La dramática situación del Camino del Perú

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28 Diciembre 2020

Las ciudades son dinámicas. Parecen un ser vivo: en ellas, la transformación es incesante. Es natural: están habitadas y configuradas por humanos, quienes desde el alumbramiento hasta la muerte viven en procesos de cambios permanentes. En las urbes nada puede asumirse como definitivo. Porque no sabemos si en cinco o diez años, algunas variables habrán cambiado y aquella estructura que hoy nos parece adecuada (una calle, un puente, una bicisenda...) no será un obstáculo.

Las ciudades tucumanas están repletas de situaciones de este tipo. Veamos algunos ejemplos: en las últimas décadas (pero fundamentalmente entre 2003 y 2016) se desplegó una enorme infraestructura pavimentadora. Es decir, se asfaltaron o re pavimentaron cientos de calles en toda la provincia. De más está decir que esto mejoró la calidad de vida de innumerables de vecinos. Si lo miramos desde esa perspectiva, está muy bien ¿Pero cuántas de esas calles contaban con conexiones cloacales previas o con desagües para captar el agua de lluvia (por nombrar dos elementos que, por estar bajo tierra, suelen pasar inadvertidos a pesar de su importancia capital)?

Nos concentramos en un caso puntual: el Camino del Perú.Se trata de una traza híper transitada que posee la dudosa particularidad de ser avenida, ruta y camino de sirga por tramos o, en algunos sectores, al mismo tiempo. Nace en la intersección con Aconquija-Mate de Luna y se extiende hacia el norte. Corre junto al canal hasta el cruce con Belgrano-Perón. Al adentrarse en San José se enangosta dramáticamente. Allí adquiere las características de ruta (de hecho, se trata de la provincial 315). Es angosta, atraviesa áreas urbanas densamente pobladas y, en determinados momentos del año (especialmente durante la zafra del limón), se vuelve un camino relevante para el sector productivo. A la altura de la plazoleta de San Cayetano, en la zona conocida como la “Curva de los Vega” se desprende la calle conocida como el “viejo Camino del Perú”, que comunica directamente con Lomas de Tafi. Por la 315, hacia el noroeste, se accede a Villa Carmela y, finalmente, a Tafí Viejo.

Lo que antes era un camino que comunicaba la ciudad con la ruralidad hoy es una calzada que desafía todas las lógicas de la seguridad vial. Es una de las vías principales que comunican Tafí Viejo con la capital. Las otras dos son la ruta 9 y la Diagonal. La diferencia no es menor: se trata de dos autopistas. Por otro lado, el crecimiento urbano de Villa Carmela, San José (del lado de Yerba Buena) y los barrios Oeste I y II, entre otros (del lado de la capital) es brutal. A eso hay que sumarle que varias fincas que se encontraban en el tramo que comunica San José con Villa Carmela se convirtieron en barrios privados consolidados en los que viven cientos de familias (este dato es relevante, porque se proyectan nuevos desarrollos en la zona). Y, como si esto fuera poco, los vecinos de Lomas de Tafí y de los barrios Congreso, Kennedy y O’Connor, por nombrar algunos, lo utilizan para llegar a Yerba Buena. De ese modo, el tránsito se vuelve brutal, anárquico, desmedido Conviven los camiones de grandísimo porte con pequeñas motos en las que viajan familias enteras, carros tirados por caballos, autos, camionetas, bikers y un largo etcétera. Los corralones y comercios se multiplican a su vera, las banquinas son veredas improvisadas en las que juegan chicos, los gauchos pasean sus caballos a centímetros de la calzada, está repleta de baches, la señalización horizontal es un déficit y únicamente suele haber varitas intentando ordenar este caos monumental a la altura de la Sociedad Rural (son inspectores de la Municipalidad de Yerba Buena).

En 2016, los intendentes de Yerba Buena y de Tafí Viejo, Mariano Campero y Javier Noguera, respectivamente, dieron a conocer un proyecto que buscaba convertir el Camino del Perú en una autovía (parecida a la Diagonal). Desde entonces hasta ahora, lo único que ocurrió en este sector del Gran San Miguel de Tucumán fue un empeoramiento dramático de la situación. Como decíamos al principio, las ciudades se parecen a los seres vivos: cambian permanentemente: Y es necesario que esos cambios sean acompañados por infraestructura. Cuando eso no ocurre queda la sensación de que los gobernantes se olvidaron de los vecinos.

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