El futuro dependerá de lo que la sociedad haya aprendido

. . FOTO TÉLAM
12 Abril 2020

Por Pablo Parolo - Actor.-

Hace ya un tiempo se viene presagiando la muerte del teatro. La discusión siempre pasaba por la perdurabilidad o no del lenguaje teatral, lo que nunca imaginamos fue que lo que podía desaparecer fuera el convivio: manifestación ancestral de la cultura viviente que exige la presencia viva, real, de cuerpo presente, de artistas y espectadores compartiendo mismo tiempo y espacio.

En lo personal me preocupa la incertidumbre sobre cuándo volveremos a ensayar, actuar, dar clases y reencontrarnos con el público. Pero creo que la situación excede lo personal, que una de las cosas que debemos aprender de esta pandemia es que lo “personal” no puede separarse de lo “colectivo” y que la incertidumbre realmente preocupante es la que viven millones de personas que no tienen resuelta su situación económica y sanitaria para sobrellevar esta cuarentena.

El comportamiento de la sociedad no es monolítico, la gran mayoría de la población sostiene y respeta el aislamiento con la convicción de que es la forma de protegernos y sobrellevar entre todos esta situación. Pero hay sectores que no se comportan de esa manera, algunos por no contar con las condiciones mínimas que les permitan cumplir las normas de higiene y distanciamiento y otros porque no tienen la más mínima empatía con sus semejantes y siguen imponiendo su voluntad sobre el bien común. (Fueron a sus casas de veraneo, no cumplieron el aislamiento habiendo viajado al exterior... Los ejemplos abundan)

Sería fantástico pensar que una vez que termine la pandemia la humanidad haya aprendido que sin un Estado presente los más vulnerables se encuentran totalmente desprotegidos y que “el libre mercado” nunca hará nada por ellos; que la solidaridad con el prójimo y el respeto y cuidado del medio ambiente son más importantes que el dinero. Pero no. No creo que todos pensemos así. Habrá quienes, lejos de ceder sus privilegios pretenderán recuperar la disminución de sus ganancias avasallando una y otra vez a los más débiles.

El desafío será no dejarse engañar por el relato que construyen con la complicidad de los grandes multimedios, y tomar partido. Cada uno deberá discernir qué políticas sirven al bien común y cuáles no. Y habrá que posicionarse. De lo que la sociedad haya aprendido de esta experiencia dependerá que el futuro sea una distopía donde el coronavirus fue solo la punta de un iceberg de futuras pandemias mucho más terribles, o por el contrario, haya significado el doloroso parto de una nueva era.

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