El Ojo Crítico: “The vast of night”

Atrapante, sin aliens ni efectos especiales.

MENSAJES EN LA RADIO. Fay (Sierra McCormick) descubre que algo se está “cocinando” en el cielo. MENSAJES EN LA RADIO. Fay (Sierra McCormick) descubre que algo se está “cocinando” en el cielo.

MUY BUENA

PELICULA / POR AMAZON PRIME

Parecía que el cine de ciencia-ficción sólo funcionaba a base de efectos visuales y grandes presupuestos: una competencia por el alien más terrorífico o la tecnología espacial más sorprendente. “The vast of night”, estreno de Amazon Prime, nos demuestra todo lo contrario.

A medio camino entre una obra de teatro y un programa de radio, la película de apenas 90 minutos nos sumerge en los años 50, en un pequeño pueblo del sur de los Estados Unidos donde suceden cosas extrañas. Mientras todos están atentos a un partido de básquet, Fay (Sierra McCormick) trabaja como operadora de la central telefónica y capta un ruido anormal. Al consultar con su amigo Everett (Jake Horowitz), exitoso conductor de un programa de radio, comienzan a desentrañar el misterio de “algo en los cielos” que muchos están reportando. ¿Se trata de una invasión soviética? ¿El Gobierno lo mantuvo en secreto? ¿O será un encuentro cercano del tercer tipo?

Enmarcada como un episodio de un programa de TV llamado Paradox Theatre -serie en blanco y negro en clara referencia a “La dimensión desconocida”-, la película invita al espectador a entrar en un reino entre “lo clandestino y lo olvidado”. Pero no es la narrativa clásica de aquella época. La cámara sigue a los protagonistas mientras atraviesan el gimnasio del pueblo en un diálogo verborrágico, propio de Quentin Tarantino. El hilo es difícil de seguir, sin aparente conexión con la trama central. Como si el director quisiera decirnos: si no estás preparado para escuchar, no sigas viendo. Una apuesta arriesgada de Andrew Patterson, que no teme romper las reglas en su ópera prima.

El hechizo visual no pasa por los efectos especiales. La cámara se mueve como un espía, se mete en el televisor en blanco y negro y recorre el pueblo y sus calles oscuras o decide quedarse en el perfil de un personaje mientras escuchamos su testimonio. O simplemente cierra los ojos para que atendamos al que está del otro lado de la emisora contando su historia, y dejarnos como oyentes de radio.

La trama descansa en el subtexto, en lo no dicho. Los aliens que no aparecen ni se mencionan, las coincidencias que se acumulan, las señales que nadie está dispuesto a creer. Porque aunque parezca un homenaje a las series de los años 50, “The vast of night” también discute sobre el racismo y sobre la xenofobia en plena Guerra Fría.

No se necesitan grandes efectos para engañarnos. Orson Welles, en los años 30, lo había demostrado en su célebre broma radial: “La guerra de los mundos” les hizo creer a millones que nos invadían desde el espacio.

Las raíces de una buena historia están en la historia misma, en contarla, no en mostrarla. Un origen tan ancestral como la cultura en sí; un montón de personas alrededor del fuego escuchando a alguien develar uno de los más grandes misterios para el hombre: ¿estamos solos en el universo? Esto, más que cualquier otro efecto visual, tiene un verdadero poder hipnótico.


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