Los que estrenaron la tierra

El próximo miércoles se celebra el “día el inmigrante”. En Los gauchos judíos (1910), Alberto Gerchunoff (1883-1950) retrató la vida de los judíos rusos en Rajil, una de las colonias que fundara el Barón Hirsch en Entre Ríos. En 1918, Willa Cather (1873-1947), estadounidense, publicó Mi Antonia, sobre la inmigración europea a Nebraska. Migrar, ancestral vivencia humana. Tierras apenas pobladas, inocentes de conquista violenta. Países jóvenes que veían en el agro el germen de su economía. El inmigrante es un patriota, no de la espada ni del discurso, sino de la herramienta.

01 Septiembre 2019

Por Eugenia Flores de Molinillo

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Con sus familias, Alberto Gerchunoff, de tres años, venía de la Rusia zarista; y Willa Cather, niña aún, de Virginia. No se conocieron ni se leyeron, pero plasmaron esa gesta con orgullosa lucidez, sumando regiones vírgenes de escritura a la geografía literaria de sus países.

Tras un quebrarse de raíces quizás penoso, los judíos en Entre Ríos y los rusos, bohemios y suecos en Nebraska labran tierra americana. Los viejos mueren y Jim Burden, narrador de Mi Antonia, ve sus almas volar al terruño y sus cuerpos yacer en la tierra nueva. Dice el Rabí: “Que vuestros cuerpos, como el mío, reposen en la tierra que labran vuestras manos y seréis bendecidos”. Décadas después, Aureliano Buendía diría: “Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo tierra”.

Tierra generosa

Ambos autores ven en la tierra una metáfora. Los ciclos agrarios son los de la biología humana: nacer, crecer, reproducirse y morir, así como nacemos y crecemos en una cultura, la transmitimos y partimos dejando huella. La familia es refugio. Los niños se adaptan y rubrican la gesta de sus padres. El padre de Antonia muere añorando su Bohemia, pero ella ya habla inglés. El pequeño Gerchunoff aprende destrezas gauchas del boyero Calamaro y estudia el Talmud con el Rabí. Jóvenes hebreas se enamoran de criollos.

Inviernos de Nebraska, langostas de Ragil. Y violencia: en Mi Antonia, la trilladora mata a un vagabundo. El padre de Antonia se suicida. En Los gauchos judíos, un peón asesina al padre del autor. Pero el mal no prevalece en la tierra generosa. Moisés contempla la trilladora: “La rueda mayor giró y el grano empezó a derramarse como lluvia dorada bajo la bíblica bendición del cielo inundado de luz. Interpuso lentamente la mano en la clara cascada de trigo…” y dice: “¿Véis, hijos míos? Este trigo es nuestro.” Jim Burden va a Nebraska después de años: “Los cambios me parecían bellos y armoniosos; era como ver crecer a un gran hombre o a una gran idea”.

Gerchunoff ve en “sus” gauchos un jalón esperanzado del peregrinar de la judería. Argentina crece en quienes la adoptan. Cather muestra a Jim valorando el aporte inmigratorio a su país. “Trazar los surcos iniciales constituye una tarea solemne”, escribe Gerchunoff, y le hubieran gustado estas líneas de Cather: “No había nada, salvo tierra: no era un país, sino el material con el que se hacen los países”.

¿No es la Historia un relato infinito sobre la búsqueda de la libertad? El recuerdo de los pogroms en Rusia ahonda el timbre del Himno que el comisario criollo recita el 25 de Mayo: “No lo comprendían los israelitas; pero al llegar a la palabra libertad, el recuerdo de la antigua esclavitud y de las persecuciones, revolvió sus corazones.” Los girasoles bordeando rutas en Nebraska recuerdan a Jim los mormones arrojando semillas en su viaje al oeste: “… los caminos bordeados de girasoles me han parecido siempre los caminos de la libertad”. La libertad permite optar: “Aquí el Zar es un presidente y no precisa soldados para defenderse”, dice un colono de Ragil. Peter, pionero ruso en Nebraska, comenta que allá sólo los ricos tienen vacas, pero aquí “cualquiera la tiene con tal de que pueda cuidarla”.

Poesía de la tierra

Mircea Eliade habla de “la fecundidad de la gleba y la de la mujer” como “fundamental en las sociedades agrícolas”, y dice: “griegos y romanos asimilaron gleba y matriz, acto generador y trabajo agrícola”. Y los mitos: Gea y Uranos, pareja primordial; la Pachamama andina; para los Navajos, “tierra” significa “mujer acostada”. Clave semántica de ambas obras: tierra y mujer, dadoras de vida, tejen lazos cósmicos con la Creación. Roberto J. Payró escribe a Gerchunoff reprochándole “la superficialidad de los hombres y las mujeres”, y agrega: “Me hubiera gustado ver el interior de las gauchitas-judías, así como les he visto el admirable y tostado seno…”. Payró no captó el sentido de los “senos redondos y duros que los veranos han dorado como frutas”, en armonía con la “hermosura fresca y rústica, con aspecto de salvaje arrogancia”, que “revivía a las hembras gloriosas de la Biblia”. Dispensadoras de alimento: Raquel ordeña, Myriam lleva el desayuno a los peones, Jeved reparte agua a los mozos del pueblo.

Cather describe a Antonia a través de Jim: “Tenía que pararse en el jardín, poner la mano en un manzano y mirar los frutos, para hacerle sentir a uno lo bueno de plantar y cuidar y por fin, cosechar”. Y, “Era un rico filón de vida, como las fundadoras de las razas primitivas”. Su amiga Lena busca independencia en la ciudad. Cather defiende tal opción, pero no da a Lena amor, ni hijos, como no se los da al narrador, Jim Burden, quien irá a Harvard.

Pureza

Trabajar la tierra, castigo bíblico del pecado, tiene poesía: paisaje, ritmos estacionales, ausencia de frivolidades. Lo rural es lo puro y bueno, mientras lo urbano evoca lo confuso y artificial. El abuelo reza “por los necesitados de las grandes ciudades, donde la vida es más dura”. Allá la división de clases se ahonda y se juzga a la gente con valores prefabricados, no por su calidad humana. El invierno se alarga “hasta que está rancio y desprolijo, viejo y amargado”. Antonia cree que sería infeliz en la ciudad. Jim mira las casas: “¡Cuantos celos, envidia y desdichas algunas encerrarán!” En Rajil, el Dr. Yarcho responde a quien le dice que en Buenos Aires sería “famoso”: “Más famoso que aquí, no es fácil. Todos me saludan, todos me ayudan a arreglar los tiros del sulky”. Y pondera la gloria de leer en el jardín mientras canta la calandria.

¡Qué bendición cultivar la tierra propia! Un colono lamenta: “Fue en España donde los judíos dejaron de cultivar la tierra y cuidar sus ganados.” Cita el Talmud: “La vida rural es la única saludable y limpia a los ojos de Dios”. Jim vuelve tras años de ciudad, pues “La excitación mental me impulsaba de vuelta a mi propia tierra desnuda…”. Hay redención emocional en el regreso a la naturaleza.

El inmigrante es un patriota, no de la espada ni del discurso, sino de la herramienta. A Jim le gusta la idea de patria en Virgilio, no desde lo político, sino para “traer a la musa”: definir valores, crear. La migración es un acto de fe. Los colonos de Ragil ven “una tierra donde todos trabajan y donde el cristiano no nos odiará, porque allí el cielo es distinto y en su alma habitan la piedad y la justicia”.

El otro

El prejuicio destruye: algo se rompe al denostar al “otro”. El gaucho, como el campesino ruso, acusa a los judíos de todo: “¿Se pierde un caballo? El judío es el ladrón.” La gente de Nebraska no ataca a una etnia puntual, sino al extranjero, de quien “es fácil contagiarse enfermedades”, o es “gente ignorante que no sabe hablar inglés”.

Democracia: no perfecta, pero perfectible gracias al trabajo: esfuerzo, no dádiva. ¿Aristocracia? La del empeño: Lena cose, Tiny va a Alaska, Antonia cría sus niños. Los colonos de Rajil cultivan. Hay solidaridad: los Burden llevan comida a los Shimerda, aislados por la nieve. Los colonos se ayudan. La virtud brilla en la lluvia mansa, los surcos prolijos. Y en Nebraska, el arado resalta contra el sol poniente.

El lenguaje ama a la naturaleza: los ojos de Antonia son “grandes y llenos de luz, como el sol cuando brilla en las aguas oscuras de los bosques”. Y en Los gauchos judíos: “sus pupilas, negras como tierra arada después de la lluvia”, sin olvidar los senos frutales que mencionara Payró. El parentesco espiritual de Alberto Gerchunoff y Willa Cather es un homenaje a quienes no vinieron a “hacer la América”, sino a “hacer a América”.

© LA GACETA

Eugenia Flores de Molinillo - Escritora, ex profesora de Literatura de los EEUU en la UNT.

> PERFIL

Pablo Gerchunoff nació en Proskuroff (Rusia) en 1883 y murió en Buenos Aires, en 1950. Es el autor de una obra que enlaza la cultura criolla y la judía. De familia de emigrantes judíos que se establecieron en Villaguay (Entre Ríos), desde muy joven fue periodista en el diario La Nación, luego vicedirector del Colegio del Pilar y director de El Mundo. Su obra más conocida es Los gauchos judíos.

> PERFIL

Willa Cather nació en Virginia, en 1873, y murió en Nueva York, en 1947. Cuando tenía nueve años, su padre trasladó a la familia a un rancho en Nebraska, donde conoció de primera mano la vida de los pioneros. Fue periodista en The Home Monthly de Pittsburg y docente en una escuela secundaria. Ganó el premio Pulitzer en 1922 con su novela Uno de los nuestros. Su obra maestra es Mi Antonia.

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