Los cascos fríos, aliados en la lucha contra el cáncer

Es un método casero que ayuda a disminuir la pérdida de cabello que se produce como consecuencia de la quimioterapia. Recomendaciones de un oncólogo.

“No haber perdido el pelo me ayudó en un 80% a mejorar el estado de ánimo mientras luchaba contra el cáncer de mama. Mis hijos no me vieron pelada y quién yo no quería que se entere que estaba enferma, no lo hizo”, precisó Gabriela Tosi, de 37 años, una de las creadoras del proyecto Quimio con Pelo en Tucumán y del grupo Cascos Rosas.

Le diagnosticaron cáncer hace dos años. Y antes de que pudiera reaccionar ya le estaban haciendo quimioterapia. “Una mamá del cole de mi hija tenía cáncer y había usado unos cascos fríos para no quedarse pelada. Mi oncólogo no tenía mucha fe en el tratamiento, pero me dejó usarlo y comprobé que funciona”, dijo. Explicó que las drogas de la quimioterapia matan las células cancerosas pero también otras buenas, como las que inciden en el crecimiento del cabello. “Los cascos fríos se forman con geles que mantienen la temperatura baja. Se los pone en el freezer y, entonces, al colocárselo, congelan los folículos pilosos del cuero cabelludo y la droga no penetra. Esto evita que el cabello se caiga totalmente”, detalló.

El casco se forma con cinco bolsas con gel y se necesitan unos 10 por cada sesión de quimio. Deben ponerse una hora antes, durante el tratamiento y una hora después. Se cambia cada 30 minutos. Tosi creó el Banco Solidario de Cascos para ayudar a otros. Esos cascos se pueden reutilizar. “No perder el cabello hace que al terminar con el tratamiento puedas seguir con tu vida sin más. El espejo no te va a recordar durante tres años que tuviste cáncer. Nunca dejás de ser vos”, agregó.

Juan José Rodríguez, oncólogo tucumano recibido en el Hospital Ángel Roffo de Buenos Aires, desconfiaba al principio. “Gabriela fue mi paciente y conocí los cascos caseros gracias a ella. Ahora está científicamente comprobado que ayudan a no perder totalmente el cabello. Si bien no es seguro que funcione en todos los casos, disminuye las probabilidades de alopecia”, explicó.

Agregó que los cascos no interfieren con la quimioterapia y que funcionan porque el frío provoca una vasoconstricción (las venas se contraen momentáneamente) y la droga no circula por el cuero cabelludo. Recomendó consultar con el médico de cabecera antes de usarlos ya que no todas las quimioterapias causan alopecia. “Hay unas máquinas que contienen un casco similar y están autorizadas por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (Anmat). Estos cascos caseros simulan y generan el mismo efecto, aunque a temperaturas más bajas. En mi experiencia funcionan en igual proporción”, indicó el oncólogo Rodríguez.

PRECESO. Para armar un casco se necesitan cinco bolsas de gel, se las une con cinta adhesiva y se congela por dos días para usarlo. PRECESO. Para armar un casco se necesitan cinco bolsas de gel, se las une con cinta adhesiva y se congela por dos días para usarlo.

Repercusiones

Luego de usar los cascos, Tosi empezó a recibir mensajes de mujeres interesadas en el tratamiento. “Comenzamos a prestarnos los cascos y luego armamos un grupo en WhatsApp”, contó. Actualmente hay una veintena de chicas, de 26 a 70 años, usando los cascos en Tucumán. Para comprar o reparar los cascos organizan colectas entre familiares y amigos.

Tosi ya terminó su tratamiento, pero mantiene esta actividad. “Me hubiese gustado estar en un grupo así cuando fui diagnosticada. Tenemos un idioma aparte y nos sacamos de apuro rápido. Somos todas mujeres, pero el grupo está abierto al que lo necesite”, agregó. “Nos damos apoyo cuando estamos bajón y nos pasamos tips para sacarnos dudas. Contar nuestras experiencias ayuda mucho. El tratamiento no es tan terrible como creemos”, aseguró.

Encontrarse a uno mismo

“Perder el pelo en la quimio es dejar de ser una misma. Es no encontrarte con la imagen que ves en el espejo”, precisó Ana Fontdevila, de 29 años, que logró conservar su pelo usando los cascos durante todo el tratamiento contra el cáncer de mama. “Cuando me dijeron que tenía que hacer quimio llegué a pensar que prefería morirme antes de afrontar el tratamiento. Los cascos cambiaron mi perspectiva. No haber perdido el pelo es mucho más que una cuestión estética. Te ayuda a afrontar la enfermedad de otra manera, ayuda a volver a tu vida cuando termina el tratamiento”, indicó.

Antonieta Cuello o “Teté” para el grupo, notó un bulto extraño en su mama el año pasado. “Me diagnosticaron cáncer, pero estaba tranquila. Mi hermana ya había tenido y la veía bien. Me enteré de los cascos porque mi esposo es compañero del papá de “Gaby” en el trabajo. Tuve muy buen ánimo gracias a esto, las chicas me apoyaron en todo el momento”, aseguró. Tiene 49 años y contó que fue difícil convivir con el entorno durante el tratamiento. “La gente te trata de otra manera cuando te ve pelada. Para el que está pasando por esto es feo y difícil, con el pelo estás resguardada. No perderlo me ayudó mucho con mis hijos: no sufrieron tanto porque la enfermedad no se hizo tan visible, y también me ayudó con mi autoestima”, agregó.

Nueva alternativa

“Mi primera pregunta al saber que tenía que hacer quimio fue si se me iba a caer el pelo. Mi oncólogo me dijo que sí, pero me contó de los cascos”, recordó Ludmila Bobovnikov, de 38 años. “Son muy fríos, la primera vez te duele un poco la cabeza. Mis quimios duraban tres horas y las hice a todas con los cascos. En la primera lavada de cabeza se cae bastante el cabello, pero nunca quedas pelada y la gente no se entera que estás haciendo quimio. Ayuda mucho en el entorno, porque físicamente tu familia no te ve enferma, te ven bien y sienten que te vas a recuperar”, contó Bobovnikov.

Virginia Serruto, de 42 años, perdió completamente el cabello tres veces luchando contra el cáncer. Su primer diagnostico llegó cuando tenía 33 años. “Una vez en el consultorio encontré a una de las chicas con el casco. Le vi el cabello y me sorprendí. No era esencial para mí no quedar pelada, pero fue algo nuevo para no enfocarme tanto en la enfermedad. El cabello sí se cae, pero no todo”, especificó. Serruto continúa actualmente en tratamiento.

“Mi cabello no es tan importante para mí, aunque me hace sentir bien. Sobre todo, el entorno cambió, antes me demoraba dos años para tener el cabello hasta los hombros. Lo que despierta el grupo en nosotras es hermoso. La enfermedad no es todo malo, hay una parte que te hace ver que querés brindarle al otro para ayudarlo. Te das cuenta que humanamente estás funcionando mejor”, reflexionó. “La quimio te genera una mezcla de sentimientos, me pregunté muchas veces ‘¿por qué yo?’. Llegué a pensar en dejar las quimios, en rendirme. Pero las chicas fueron las responsables de que continúe en la lucha. Son mi contención”, aseguró.

Tomar la decisión

Daniela Mujica, de 34 años, lucha desde el año pasado contra el cáncer. Tomó la decisión de no usar los cascos, aunque forma parte del grupo que la ayuda en el tratamiento. “En el primer tratamiento no se me cayó el pelo. Cuando la enfermedad hizo metástasis, ingresé en el grupo. Quería usar los cascos, pero mis quimios eran muy largas y con muchas drogas. Decidí no usarlos y me corté el pelo en dos etapas. Primero para hacerme una cortina y después de la primera quimio, me pelé”, recordó.

“Verme pelada fue igual de shockeante que cuando me dijeron que tenía dos tumores en el hígado. La decisión de pelarme fue tomada en conjunto con mis tres hijos, quería saber que no les iba a afectar tanto. El casco soluciona un problema, pero los problemas más grandes son los anímicos. Las drogas producen bajones típicos, enfrentar la enfermedad es un problema social y personal”, aseguró. “No tengo cejas, pestañas, ni cabello. Aprendí a convivir con la mirada ajena. A veces nos miran como muertos caminando. No somos eso, estamos luchando, este tratamiento es para sobrevivir y aprender a levantarnos. Merecemos una mirada de respeto”, concluyó.

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