Generación de pobreza: Argentina, un caso de éxito

¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra”

Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina - Juan B. Alberdi

Ni la pandemia. Ni un eventual nuevo confinamiento. Ni la seguridad.

Mucho menos la pelea del prime time entre el lanzamiento de un libro o 12 minutos de cadena nacional. La principal preocupación de la sociedad en su conjunto es el aumento de los precios. La razón de fondo es la misma: la pérdida del salario real.

La inflación perjudica principalmente a los sectores más desfavorecidos, quienes cuentan con menor ingreso y menor educación y por ende, menos herramientas de cobertura frente a este fenómeno.

El salario real, es decir salario en pesos ajustado por inflación, mide la capacidad de compra de los trabajadores. Refleja las cantidades que pueden adquirir con sus ingresos. Puede tratarse de una canasta de bienes (si se mide usando el IPC) o bien kilos de asado. Con independencia de lo que se elija, la pérdida del poder de compra de los asalariados en los últimos tres años, es alarmante.

La evolución del salario real suele ser un excelente predictor de los resultados electorales. Y es por ello que en el oficialismo la lucha contra la inflación es una prioridad. Los números anticipan un fuerte fracaso, debilitando aun más a una coalición gobernante ya fraccionada. Preocupante.

Alta en el cielo

Esta semana se conoció que en febrero pasado la inflación mayorista trepó al 6,1%. Acumula 9 meses de crecimiento continuo por encima de los precios minoristas, en una especie de desacople entre ambos.

Pero si de desacoples se trata, la evolución del dólar es la más llamativa. Si el ancla es el dólar, y el dólar está pisado, ¿por qué suben los precios? Con un crecimiento en el último mes de tan solo 2,8%, la divisa extranjera no sería la responsable de este fenómeno de aceleración inflacionaria.

Pareciera ser que el desabastecimiento y las expectativas de aumento del dólar en un futuro, producto del atraso cambiario, son factores más importantes para la formación de precios.

La teoría económica anticipa que controles de precios generan desabastecimiento y mercados paralelos. Punto. No se trata de ser ortodoxo o heterodoxo. De izquierda o de derecha. Se trata de leyes de una ciencia social llamada Economía.

Esta semana se conoció que el Gobierno implementaría el Sipre, Sistema Informativo para la Implementación de ya no importa qué. Obliga a las empresas a suministrar información vinculada a precios y niveles de producción. Pareciera ser que la Ley de la Lealtad Comercial, la Ley de Defensa de la Competencia y la Ley de Defensa del Consumidor son insuficientes. Los precios máximos o cuidados, también.

Con un sector privado que acumula casi tres años de recesión, más controles implican mayores costos de una ya excesiva burocracia administrativa en pos de cumplir con las normativas del Estado. Ello actúa en contra de los incentivos, esa palabra que tanto nos gusta a los economistas.

El padre de la economía moderna, el filósofo Adam Smith escribió que no era por benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino del propio interés. El egoísmo inherente al hombre como motor de la economía. Y agregaría, el Estado como promotor de esa riqueza que luego debería derramarse en toda la sociedad.

Si sale bien es mérito mío. Si sale mal, la culpa es tuya

“Bajar la inflación es una tarea colectiva” señaló el ministro Guzmán en una entrevista otorgada esta semana. Defendió fehacientemente que Argentina terminará este año con un 29% de inflación. La tendencia pareciera indicar lo contrario. Resuena fuerte la intención anunciada de modificar la canasta de bienes usada para medir la evolución de los precios. El anuncio trajo a la memoria el año 2007 en que se intervino el Indec y el IPC pasó a ser una construcción artística.

Pero si de responsabilidades se trata, obviemos mencionar el impacto en los precios del crecimiento de la oferta de dinero, sin respaldo de crecimiento económico. Monetización del déficit, como nos gusta llamarlo.

La inflación, ese fenómeno que el mundo pareciera haber olvidado, no deja de castigar a los argentinos una y otra vez, y cada vez con mayor fuerza.

El aumento de los precios van de la mano con la generación de pobreza. Y Argentina en eso también lidera las estadísticas. Según el periodista Carlos Pagni, una de cada cuatro villas miseria en Argentina surgió luego de 2010. Y una de cada dos, después de 2000.

Destrucción de Riqueza = Creación de Pobreza

“El valor destruido en Argentina durante los últimos 25 años es escalofriante. En 1994 el valor de todas las empresas en el Merval representaba el 40% de sus comparables brasileñas en Bovespa. En 2021, el valor del Merval es de sólo el 2% del Bovespa”, señala Alec Oxenford, fundador de OLX.

El valor de las acciones del Merval, es la sumatoria de un flujo de rentabilidad esperada (dividendos) a futuro. Sin instituciones que garanticen la propiedad privada, ni estabilidad macroeconómica ni acceso al capital, difícilmente una empresa pueda crecer. Sin crecimiento de la economía difícilmente el Estado pueda distribuir.

En su afán por aferrarse al poder nuestros gobernantes parecieran desconocer estos principios, estorbando permanentemente en la generación de riqueza y generando cada vez más pobreza. Ya lo dijo anteriormente quien fuera uno de los tucumanos más ilustres, J. B. Alberdi: “El Gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción pero no es obra suya la creación de riqueza. La riqueza es hija del trabajo, del capital y de la tierra. La riqueza es obra del hombre”.

Y si la riqueza es obra del hombre, agregaría, la pobreza es responsabilidad del Estado.

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