Los incendios forestales se triplicaron en el último año en nuestra provincia. Las llamas se encienden casi con rigurosa puntualidad en esta época del año. Aparecen no solo en áreas donde hay mucha vegetación, sino también en cañaverales y pastizales. Muchas veces, las quemas se producen cerca de poblados o de estaciones de energía eléctrica y dejan a miles de usuarios sin luz. Otra consecuencia importante es la grave contaminación y el daño ambiental que generan. Es evidente que la problemática exige una acción más directa por parte de las autoridades para evitar que el fuego deje cada vez más paisajes reducidos a cenizas.
Según los datos de la Dirección Provincial de Defensa Civil durante el último año se denunciaron 3.371 incendios. Eso da un promedio de 9 siniestros por día. La gran mayoría de las intervenciones que tiene la repartición son por quemas de cañaverales, una práctica que está prohibida y penalizada por ley, pero que se castiga muy poco.
Los pronósticos son poco alentadores. En las próximas semanas no se esperan lluvias, las temperaturas máximas irán subiendo y es probable que se sumen vientos “zonda”. Con los calores de agosto y de septiembre, y el antecedente de incendios intensos en 2020, los especialistas advierten que Tucumán está en alerta roja. Ya se registraron algunas quemas importantes de pastizales (por ejemplo, cerca de 300 hectáreas en el Carapunco, Tafí del Valle) y en algunas áreas piedemontanas.
Con esta perspectiva, resulta más que necesario una política estatal de manejo del fuego y de medidas de prevención. Hay provincias que hacen un monitoreo constante con datos satelitales y advierten a la población cuando hay peligro de incendio en una zona determinada. En Tucumán, según los Bomberos Voluntarios, falta mucha concientización y la mayoría de los siniestros se producen por imprudencia. Una buena parte de los tucumanos tienen arraigada la cultura de quemar basura. Por otro lado, hay conductas que generan peligro: tirar colillas de cigarrillos o hacer asados en el cerro. También hay quemas que se hacen en forma intencional.
Si bien es complicado investigar y establecer el origen de un incendio, no sería desacertado indagar más a fondo sobre estos episodios que se presentan cada vez con mayor asiduidad. Asimismo, debería haber controles más rigurosos en aquellos sitios que son muy visitados por los tucumanos.
Cada vez que se inicia un incendio forestal, se pone en juego la biodiversidad y el patrimonio ambiental de la provincia. Recordemos lo que ocurrió en octubre del año pasado en el cerro San Javier, que ardió durante varios días y que puso en vilo a toda la provincia. Hasta el sector privado debió intervenir con aviones hidrantes para sofocar el fuego.
La Fundación ProYungas sugirió que en estos días, cuando cualquier quema pequeña puede convertirse en un incendio inmanejable, es importante tomar medidas proactivas rápidamente para evitar siniestros forestales.
Las autoridades y organismos de lucha contra incendios deben entrar en estado de alerta para la detección y extinción temprana de focos de fuego antes que se expandan e intensifiquen. Y la provincia debe darles prioridad a las políticas sobre manejo del fuego. De otra forma, seguiremos contando hectáreas quemadas y lamentando los daños al medio ambiente y a nuestra salud.