El hombre que cambió el puesto de arquero

A los 93 años falleció Amadeo Carrizo, ídolo de River.

EL DUEÑO DEL ARCO. Amadeo Carrizo, leyenda en River, respetado por sus rivales. EL DUEÑO DEL ARCO. Amadeo Carrizo, leyenda en River, respetado por sus rivales.
21 Marzo 2020

BUENOS AIRES.- Hubo un antes y un después de la aparición de Amadeo Carrizo en el fútbol. Fue, en esencia, el hombre que cambió el puesto de arquero. Fallecido ayer a los 93 años, se constituyó en uno de los guardavallas más influyentes en la historia del fútbol argentino. Lógicamente, también se convirtió en ídolo de su club, River Plate. Hasta un sector del Monumental de Núñez lleva su nombre.

Su grandeza remite a una costumbre de las masas de fanáticos: para ellos pasó de ser “Tarzán”, al comienzo de su carrera, a ser simplemente Amadeo. En el país, hizo toda su carrera de arquero desde los 19 años en River, algo bastante común en su época. Ganó ocho títulos, entre 1945 y 1968. Bien vale remarcar lo de “arquero”. Es que en dos de los 25 años en que pisó los campos de juego argentinos, se desempeñó en el club de su natal Rufino (en Santa Fe), en la que jugaba como ¡centrodelantero! Ello le valió para adquirir una destreza que luego pondría de manifiesto en su perfil de guardameta.

Carrizo fue arquero de la Selección durante una década, entre 1954 y 1964. Aquí un punto gris en su curriculum: sus detractores lo marcaron por lo que se conoció como el “Desastre de Suecia”, aquella eliminación del Mundial 1958 tras la goleada a manos de Checoslovaquia (6-1). Seis años después tuvo su revancha: ganó su único título con la Selección, la Copa de las Naciones en Brasil. Fue cuando Argentina venció al local, que contaba con Pelé, Gerson, Jairzinho y Gilmar, entre otros. Incluso, le atajó un penal a Gerson.

Verlo en un campo de juego era tener los sentidos despiertos a la innovación: jugaba con los pies en tiempos en los que otros en su puesto no lo hacían. Hasta que él apareció, los guardametas eran simplemente atajadores, bajo los tres palos. Amadeo fue un arquero integral. Además de su sobriedad en el arco, impresionó con el dominio de toda el área, con su capacidad para salir y achicar el ángulo de tiro de los rivales, con su voz de mando para ordenar la defensa y con su habilidad con los pies.

¿Duelos de su época? Varios, todos muy “sabrosos” y ante goleadores: José “Pepino” Borello y el brasileño Paulo Valentim, de Boca: José Sanfilippo, de San Lorenzo; Ernesto Grillo, de Independiente; Humberto Maschio, de Racing.

“En un día de dolor para todos los riverplatenses, despedimos (...) a uno de los más grandes ídolos de nuestra historia. Sos leyenda, Amadeo”, dijo River en Twitter. Boca también despidió al arquero: “rival de tantas batallas y leyenda”.

Al final de su carrera jugó dos años en Millonarios de Colombia, en el que dejó un gran recuerdo y años atrás fue homenajeado. También fue entrenador del equipo colombiano por un breve período.

Tuvo como compañeros a grandes próceres: José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Ángel Labruna, Juan Carlos Muñoz, Félix Loustau, Walter Gómez, Enrique Omar Sívori, Néstor “Pipo” Rossi y Ermindo Onega, por citar algunos. Se convirtió en el futbolista con más partidos jugados en la historia de River; sobre 595 en su carrera, defendió 521 veces al “Millonario”. Labruna lo sigue con 514.

El Maestro sin época se convirtió en leyenda el día de su retiro. Desde ayer, ya es el Eterno. (Especial-Télam-Reuter)

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