Woody Guthrie, el baladista del pueblo

26 Julio 2020

Por Matías Carnevale

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Grabado entre abril y mayo de 1940, el disco Dust Bowl Ballads (Baladas del tazón de polvo), del folclorista estadounidense Woody Guthrie, fue lanzado en julio de aquel año. El álbum representa uno de los primeros ejemplos de un disco conceptual, en donde todas las canciones se relacionan con un tema central, en este caso el tazón de polvo (dust bowl). En un territorio vasto de llanuras, que abarca desde el sur en Texas hasta la frontera con Canadá al norte, con poca agua, mucho sol y mucho viento, agricultores y ganaderos se expandieron por décadas sin la reverencia por la tierra que habían tenido las tribus nativas. Al sobrepastoreo le siguieron las tormentas de polvo y la aridez del terreno, que produjeron la migración de miles de familias hacia California.

La lista de los temas aquí analizados pertenece a la tercera edición, del año 2000, versión lanzada por Buddha Records.

Con solo una guitarra, su voz y ocasionalmente una armónica, Guthrie teje la crónica de un cataclismo ambiental con un puñado de historias. La instrumentación sencilla y el compromiso social de sus letras influyeron en la siguiente generación de cantautores, con Bob Dylan y Joan Baez, por ejemplo, como estandartes. En una serie de viajes a dedo por Estados Unidos, varios años antes del periplo de Kerouac y compañía, Guthrie experimentó las terribles condiciones en las que se encontraban los trabajadores rurales luego de la gran depresión de 1929.

Fin del mundo

Si bien el narrador de Great Dust Storm Disaster (El gran desastre de la tormenta de polvo) menciona que la radio transmitió noticias sobre el desastre, la música y la letra del disco cumplen la función de comunicar, de relatar historias relacionadas con lo sucedido. Desde Oklahoma hasta Arizona, “Pensamos que era nuestro juicio / pensamos que era nuestra perdición”. La tormenta es “grande y misteriosa”, y arrasa, de un día para el otro, con los sembradíos de trigo. Llega por la noche, y asusta a los niños que oyen al viento colarse por las ventanas y puertas. Los padres creen que es “el fin del mundo”. El polvo es tan copioso que el autor lo compara con “un océano”. Guthrie concluye la canción relatando la huida de una familia.

En Dusty Old Dust -So Long It’s Been Good to Know You- (Polvo viejo y polvoriento -hasta ahora ha sido bueno conocerte-), Guthrie vuelve al tema del fin del mundo y al abandono del hogar por fuerza mayor. Aquí, el cantor incluye a un predicador, quien invita a la salvación del protagonista pero es incapaz de leer una sola palabra de su sermón por el polvo que cubre la iglesia; mientras que en Dust Bowl Blues (Blues del tazón de polvo) un granjero relata la pérdida de su tractor bajo tres metros de polvo, y la pérdida de su salud, por “la neumonía del polvo”. Su canto cumple la función del blues: es una queja sentida, de las entrañas, que alivia (aunque sea momentáneamente) las penas.

Migrantes

Tom Joad, titulada así por el protagonista de la novela de Steinbeck, explicita la conexión con Las uvas de la ira, publicada en 1939 y adaptada al cine en 1940. Tanto la novela como el film hicieron que la lucha de los migrantes se volviera una causa nacional. A propósito del disco de Guthrie, el novelista observó que “Con una voz nasal y rasposa, y su guitarra colgando como una barreta en una llanta oxidada, no hay nada dulce en Woody, y no hay nada dulce en las canciones que canta. Pero hay algo más importante para aquellos que escuchan: la voluntad del pueblo para resistir y luchar contra la opresión.” Según el film Esta tierra es mi tierra (1976), Guthrie, junto a compañeros migrantes, tuvo que enfrentarse a matones a sueldo y rompehuelgas en más de una ocasión.

En Do re mi, “California es el Jardín del Edén”. El Do re mi es el dinero, que todo lo puede y representa un lenguaje en común en una sociedad que pone a las ganancias por encima de las personas. La recepción de los migrantes no fue amigable: los policías se ponían al servicio de los empresarios para reprimirlos, y los locales solían rechazar a las familias. Si California había representado la tierra prometida para los buscadores de oro y los estudios de cine, para los trabajadores golondrina era, al menos, una especie de purgatorio.

El protagonista de Dust Bowl Refugee (Refugiado del tazón de polvo) también ha migrado con su familia, pero pasó de un polvo invasor a la pelusa del durazno que lo está matando. Como refugiado, sus opciones laborales (y vitales) son pocas: la cosecha de fruta era una.

En I Ain’t Got no Home In This World Any More (Ya no tengo hogar en este mundo), los ricos -no se mencionan, pero uno intuye que son fondos de inversión, bancos- se apoderan de la casa y la propiedad del protagonista. Como solución, en la novela Una casa de tierra, publicada por Anagrama en 2014, Guthrie propone la construcción masiva de casas de adobe para acabar con la especulación inmobiliaria, una de las causas de la tragedia ecológica. Para el filósofo anarquista francés Proudhon “la propiedad es el robo”; para el narrador, los que viven de rentas son premiados, mientras que los trabajadores son castigados.

Neumonía

En Dust Cain’t Kill Me (El polvo no me puede matar), una trágica historia, el narrador relata la muerte de su familia y de sus cosechas. La resiliencia que ha adquirido en medio de semejante adversidad lo ha hecho indestructible: ni la tormenta, ni el polvo, ni los terratenientes podrán con él.

Por último, en Dust Pneumonia Blues el cantor vuelve sobre la neumonía que afecta a él y a su familia. La enfermedad es tan grave que no le permite cantar, pero lo intenta de todas formas. En 1970 -otro contexto, otro tiempo-, el grupo inglés Mungo Jerry hizo una versión acompañada por un frenético piano de blues.

© LA GACETA

Matías Carnevale – Periodista cultural.

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