En la Costanera celebran las mejoras, pero recuerdan que aún falta mucho por hacer

Décadas después, algunos de los problemas estructurales se mantienen. Vecinos, especialistas y funcionarios analizan el fenómeno del barrio la Costanera.

Calles pavimentadas contrastan con las cuadras que aún son de tierra en el barrio La Costanera. Solidaridad entre vecinos y proyectos sociales se contraponen a la violencia y a las adicciones. Esta diversidad se refleja en el testimonio de sus habitantes, quienes celebran los avances y exigen que se deje de lado la estigmatización que los perjudica en diversos ámbitos. Pero subrayan que aún falta mucho por hacer.

“Aquí eran todo casillas y no había mucha calle tampoco, eran como pasillos. Hoy está hermoso el barrio, tenemos escuela, jardín, CAPS, todo”, compara Fátima Flores (30), quien vivió toda su vida en el sector norte de La Costanera. Su padre, Juan Carlos, dice que su abuelo fue uno de los primeros en llegar a esta zona. Como él, otras familias mencionan distintas causas al hablar del origen de lo que una vez fue un asentamiento informal, y que hoy está en proceso de regularización. Algunos se instalaron ahí para vivir de la basura que se desechaba en la orilla del río, otros aprovecharon la cercanía del área con el centro para buscar changas y/o cartonear dentro de las cuatro avenidas.

RESPETO. Gómez criticó a quienes discriminan a los vecinos de La Costanera.  RESPETO. Gómez criticó a quienes discriminan a los vecinos de La Costanera.

Aunque la villa de emergencia ya existía, fue a fines de la década del ‘60 que se registró una considerable expansión. Impulsadas por el cierre de los ingenios, familias en situación de vulnerabilidad optaron por trasladarse a la ribera del Río Salí. Como explica la urbanista e investigadora Paula Boldrini (ver nota aparte), el mercado inmobiliario prioriza el pedemonte, dejando de lado los terrenos que se encuentran alrededor del río contaminado.

Las mejoras

El Programa de Mejoramiento Barrial (Promeba) -que depende de la Nación, opera con fondos del BID y funciona en la órbita del Instituto de la Vivienda provincial- llegó a la zona de la ribera del Salí hace cerca de 10 años. “Tiene como finalidad la urbanización de asentamientos y villas para integrarlos a la trama urbana. Y tiene un abordaje integral”, define Marcos Mendoza, a cargo del área social del programa. Se atendió a problemas habitacionales, las calles se están pavimentando y se trabaja en las conexiones de agua, de cloacas y de gas. Según Mendoza, tras décadas de olvido, estos cambios impactan en la vida de las familias y las motivan a resolver otras cuestiones de su entorno.

COMEDOR. En la casa de una vecina opera un comedor para jóvenes adictos.  COMEDOR. En la casa de una vecina opera un comedor para jóvenes adictos.

El equipo del Promeba coincide en que estos avances no alcanzan para erradicar elementos que están arraigados hace décadas, como la falta de trabajo y la discriminación. “Sabemos de gente que se relocalizó dentro de este programa y se nota la diferencia (al buscar trabajo) entre dar un domicilio que te marque en la Costanera a dar uno de una casa del IPV”, dice Silvana Gravano, del área urbanística del proyecto.

Ana Martínez, a cargo del área ambiental, asegura que también tienen en cuenta la salud de los vecinos. “Al no haber tenido cloacas se contaminaba el agua. Los problemas más comunes son los gastrointestinales y los de la piel, por el agua que no es segura”, afirma antes de asegurar que esto cambia tras la instalación de la infraestructura.

Lo social no queda de lado. En una de las calles centrales, Martina Silva está de pie junto a su hija, Ana Rodríguez. Son compañeras en Hockey Club Barrio Costanera desde hace poco más de un año y entrenan en el Parque 9 de Julio. “También enseñamos a las chicas chiquitas. Las sacamos a divertirse lejos de las malas cosas que pasan todos los días acá”, dice Ana, quien se queja de la violencia que a veces asusta a los vecinos, sobre todo cuando se escuchan disparos.

ORGULLO. Juan Carlos dijo estar feliz con el barrio y que espera verlo mejor.  ORGULLO. Juan Carlos dijo estar feliz con el barrio y que espera verlo mejor.

Mercedes “Cipriana” Villagra creció en La Costanera, aunque ahora vive en la avenida Gobernador del Campo. Vuelve al barrio para colaborar con un comedor que, con personal de Desarrollo Social, busca ayudar a jóvenes en situación de adicción. “Ha mejorado un montón la zona. Pero también faltaría que venga más gente para contener los chicos de las adicciones”, analiza. El Cepla inaugurado hace semanas es considerado una conquista por los vecinos, pero reclaman que no se les presten las instalaciones para el funcionamiento del comedor.

Marta Gómez recibe a LA GACETA en su casa. Cierra la puerta para que no se escapen los chanchos que rodean la vivienda y se sienta a hablar de sus hijos. Crió a siete varones y a tres mujeres en ese lugar y dice que no fue fácil. Pero se hincha de orgullo al contar que, hoy, todos trabajan o estudian. Se queja de la violencia que sacude al barrio, de los disparos que a veces derivan en municiones cayendo sobre su casa y la de sus vecinos.

Sin embargo, su reclamo es particular: también subraya cosas positivas y enfatiza que los problemas de un barrio no justifican que se discrimine a quienes viven ahí. “Son muchachos que los conozco desde que la madre los ha tenido, son chicos buenos, no son malos”, dice en referencia a los jóvenes que protagonizan los enfrentamientos. “Y no se basa en que todos los chicos sean drogadictos, no lo son”, agrega.

“Pero no pueden tratarlos de marginados. Decir eso no les da la posibilidad de conseguir trabajo. Por más que seamos de la Costanera merecemos respeto”, exige.

Hay problemas, pero buscan las soluciones. Y hay muchos que, como Juan Carlos, están orgullosos de ser de la Costanera. “Soy nacido y criado acá. Estoy feliz del barrio que se está haciendo un poco mejor. Dios quiera que siga viviendo un par de años más para que vea el barrio que quede bien”, dice.

La integración urbana de la ribera del salí

La intervención del Promeba “Riberas del Salí” (las denominaciones de las zonas son del programa) abarca un territorio que incluye Capital, Alderetes y Banda del Río Salí. En capital finalizaron tres de cuatro etapas de la obra.

La llegada de los servicios

Cecinos de la costanera se emocionan al comparar cómo progresó el barrio.

En una época no había calles, no había luz, carecían de agua potable y ni siquiera contaban con atención médica en la zona. Hoy, la mayor parte de la zona conocida como la Costanera tiene cloacas, gas, agua, luz, calles y recolección de residuos. El sector que todavía no fue beneficiado con las obras necesarias para acceder a esas prestaciones las tendrá en el plazo de un año. Además, en la zona hay jardín de infantes, escuela primaria y secundaria; sus docentes suelen viajar en la línea 4, que ingresa al barrio. También hay una iglesia, un grupo que juega al hockey y dos academias folclóricas a las que asisten los jóvenes del barrio.

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