Bibliotecas domésticas en una ciudad lectora

07 Diciembre 2020

Es una compañera ineludible en la instrucción de una persona porque contribuye a desarrollar no solo la imaginación en los niños y en los adultos, sino que también ayuda a adquirir un pensamiento crítico. La lectura, como una fuente fundamental del conocimiento, viene perdiendo terreno en las últimas décadas; afortunadamente, con alguna frecuencia, se plantean estrategias para recuperar el hábito de leer.

Hay propuestas interesantes como “Tucumán ciudad lectora. Bibliotecas domésticas barriales. Espacio de integración social y cultural”, cuya autora, la doctora en Letras, Honoria Zelaya de Nader, dio a conocer hace un par de años. En su fundamentación se afirma que atender problema de la lectura exige definir proyectos estratégicamente coherentes, así como estructurar una fundamentación conceptual a partir de la cual se logren generar líneas de trabajos y acciones específicas para poner en marcha bibliotecas domésticas de literatura infantil juvenil, en zonas carecientes de la ciudad. “Al iniciar la elaboración del proyecto estábamos seguros y lo seguimos estando, de que para lograr tal anhelo era insoslayable contar con el compromiso de los progenitores, conscientes de que sin mediadores mínimamente calificados en la disciplina, el proyecto era inalcanzable”, se indica.

A partir de una encuesta realizada por la Escuela para padres animadores de la lectura, fundada por Zelaya de Nader, en 20 manzanas de San Miguel de Tucumán, en hogares de distintas clases sociales, se llegaron a algunas conclusiones: los hábitos lectores se forman fundamentalmente en la escuela, sin tener en cuenta que el comportamiento lector en el hogar registra una importancia mayor y que la de la falta de lectura y la ausencia de libros en el seno doméstico es alarmante. Se mencionan sondeos de las universidades nacionales de Lomas de Zamora y Tres de Febrero: sobre 2.974 personas de todos los niveles sociales, un 52% no había leído un solo libro a lo largo de 2015 y el 61,9% no pudo dar ni siquiera el nombre de un escritor.

“Es necesario visualizar el tema no solo desde la perspectiva del desarrollo económico social y cultural del medio, sino también desde la participación de la familia, mediante investigaciones sobre perfiles lectores de padres y más aún desde la apertura de bibliotecas domésticas en barrios carecientes, que funcionen diariamente, dos o tres horas en casas de familias, atendidas por progenitores o voluntarios previamente capacitados por especialistas en literatura infantil juvenil”, se explica.

La iniciativa busca habituar a los niños de sectores desfavorecidos de la sociedad a utilizar las bibliotecas domésticas con finalidades recreativas, informativas y de educación permanente; establecer un primer contacto con el libro de forma lúdica; incrementar el interés y el gusto por la literatura como expresión de cultura y despertar la necesidad de elaborar sus propias creaciones.

Nos parece importante que esta iniciativa que ya ha sido desarrollada en Japón, pudiese convertirse en realidad en nuestra sociedad, donde cada vez más crece el protagonismo de lo superficial en desmedro de lo espiritual. Si niños y padres adquieren el hábito de la lectura, estaremos contribuyendo a forjar ciudadanos más sensibles, y tal vez más solidarios y comprometidos.

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