Los médicos del hospital Padilla se alistan para la pandemia

La directora, Olga Fernández, recorre los pasillos para preparar a la comunidad médica por si los enfermos de covid-19 necesitan su asistencia.

COSTURERAS. La pequeña habitación donde cosen y terminan las mascarillas para el personal del hospital. COSTURERAS. La pequeña habitación donde cosen y terminan las mascarillas para el personal del hospital.

Lo primero que llama la atención son los pasillos. Silenciosos, casi vacíos, sin más tráfico que algunos camilleros atareados y enfermeras apuradas que van y vienen. Y después el olor. Un hospital semivacío es, de pronto, un hospital sin olor. Sin nadie que espere en las salas de espera y con los médicos de los consultorios externos ayudando dentro, la atmósfera del Hospital Padilla se ha aliviado. Y su comunidad permanece, sin embargo, tan alerta como siempre. Y aún más.

Por la calle La Rioja, a la par de la capilla, hay una pequeña puerta por la que hasta hace una semana no se ingresaba al hospital sino al Centro de Rehabilitación de Enfermos Adictos (CREA). Es una pequeña isla con dos salas, una recepción y un baño. Donde desde hoy recibirán a las personas con síntomas de covid-19.

Olga Fernández, directora del hospital, cuenta que la refacción de ese sector les llevó apenas cinco días. “El Ministerio de Desarrollo Social nos entregó el CREA el viernes -relata-. El domingo conseguimos la habilitación para que los obreros puedan circular durante la cuarentena y ahora ya está casi listo. Había poner los equipos de aire, acondicionar según el protocolo del Ministerio de Salud y pintar”.

La idea es aislar desde el comienzo a quienes aparenten portar el nuevo coronavirus. En el ex CREA, una enfermera examinará al paciente para determinar si sus síntomas son compatibles con la enfermedad pandémica y, en caso de que así sea, lo aislará para derivarlo al Centro de Salud o al Hospital del Este. O al menos así ocurrirá al comienzo.

Últimos preparativos

A principios de marzo, el Gobierno provincial instruyó a todos los directores de hospitales para que preparasen un espacio para pacientes febriles. Como la temperatura corporal es el síntoma común de la covid-19 y el dengue, la intención es reconocer y diferenciar rápidamente a quienes padezcan esas patologías. Y también evitar que los enfermos por el nuevo coronavirus contagien a los que asisten por un problema urgente. “La guardia del hospital nunca puede dejar de funcionar -aclara el subdirector ejecutivo, Pedro Sánchez-. Es una guardia que trabaja mucho, adonde llegan los accidentados y los pacientes con accidentes cerebrovasculares, por ejempo. Y no podemos exponerlos a que además contraigan coronavirus”.

Aunque el Padilla no es hospital cabecera en covid-19, su comité de emergencia ya tiene listas dos salas de terapia intesiva y otras dos de terapia intermedia por si aumentan los contagios y el Sistema Provincial de Salud llega a necesitarlas. El comité también ha pospuesto las cirugías programas, cerrado los consultorios externos y asignado nuevas tareas, como reforzar las guardias y consultorios febriles, a buena parte del personal.

Entretanto, el supervisor del Departamento de Enfermería, César Mancilla, recuerda que él trabajaba en el Centro de Salud cuando sucedió la pandemia de gripe A, en 2009. “La verdad es que no fue un drama como el que viven hoy muchos países. Por eso nosotros esperamos que aquí la covid se parezca más a la gripe A. Pero si no llegara a ser así, el hospital está listo para atender a los pacientes que lleguen, cuenta con los recursos humanos y el equipamiento”, transmite.

Barbijos caseros

Un potencial problema que preocupa mucho a la comunidad médica es la escasez de barbijos. De hecho, Sánchez aprovecha para pedirle a la sociedad que no los desperdicie: “es muy importante que la población escuche las recomendaciones oficiales, porque el barbijo no está indicado para todos todo el tiempo. El Ministerio de Salud provee insumos, provee alcohol y barbijos, pero no hay muchos”.

En consecuencia, en el Padilla han tomado precauciones y se han puesto a fabricar sus propios barbijos. En un pequeño cuartito, por turnos durante las 24 horas, Esmeralda Rojas dirige a un grupo de costureras aplicadísimas a la producción artesanal de esas mascarillas. “Pero no solo lo hacemos nosotras -ríen ante la cámara las costureras, asevera Rojas- sino que un montón de médicos y enfermeras llevan tela para cortar en sus ratos libres”.

Porque aquí la arrogancia no es medio de cambio. Todos, desde el último del escalofón hasta la directora, trabajan para los demás. Así lo relata Paola Ingratta, jefa del Departamento de Gestión de Pacientes: “en mi caso, lo tomo como la misión de mi vida. Soy médica desde que me levanto hasta que me acuesto, soy consciente de que este es mi trabajo y de que esta es la responsabilidad inherente a mi vocación”.

Sus hijos, sus padres, hasta su perro. En casa todos están preocupados por su exposición. Pero ella cree que solo queda esperar lo mejor y rezar. Aunque también prepararse para lo peor. Y, por qué no, rezar una vez más.

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