"Volver con las restricciones causaría una segunda ola de cierre de locales comerciales"

La Cámara de Comerciantes advierte que un retroceso de fase acarrearía "un efecto devastador" en la economía.

EFECTO CATASTRÓFICO. Muchos negocios cerraron de manera definitiva desde el inicio de la pandemia. EFECTO CATASTRÓFICO. Muchos negocios cerraron de manera definitiva desde el inicio de la pandemia. FOTO LA GACETA/DIEGO ARÁOZ (ARCHIVO)

Las nuevas restricciones para disminuir la circulación de personas ante el incremento de contagios de Covid-19 pueden ser un duro golpe para la actividad privada, que viene de un año difícil, en el que se acumularon deudas por efectos del aislamiento social, preventivo y obligatorio del pandémico 2020. Muchos negocios no pudieron sobreponerse a esa baja estrepitosa de las ventas y los efectos aún continúan. Sólo en el microcentro, seis comercios tuvieron que cerrar sus puertas en los últimos 15 días, porque a sus propietarios no les dan los números para sostener la actividad. A tal punto es la crisis, que varios de ellos siguen ofreciendo el mobiliario por WhatsApp a otros que sí lograron reconvertirse y mantenerse a flote.

"El comerciante vive de la caja diaria", define Gabriela Coronel, presidenta de la Cámara de Comerciantes de San Miguel de Tucumán. La realidad les impuso esta modalidad: los empresarios vienen acumulando deudas por alquileres, servicios e impuestos sin fuentes de financiamiento para subsistir. "Volver con las restricciones sería un verdadero retroceso que causaría una segunda ola de cierre de locales comerciales", indica la pequeña empresaria. Coronel sostiene que la pandemia no es solamente la causante de lo que denomina un "efecto devastador" para la actividad privada, sino también la prolongada recesión económica. La empresaria hace números y, a grosso modo, señala que un local de 70 metros cuadrados ubicado en el centro necesita al menos $ 800.000 mensuales para poder subsistir. ¿Cómo es la cuenta? Por el alquiler, ese emprendedor puede llegar a pagar un promedio de $ 80.000 mensuales. A esto hay que sumarle cerca de $ 95.000 por cada empleado (incluyendo las cargas patronales) y los servicios (sólo en la electricidad puede llegar a gastarse unos $ 25.000). Otro dato no menor, pero que grafica la elevada presión fiscal: los impuestos y tasas municipales pueden llegar a significar un 60% de las ventas. Si esos costos fijos totalizan unos $ 200.000, el valor de la mercadería de reposición podría ser tres veces esa cifra, estima la titular de la cámara que representa a unos 1.500 pequeños empresarios. Pero también surgen contratiempos. En los meses de mayor contagio se ha dado el caso de una alta rotación de personal, porque hubo empleados que, por su situación particular o por haber sido contrato estrecho con un contagiado, tuvo que aislarse para cumplir la cuarentena. "Hoy los comerciantes prefieren asumir el costo de contratar en el sector privado para efectuarse un análisis PCR (unos $ 6.000 por persona) con el fin de establecer, en tiempo real, si podrá contar con ese trabajador o si tiene que tomar a otro temporal.

La crisis del principio de la pandemia obligó a que muchos comerciantes traten de llegar a un nuevo acuerdo con los propietarios de locales. En algunos casos, se pactó el pago de un 50% atendiendo a la excepcionalidad del momento. En otros se prorrateó la deuda en determinados meses, mientras se pagaban las nuevas obligaciones.

Lo mismo sucedió con los servicios públicos privatizados, como el agua, el gas o la electricidad y hasta con los impuestos. Los pequeños empresarios apelaron a los planes de facilidades de pagos, porque no habían otros instrumentos de asistencia financiera de emergencia, más que los lanzados el año pasado con el programa de ayuda para la promoción del Trabajo y de la Producción (ATP) y hoy, en algunos casos, con el Repro (Programa de Recuperación Productiva), apunta Rubén Roldán, propietario de un restaurante del microcentro. "Si hay nuevas restricciones, el panorama puede ser tremendo. En los hechos, estamos tratando de subsistir con los sistemas de pago a largo plazo que nos ofrecen. Si se dan mas reducciones de actividad, los ingresos se resentirán más y no habrá capacidad de pago", advierte. El empresario teme que en Tucumán se disminuya del 50% al 30% la concurrencia de clientes en un comercio del rubro gastronómico. En su caso, para cubrir los costos fijos, necesita vender entre $ 25.000 y $ 30.000 diarios "jugando casi al límite y sin pensar siquiera en una rentabilidad mínima; sólo en sobrevivir".

Roldán sostiene que es necesario que el Estado tenga mayor presencia con sus acciones, porque en varias actividades subsisten otras denominadas fantasmas, que tan solo ofrecen a través de un número de celular, pero sin saber las condiciones de salubridad de la comida que elaboran. "Es una competencia desleal, porque a nosotros nos piden que estemos al día con los impuestos, mientras suben la presión fiscal, y hay otros que ganan desde la oscuridad", reclama. El empresario también señala que los negocios cumplen a rajatabla con los protocolos sanitarios, por lo que no se puede decir que sean grandes focos de contagio, al estar delimitadas las burbujas.

Ernesto Gettar, presidente de la Unión de Hoteles, Bares y Restaurantes de Tucumán (UHT), prefiere esperar que el Estado brinde más detalles acerca de cómo serán las restricciones que se vienen, pero plantea que es necesario tomar en cuenta la idiosincrasia nacional: muy pocas familias terminan de cenar antes de las 22. "Puede contribuir a disminuir los costos de energía, pero no es la costumbre argentina salir a compartir una cena familiar antes de esa hora", indica. A su criterio, los empresarios están obligados a jugar el juego de la sábana corta: "pagar salarios y adeudas impuestos; cumplir con el fisco y no poder pagar el alquiler; postergar algunos servicios para cubrir otros costos fijos". La ecuación comercial no cierra. Si bien los costos totales de las actividades son diferentes, hay un criterio que señala que, dentro del rubro gastronómico, el impacto de las ventas debe ser de un 33% para la materia prima y hoy se habla de entre un 45% y  un 50% del total. La mano de obra, a su vez, significaba históricamente un 20% a 25% y, actualmente, está por encima del 40%. "El punto de equilibrio no existe y se torna difícil recuperarse después de las pérdidas de un año sin producir. Lo único que se hace es tratar de abonar el endeudamiento que se generó en 2020", indica el dirigente empresarial. En la hotelería, el cuadro es más complicado. "Para que haya un punto de equilibrio sobre los costos, un establecimiento necesita tener un 45% de ocupación. Hoy, en el mejor de los casos, como este fin de semana largo que pasó, no ha llegado al 38%, subraya. En un día considerado normal en tiempos de Covid-19, aquella ocupación hotelera ronda entre el 20% y el 25%. Por esa razón, muchos hoteles han decidido no abrir sus puertas.

Gettar remarca que lo ideal es que tanto los representantes de la actividad privada como del sector público se sienten alrededor de una mesa de trabajo, con el fin de encontrar las soluciones para que la crisis no sea tan fuerte, tomando como experiencia lo sucedido en 2020. "Tal vez haya que rever varias cuestiones porque la pandemia no solamente ha cambiado los paradigmas del trabajo, sino de varias actividades", acota.

Más allá de estas cuestiones, hay un factor que golpea a todos por igual: la inflación que no baja del 50% anual. Eso lleva a que muchos comerciantes tengan que pactar precios con los proveedores porque, de un mes a otro, puede que esa suba sostenida de los precios se devore la poca ganancia que se lleva a un negocio cuando debe reponer mercaderías.

Comentarios