“It” sigue asustando y también emociona

La secuela plantea el reencuentro del temible payaso Pennywise con los únicos capaces de enfrentarlo, aunque en este caso en versión adulta. Trailer.

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It: capítulo 2

Origen: EEUU/Canadá, 2019. Direccion: Andy Muschietti. Género: terror/drama. Duración: 169’. Con: James McAvoy, Jessica Chastain, Bill Hader, Bill Skarsgård, Isaiah Mustafa, Jay Ryan, James Ransone, Jaeden Martell, Finn Wolfhard, Sophia Lillis. Guión: Gary Dauberman. Fotografía: Checco Varese. Música: Benjamin Wallfisch.

Han pasado 27 años desde los asesinatos en Derry, los miembros del Club de los Perdedores crecieron, se mudaron lejos y casi no recuerdan lo que ocurrió en aquel verano de 1989. Mike Hanlon, el único que vive aún en el pueblo, descubre que el ciclo está por comenzar nuevamente: Pennywise, el payaso cambia formas, reaparece y los miembros del Club, cumpliendo con su promesa, deben volver.

“It” estaba pensada inicialmente para ser dividida en dos. El guión original de esta secuela tenía unas 160 páginas y el primer corte de la cinta duraba unas cuatro horas. Con una precisión de cirujano, Andy Muschietti, el director argentino, se encargó de cortar fotograma a fotograma hasta alcanzar el resultado final de 2 horas y 49 minutos.

La trama se toma su tiempo. La primera hora y media sirve para traer nuevamente a los amigos a casa y contar uno a uno cómo es ese reencuentro con los miedos adultos de estos seis personajes. Así y todo, no aburre, más bien lo contrario. Vemos a Bill Denbrough convertido en un guionista de cine exitoso, que regresa para revivir el dolor del asesinato de su hermanito Georgie; Michael “Mike” Hanlon, el único que decidió quedarse y por lo tanto recuerda lo que sucedió; Beverly Marsh vive una relación violenta con su pareja, similar a la que tenía con su padre; Richie Tozier, el gracioso del grupo, se ha convertido en un comediante famoso; Eddie Kaspbrak, el hipocondríaco, vive con una esposa posesiva muy parecida a su madre; Ben Hanscom, el antes gordito, es ahora un atractivo arquitecto. Stanley Uris es el único que no asiste a la cita.

Algo resulta imprescindible: haber visto la primera parte. De lo contrario, la experiencia se hace muy cuesta arriba. El recorrido dramático y visual es un constante retorno a escenas de la primera película pero desde una mirada adulta. Volver al pasado, a la infancia, y resignificar cada momento desde escenas que no habíamos visto y ángulos de cámara diferentes.

Uno de los grandes desafíos de la película fue filmar contra el reloj biológico. Los actores niños de 2017 alcanzaron rápido la pubertad y a algunos hasta tuvieron que modificarles la voz. El pivoteo entre el pasado y el presente es constante. Por eso, los flashbacks se integran como parte de una coreografía visual que, mediante todo tipo de artilugios, logra enlaces plásticos de una exquisitez pocas veces vista en el cine de terror. Un globo que vuela por un cielo de 1989 hasta un cielo del 2016. Una mirada que gira y descubre a su yo de 13 años. Un adulto que vuelve a una farmacia hasta que su rostro se funde con el de la niñez.

La película ya no busca aterrorizar sino explorar los miedos, la locura, los traumas. Por momentos impresiona, por momentos asusta. Por la cantidad de sangre (similar a la famosa escena de “Carrie”), por los efectos visuales, los jump scare (saltos de susto) y los híbridos de insectos desagradables. Sin embargo, el alivio cómico y las relaciones entre los personajes llevan por momentos a esta secuela de “It” a estar más cerca de “Cuenta conmigo” o “Los Gunnies”.

Claro que esta vez los adultos arrastran la trama hasta lugares más oscuros. Con actuaciones excelentes, con figuras de la talla de James McAvoy, Jessica Chastain y Bill Hader, las tres horas se hacen muy disfrutables. Y para nosotros mucho más, porque la argentinidad se cuela por las ventanas. Todo tipo de perlitas están escondidas (y algunas no tanto) en la película, incluido un cameo soñado por los fans y hasta la presencia de Andy Muschietti atrás, sólo visible para la mirada de los más atentos.

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