Hora de estar alerta y de gran responsabilidad social

El coronavirus, que hasta hacía pocas semanas parecía el monstruo de una película que transcurre en tierras lejanas, ya está entre nosotros. Camina en las calles del microcentro. Deambula por Tafí del Valle. Participa de las reuniones familiares y sociales. Toca las puertas de nuestras casas. La pandemia nos había dado un buen susto allá por mediados de marzo y una buena parte de la población respetó el aislamiento preventivo y obligatorio dispuesto por la Nación. Luego esa medida se fue relajando y todo parecía transcurrir lejos, allá en Buenos Aires. Al igual que otras provincias, Tucumán pasó a una fase de distanciamiento social y volvieron a abrir el comercio, los bares, los gimnasios. Pero el rélax duró poco y pronto comenzaron las alertas.

La luz amarilla se encendió cuando Jujuy, que llevaba más de 100 días sin ningún caso positivo y ya había retomado hasta el turismo interno, reportó contagios. Nadie entendía nada (más tarde se supo que dos policías habían cruzado la frontera hacia Bolivia para comprar coca y que de allí habrían traído el virus) y las noticias no dejaban de sorprender: de repente, Jujuy sumaba de a cientos de casos por día.

El virus seguía circulando fuera de los límites tucumanos, pero ya estaba más cerca. Y la pregunta que muchos se hacían era por qué acá no habría de pasar lo mismo, si Tucumán es una provincia más chica y con más habitantes. Sin embargo, las reuniones sociales continuaron y, pese a las advertencias de las autoridades sanitarias, hubo numerosos festejos para el Día del Amigo.

Hasta que se encendió la alerta naranja: fue hace dos semanas, cuando la ministra de Salud, Rossana Chahla, confirmó que en la capital ya existía circulación comunitaria de coronavirus. Y no dudó en sostener que esas reuniones clandestinas del 20 de julio habían sido fundamentales para que el virus se expandiera.

Hubo susto tras ese anuncio. El Comité Operativo de Emergencia decidió volver a restringir el horario del funcionamiento de los bares y se advirtió por todos los medios que habría un retroceso de fase si la comunidad no respetaba los protocolos de bioseguridad, principalmente el uso de barbijo y la distancia social. Otra vez duró poco. Una semana después, el microcentro se vio abarrotado de gente que salía entusiasmada a buscar regalos para el Día del Niño. Consciente del poco acatamiento social, la Municipalidad salió a encintar los bancos y juegos de las plazas para que las familias no fueran a celebrar ese día a los paseos públicos y permanecieran en sus casas.

La alerta roja nos sorprendió. Ahora convivimos con la covid-19, que se mueve por toda la provincia. Si antes se tomaban algunos recaudos, este es el momento de ser extremos y estar alertas. “Estamos en plena escalada de casos”, advirtió el decano de la Facultad de Medicina, Mateo Martínez. ¿Y qué podemos hacer para evitar que el virus entre a nuestras casas; para que nuestro sistema de salud no colapse como pasó en Jujuy? La respuesta es siempre la misma, y es gratis. Se llama responsabilidad social, lavarnos las manos todo el tiempo, salir solo para cuestiones de extrema necesidad, andar por la calle con barbijo.

Este último fin de semana, algo parece haber cambiado. La circulación de gente en el microcentro disminuyó y son muchos más los que usan tapabocas. Tal vez la alerta roja sí surtió efecto y vamos tomando conciencia. Los resultados se verán con el correr de los días.

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