la mañana y por la noche es sustraída. “Esta madrugada hacharon los palos; a la noche van a venir, engancharlo y tirarlo. Siempre se los roban, nunca duran. Es un problema cultural, no de la gente de Vialidad. Ellos ya deben estar cansados de ponerlos”, le dijo a un cronista de nuestro diario.

Estos hurtos ponen en aprietos a los turistas que visitan la provincia, particularmente en julio porque, al no haber señalizaciones, no saben cómo llegar a destino, sea a San Miguel de Tucumán o al valle, según contó el vecino que con frecuencia debe oficiar de guía de los desorientados en la encrucijada, de las rutas provincial 321 y nacional 38.

Cada cartel robado y dañado le cuesta al contribuyente alrededor de $10.000: los verticales, de acuerdo con el tamaño, cuestan entre $6.000 y $7.500 y a ese importa se le suma un 30 % por colocación. El precio aproximado de las señales viales incluye el grosor y el ploteo de las chapas, el hormigón o la madera de los postes. “La chapa es de muy buena calidad, por eso la roban. Pero no sé qué hacen con ella. Otras señales tienen balazos. Cada letrero cuesta mucha plata y muchos están dañados”, explicó el responsable de la Dirección Provincial de Vialidad.

El año pasado, la Nación instaló 294 nuevas señales en la provincia, de las cuales fueron robadas el 60%. En la ruta nacional 157, desaparecen 15 señales por semana; en la nueva traza de la 38, en un solo día se robaron todos los carteles de advertencias de curva que había entre Famaillá y Monteros, según indicó un funcionario de la Dirección Nacional de Vialidad.

Pero también la cartelería turística es blanco de los inadaptados, principalmente en el cerro San Javier y en la ruta provincial N° 307. Según la estimación de un funcionario del Ente de Turismo, si este año se colocaran 100 postes de información nuevos, en 2020 solo quedarían 60 en pie.

Si bien el hábito de robar o destruir lo que nos pertenece a todos está bien arraigado en un sector de la ciudadanía, se deberían buscar soluciones, comenzando por la educación que es el motor de cualquier cambio. Si los hurtos están localizados, no debería resultar muy difícil para la autoridad dar con los ladrones que posiblemente vivan en las cercanías de la zona, así como recorrer los corralones u otros lugares donde puedan venderse estos objetos, que no son muy comunes, por cierto. Y si no se sabe cómo combatir este delito, se podría consultar con aquellas provincias que hayan encontrado la manera adecuada de enfrentarlo con eficacia. Quedarse en la queja o apelar a la repetida frase “es una cuestión cultural” es también un modo de asumir con resignación este latrocinio que no solo perjudica a la sociedad, sino que también refleja la incapacidad de la autoridad para resolver este problema.

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