El eterno reality del modisto de Ranchillos

El casting de “Corte & Confección” puso a Facundo del Campo en el lugar que siempre soñó.

 la gaceta / fotos de diego araoz  la gaceta / fotos de diego araoz
29 Diciembre 2019

“No quiero construir un personaje”, sentencia Facundo del Campo, mientras la certeza es que el personaje siempre estará ahí, por más que Facundo diga lo contrario. La televisión, Ranchillos, los sueños, la moda, el dolor y la resiliencia son partes de este todo de 35 años que se niega a ser etiquetado. Pero el mundo, y esto Facundo lo sabe, funciona a base de etiquetas. Las personas, como la ropa, no escapan a ninguna clasificación.

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El trajecito negro intenta entallar la figura de Andrea Politti. Micrófono en mano, la conductora presenta al nuevo participante en el casting de “Corte & Confección”. “Le damos la bienvenida a Facundo del Campo... No es que sea del campo, se llama Facundo del Campo”, dice Politti, a medio camino entre el furcio y el chiste fácil. Facundo baja los tres escalones y recorre la pasarela, al encuentro de su destino. Luce chaqueta y pantalón oscuros, remera bordó y calzado blanco. “¡Qué elegante!”, exclama el locutor desde la impunidad del off. 

En la solapa, un número 5 con forma de pin informa que Facundo llegó para pelear desde abajo en el casting. El zócalo apunta: “modisto”. Cuando se encuentra con Politti, Facundo se quiebra. Se abrazan. Las emociones no parecen impostadas, por más que se trate de un reality show. Benito Fernández, que por Tucumán viene seguido, mira con gesto aprobador. De repente, en cuestión de segundos, Facundo ha comprendido cómo funciona esto de la TV.

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No sólo dijo “no quiero construir un personaje”. Antes, en voz más baja, Facundo había deslizado: “trato de no dar lástima”. Tampoco dice “tuve cáncer”, prefiere presentarse como “ex paciente oncológico”. Durante alrededor de dos años, allá por 2010, Facundo supo de tratamientos y quimioterapias por culpa de un cáncer testicular que -afirma- superó por completo. No se lo contó a Andrea Politti en vivo pero es más que probable que el tema salga, porque los realities tienen razones que la razón no comparte, pero entiende.

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“Diseñador de indumentaria y modisto por genética”, se presenta Facundo. Si en su ADN viven moldes, telas, hilo y aguja se debe, en buena medida, a las habilidades de tía Audelina y de mamá Pola, los espejos en los que Facundo se miraba desde chiquito. Y en Zuca, que trabajaba en el teatro San Martín y, generosa, abría su stock de recortes para que jugaran Facundo y su hermana, Emilia, junto a las chicas del barrio. Facundo vestía a sus amigas, vestía a las muñecas, improvisaba desfiles y nutría esa primera experiencia textil con las formas y los colores propios del animé. Tenía 10 años. Se sentía -se siente- un artista autodidacta. “Si llegué ahí (ahí es “Corte & Confección”) es gracias a mi talento”, enfatiza.

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El lugar es Ranchillos. La casa familiar. La cuadra. La gente. Los que están y los que se fueron. El lugar es Ranchillos y Facundo no piensa en marcharse porque, a su modo, ganó. “Vengo de un contexto en el que era difícil entender ciertas cosas. Como que la profesión del artista y del diseñador no es para hombres -subraya-. Pero me quedé en Ranchillos, contra todos los prejuicios, rompiendo estereotipos. Lo hice por mí”. ¿Y ahora? “Ahora todo cambió”.

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Ahora Facundo se saca los anteojos de sol y busca un poco de comodidad en la silla. El personaje, ese que pretende disimular, lo traiciona, fluye y se corporiza. Facundo cruza los brazos por detrás de la cabeza y de tanto en tanto juega con el piercing plateado que le brilla en la oreja izquierda. Espera el llamado de eltrece, porque superó la primera etapa del casting y en cualquier momento volverá a Buenos Aires, a los brazos emocionados de Andrea Politti, pero esta vez con la decisión de sortear el último corte. “Voy a defender mi trabajo -declara-. Me siento realizado, a pleno, en el mejor momento de mi vida más allá de lo que pase”.

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Ese trabajo de orfebre, motorizado en la casa-taller de Ranchillos, tiene múltiples aristas. A saber:

- La marca FdelC, puramente de diseño, con piezas inspiradas en la bucólica pureza de la ruralidad: el interior, las tradiciones, la naturaleza, las creencias. Hace unos años presentó una colección llamada “MITO”, para la que entrevistó a zafreros y campesinos.

- La marca Del Campo Couture, orientada al pret-a-porter de noche. “Alta costura para la mujer”, sería la definición apropiada. El universo poético que sustenta esas colecciones nace del cine, del arte, de la música.

- Y el oficio de modisto (también cabe modista, es indistinto el uso). Revela Facundo que confeccionando prendas a pedido descubrió otra mirada, que el contacto con el cliente lo hace feliz. Y también, para qué negarlo, hay un beneficio económico que nadie está en condiciones de desdeñar.

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“Microemprendimientos” se llamaba la materia a la que Facundo le sacó el jugo en la Escuela Politécnica de Ranchillos. Se convirtió, sin dudarlo, en un entrepeneur posadolescente del diseño de indumentaria. De allí a la escuela de Roberto Piazza hubo un paso. ¿Alta costura? ¿En serio? “A mi familia le pareció raro, no tan bueno que me dedicara a esto. Mi mamá me apoyó, mi papá no tanto. ¿La verdad? Fue difícil”, resume Facundo. 

“Hay distintos perfiles de diseñador -agrega-. A la gente le gusta el cholulo, el famoso, el glamoroso. Yo soy más bien de perfil bajo”. Pero llegó “Corte & Confección” y, quién lo hubiera dicho, a Facundo lo observan de otro modo. No sólo en Ranchillos.

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Hay algo muy fuerte relacionado con el cuerpo en el discurso de Facundo. “Respeto mi cuerpo”, enfatiza. Ese cuerpo al que acechó el cáncer. Ese cuerpo surcado por la obesidad que ya no es tal. “De chico era todo un problema con la ropa -cuenta-. Lo que hacía era ponerle onda a la que encontraba para mí: la pintaba, la bordaba, transformaba en moderno lo básico”. 

Será por eso que durante los 30 minutos que le proporcionó el casting de “Corte & Confección” dejó lista una prenda oversize. ¿A quién vestir?, se habrá preguntado Facundo mientras las cámaras lo apuntaban y el reloj corría. “A mí”, se respondió sin saberlo. “La estética no es suficiente; la ropa tiene que servir, tiene que ser útil”, explica Facundo. Por eso remarca, orgulloso, que en el maniquí de “Corte & Confección” no colgó un modelo pegado con alfileres, sino indumentaria lista para usar. No corras más, tu cuerpo es hoy, parece decirse Facundo.

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- ¿Y en la escuela te hacían bullying por la obesidad?

- No, si me hacían bullying era por mi sexualidad.

- ¿Cuándo saliste del closet?

- Yo nunca estuve en el closet.

- ¿Tenés pareja?

- No.

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Avenida Cabildo, porteñísimo barrio de Belgrano. Facundo entra a la farmacia a comprar un desodorante. Dos chicas lo miran, lo miran, hasta que una se anima a preguntarle: ¿vos sos el del pueblito en “Corte & Confección”? Después se sacan selfies. Facundo dice que todo es muy emocionante, pero sabe que la condición básica de lo que está viviendo pasa por lo efímero. A fin de cuentas, es un joven de pueblo -de pueblito en el imaginario de la gran ciudad- al que le encanta repetir la palabra sueño. Como un mantra, un poco filosofía new age, un poco expresión de genuino deseo. “Podés hacer moda y diseño desde el lugar menos imaginado del planeta”, es su convencimiento.

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- ¿Y entonces Facundo?

- Sé de lo que soy capaz.

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