“Tenemos una pandemia para los que no se han vacunado”. La frase pertenece a Joe Biden y demuestra la gravedad de la situación sanitaria que provoca la reacción de grupos de ciudadanos que deciden, por distintas razones, no vacunarse. Hoy, advierten los expertos, son el principal foco de atención de las autoridades sanitarias ya que con su actitud pueden demorar lo que el mundo entero está buscando: la famosa inmunidad de rebaño, que se consigue con más del 80% de la población vacunada.
Bien vale en este caso hacer diferencias, ya que el contexto en Argentina es distinto a lo que sucede en Estados Unidos. En una entrevista publicada el miércoles en LA GACETA el ex decano de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, Jorge Aliaga, utilizó la palabra “remolones” para definir a quienes por distintas razones aún no se vacunaron. No se trata en este caso de grupos antivacunas. De hecho engrosan las estadísticas de quienes por ejemplo se vacunan año a año contra la gripe. Son gente que aún tiene desconfianza en estas vacunas, las que salieron al mercado para frenar el avance del coronavirus. En medio de una pandemia donde los tiempos se aceleran en el afán de volver a la normalidad y tratar de evitar que el número de muertos siga creciendo, en muchos casos la información que le llegó a la ciudadanía, basada muchísimas veces en noticias falsas, hizo dudar a un gran porcentaje de la población. Haciendo una búsqueda simple por las redes sociales se encuentran los mensajes con este tipo de argumentos para instar a la población a evadir la inoculación, por lo tanto, este tipo de contenido está al alcance de cualquier persona. Hay un porcentaje de la población que se deja llevar por estos mensajes, a pesar de que carecen de datos científicos para respaldarse. Según publicó el sitio Chequeado.com, “un monitoreo de redes sociales realizado a lo largo del primer trimestre de 2021 comprobó que al menos seis grandes desinformaciones sobre el coronavirus y las vacunas anti Covid-19 identificadas por los fact-checkers del continente llegaron a los latinoamericanos tras viralizarse en los Estados Unidos”. Es, en principio, a esa gente que aún duda a la que apuntan los expertos para convencerlos y lograr avanzar con la vacunación. Y es fundamental en ese caso el protagonismo de sus círculos más cercanos, tanto familiares como sociales. “Hoy tenemos que apuntar a las personas que no se vacunaron y son mayores de 50 años, quienes tengan obesidad, alguna enfermedad grave, o quienes necesitan la segunda dosis”, afirmó el secretario Ejecutivo del Siprosa, Luis Medina Ruiz.
El otro grupo no tiene tanta adherencia en el grueso de la población. No sucede en Argentina como sí en Estados Unidos y grandes porciones de Europa donde los antivacunas conforman movimientos muy poderosos, radicalizados e incluso con representación parlamentaria. Pero, aunque no sean mayoría, en Argentina también existen. Así lo vivió por ejemplo el miércoles el presentador José María Listorti, quien fue increpado en la calle por un grupo de antivacunas por haber dicho que quienes se oponían a recibir sus dosis debían irse a vivir todos juntos en una isla. Este es un grupo inquietante ya que con sus consignas busca ganar cada vez más adeptos y realmente puede poner en jaque el sistema sanitario, como está sucediendo en algunos Estados de América del Norte.
Hay un último punto a tener en cuenta. En nuestro país, la vacunación es optativa. No es obligatoria. Sin embargo, al ser estas dosis la mejor solución que encontraron hasta ahora los científicos para detener el avance de la pandemia, ya se trata de una cuestión de salud pública, en la que todos estamos involucrados. Cuantos más vacunados haya, más rápido se volverá a la normalidad, que es lo que se desea.