La antigua e indispensable batalla contra el nepotismo

El nepotismo (“desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”) existe en Tucumán desde los tiempos de los primeros registros históricos: es un rasgo de la administración pública con genética indeleblemente colonial. La exhortación reciente del Colegio de Abogados de la Capital a las tres instituciones que comandan el sistema judicial provincial, la Corte Suprema de Justicia, y los ministerios públicos fiscal y de la Defensa, a concursar todos los cargos en todos los supuestos actualiza una antigua batalla por la profesionalización del Estado; la ética; la igualdad de oportunidades y el mérito.

El mal del amiguismo y del acomodo denotaba la permanencia de la idiosincrasia de la aldea, según Juan B. Terán, fundador de la Universidad Nacional de Tucumán. En un artículo publicado en el desaparecido diario El Orden en junio de 1912, el estadista celebró que el nepotismo fuese “una acusación grave”: “ello demuestra la llegada a la acción política y a la dirección social de un número cada vez mayor de personas, ideas e intereses, o, en otros términos, del progreso de la democracia”.

Tal y como lo evocó el historiador y periodista de LA GACETA, Carlos Páez de la Torre (h), en la biografía monumental que le dedicó (“Pedes in terra ad sidera visus. Vida y tarea de Juan B. Terán [1880-1938]”), Terán despreciaba las prácticas nepotistas por considerarlas producto de la ignorancia y del atraso. “Son casi imposibles en una época de ambiciones, de fermentos de ideas, de ferrocarriles y de escuelas. El nepotismo no existe sino como prueba de lo reducido del ambiente provincial”, decía.

Cuatro años después, una información publicada en LA GACETA celebraba que Emilio Terán Frías, novel intendente de la ciudad de San Miguel de Tucumán, haya decidido concursar las vacantes municipales. La edición del 18 de mayo de 1916 comentaba esta innovación positiva en materia de manejo honrado de la cosa pública: “Terán Frías ha exteriorizado un alto pensamiento administrativo. El concurso es un sistema implantado con éxito en otros ámbitos de la república y altamente moralizador”.

Aquel editorial más que centenario agregaba: “la Municipalidad se alejará así del régimen del favoritismo, tan perjudicial a los intereses colectivos como deprimente de la autoridad de las instituciones que lo emplean”. La pieza periodística llamaba al concurso “un triunfo moral y administrativo sumamente necesario en este clima propicio a la ‘empleomanía’ estatal”. Y subrayaba que el nepotismo guardaba relación con el caudillismo y el padrinazgo, y condicionaba a los empleados y funcionarios públicos a observar lealtades y conductas obsecuentes, así como los exponía a inaceptables represalias. “El ejemplo de Terán Frías debería extenderse hasta la Casa de Gobierno, donde hace no poca falta una sacudida por el estilo”, anhelaba el artículo.

Un siglo más tarde el nepotismo sigue siendo cultivado en Tucumán incluso en la Corte, el más alto tribunal provincial y el que, por la misma razón, debería ser un modelo de integridad. Pero, como lo demuestra la exhortación del Colegio de Abogados, el tiempo no ha logrado naturalizar unos nombramientos que reflejan la concepción monárquica del poder público. La denuncia de los letrados reaviva el deseo de que las autoridades se decidan a seguir las huellas del intendente Terán Frías y a cumplir la visión de progreso democrático del padre de la Universidad.

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