la gaceta / foto de FLORENCIA ZURITA la gaceta / foto de FLORENCIA ZURITA

Parecerían tiempos extraños si no fuera más de lo mismo. Sonaría raro, casi ofensivo, que a siete meses de las elecciones de medio término y navegando una pandemia que no da señales de ceder, las agendas de la clase política y de la sociedad luzcan tan divergentes. Pero así es, lo que propone una lectura de lo más inquietante, aunque para nada sorprendente: no importa lo mal que estemos, cuánto sea el padecimiento ciudadano; no importa que Tucumán se desmorone, que haga agua: de lo único que habla la dirigencia que supimos conseguir, la oficialista y la opositora, es del reparto de los espacios de poder. No hay coronavirus, vergüenza institucional o desplome edilicio capaz de sacar a la clase política de su burbuja. Lo único que interesa en ese círculo que disfruta autoidentificándose como “rojo” son las candidaturas; justamente lo que no le interesa a nadie a esta altura del viaje, cuando el iceberg hace rato que rajó la provincia por la mitad.

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Parecerían tiempos extraños en cualquier Estado con dos dedos de frente, en cualquier dirigencia con un mínimo de respeto por esos tucumanos que se ufana de representar. Pero no lo son. No es uno de esos cuentos geniales de Cortázar -como “La noche boca arriba”- en los que el extrañamiento coloca al lector en escenarios alternativos, desconcertantes e irresistibles. Ojalá fuera una delicia literaria. Pero no, es la realidad arrollando cualquier pretensión ficcional. No es una alienación desnudada por el arte, sino por la comprobación de que quienes conducen siguen marchando en la dirección equivocada y lo hacen convencidos. Aquí hay tres posibilidades: o no reciben las señales del sufrimiento colectivo (entonces son ignorantes) o las subestiman (entonces son cínicos) o las desechan (entonces son despreciables). Elijan ustedes la opción que más les cierra en estos tiempos que no son extraños, por más que estemos invitados a percibirlos así.

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Una vez que el legislador Eduardo Cobos fue ungido nuevo Defensor del Pueblo había gente en el recinto que se sacaba fotos levantando las manos, abrazándose, victoriosos. ¿En qué planeta viven? Si en ese micromundo nada es más importante que una interna entre el Gobernador y su Vice, ¿no se podría al menos disimular un poco? Ese festejo desaforado, insólito en cualquier circunstancia, es la foto de la corporación política en un Tucumán que pronto alcanzará los 80.000 casos de covid-19. Números más, números menos, representa el 5% de la población de la provincia contagiada. Es justamente un miembro de esa corporación -Cobos- quien asume la responsabilidad de defender al pueblo de corporaciones como la que él integra. Lo que nos lleva a invertir la pregunta: ¿en qué planeta vivimos?

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“Por ende, si el más torpe es el más satisfecho de sí y el rodeado de mayor admiración, ¿quién preferirá la verdadera sabiduría, que cuesta tanto trabajo adquirir, que vuelve luego más vergonzoso y más tímido, y que, en suma, complace a mucha menos gente?” (“Elogio de la locura”, ensayo que Erasmo de Rotterdam escribió a principios del siglo XVI, extrañamente inspirado en el Tucumán del siglo XXI)

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¿Exageración? Repasemos el día a día. El ejercico por estos tiempos es pescar en ríos revueltos. A los concejos deliberantes, de pronto, se les asigna un valor que rara vez alcanzan en las góndolas informativas. Sucede que allí se pescan dirigentes, quienes alegramente van de una pecera a la otra con la calculadora en la mano. Entonces, el Concejo que ayer era manzurista hoy es jaldista. O viceversa. A los intendentes les pende sobre el corazón la espada que Damocles jamás pensó emplear en Tucumán, porque estaba para otra cosa. Pues bien, si no se definen, si no pronuncian las palabras mágicas (“Manzur” o “Jaldo”) el filo los atravesará como el iceberg perforó al Titanic y lo mandó al fondo del Atlántico mientras Leonardo DiCaprio -todavía no sabemos por qué- seguía sin treparse un rato a la tabla para no congelarse. ¿Qué es real, que es ficción? De eso se trata el extrañamiento, tan llamado a engañarnos.

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Alfaro, Campero y Sánchez son oposición y oficialismo a la vez. O sea que están obligados al doble juego de atacar por un lado y defenderse por el otro. Es la naturaleza del deporte pero de lo más incómoda en política. Veamos el caso de Alfaro: mientras azota la gestión de Manzur debe explicar por qué se viene abajo el Mercado del Norte. No tiene las manos libres, como Bussi, Cano o Elías de Pérez para repartir mandobles, porque el oficialismo que supieron encarnar prescribe a toda velocidad en el imaginario argentino y mucho más en el tucumano. De uno u otro modo, ninguno de ellos se distrae de las mesas de arena de las candidaturas. Con lo que no hay mucho que indagar: Manzur, Jaldo, Alfaro, Campero, Sánchez, Cano, Elías de Pérez y Bussi están atados por la misma agenda y detrás de ellos, como los indiecitos de Agatha Christie, marcha el resto de la dirigencia (originalmente el título de la novela no hablaba de indiecitos, sino negritos, pero esa es otra historia).

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La frutillita de este postre es la foto que la mesa directiva del Pro tucumano se sacó en Buenos Aires con Mauricio Macri y Patricia Bullrich. El mensaje más llamativo de esta imagen es que hay 15 personas apiñadas y sólo una lleva barbijo (Mariano Malmierca, uno de los vicepresidentes del Partido).

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Cómo será de unánime la dedicación por el armado político, en todos los niveles, que en la UNT el hit del momento es quién sucederá a José García en el Rectorado. Que falte más de un año para la elección es apenas un detalle. Hace larguísimo tiempo que la casa de Juan B. Terán se dejó ganar por esa fascinación que representan los tejemanejes tras bambalinas. En esa salsa todos quieren mojar el pan, no hay decano que no aspire a su bocado, así que es el tema por obligación. ¿Clases virtuales o presenciales? ¿Calendarios académicos? ¿Proyectos de investigación? ¿Necesidades de los docentes y de los alumnos? Nada es prioridad, sólo la alquimia que en 2022 determinará cómo sigue la UNT.

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Tucumán se derrumba y no es una metáfora. ¿En qué idioma es necesario explicarle al señor Gobernador que la fachada del Museo Timoteo Navarro puede colapsar en cualquier momento, venirse abajo y matar a alguien, por más andamios y cobertores instalados en la vereda? Está en 9 de Julio primera cuadra, a metros de la Casa de Gobierno. Esa es una solución urgentísima, ni siquiera preventiva, porque debió haberse abordado hace rato. Y no es que el Gobernador no la conozca, es imposible que no sepa que el Museo de Bellas Artes constituye una amenaza. La única explicación posible se encuentra al principio. En las agendas divergentes que se entierran en la noche de los tiempos y en la oscuridad de los sótanos. Como el del Mercado, inundado desde hace décadas sin que a nadie se le ocurriera hacer algo.

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Queremos pensar que son tiempos extraños, novedosos, distintos, que todo obedece a una lógica entre perversa e insólita que se esfumará apenas consigamos enfocarnos. Pero no. Son los tiempos de siempre, con distinta escenografía y retoques en el guión, pero con la misma música y una coreografía inspirada en alguna danza macabra.

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