Chuy, tuy, uy: las palabras que pintan la política tucumana

El peronismo volvió a ganar, pero sólo por dos puntos. En el resultado hay lógicas y traiciones. Los desafíos que enfrenta Juntos por el Cambio.

UN FESTEJO SIN EUFORIA. Jaldo y Manzur celebran la victoria. Pero en Casa de Gobierno nadie cantó aquello de que “Todos unidos triunfaremos”. UN FESTEJO SIN EUFORIA. Jaldo y Manzur celebran la victoria. Pero en Casa de Gobierno nadie cantó aquello de que “Todos unidos triunfaremos”. LA GACETA / FOTO DE JUAN PABLO SANCHEZ NOLI

Más que pérdida de votos, el oficialismo tucumano experimentó ayer una hemorragia electoral.

En la PASO de septiembre, el Frente de Todos ganó por 15 puntos de diferencia respecto de Juntos por el Cambio. Y eso fue equivalente a ganar dos veces. Primero, en el plano de los hechos. Después, en el de la proyección.

El Gobierno había logrado el 50% de los votos, en los comicios a los que acudió el 80% del padrón. Eso significaba que sus adversarios podían hacer y decir lo que quisieran, y armar o romper lo que se les antojase: daba lo mismo. Ni toda la oposición junta podía disputarle el poder provincial al PJ. Así que, sin adversarios de fuste afuera, la pelea del PJ tucumano estaba adentro: la “madre de las batallas” era la interna. Porque 2023 era un trámite. Hasta ayer...

Chuy

Nadie cantó ayer la Marcha de los Muchachos Peronistas en la Casa de Gobierno. No les pareció oportuno entonar aquello de que “Todos unidos triunfaremos”. Pero sobre todo, no les pareció real.

Justamente, en la hemorragia electoral del oficialismo tucumano hay dos componentes.

El primer factor referido a la fuga de voluntades es lógico: en la interna del PJ dirimida en las PASO confluyeron, por un lado, el pedido de apoyo al Gobierno provincial, por parte del manzurismo; y por el otro, el planteo de oposición contra el gobernador (hoy jefe de Gabinete), por parte del jaldismo.

Ahora que se alinearon los intereses de Juan Manzur (es jefe de ministros de la Nación) y de Osvaldo Jaldo (gobierna la Provincia), era lógico que una parte de los votos que llegaron en septiembre para “frenar a Manzur” se reencauzaran en noviembre buscando propuestas opositoras.

El segundo componente es político: hay manzuristas y jaldistas que inauguraron la compañía de monte “Mauro Icardi” y pasaron a la clandestinidad. Eso se venía avisando largamente en LA GACETA. Hay “escuderos” de Manzur que llegaron a predicar que el vicegobernador, tras su derrota en las PASO, no tenía “autoridad política” para asumir interinamente en el Poder Ejecutivo. Cuando el gobernador sacó licencia y se fue y dejó a Jaldo en el sillón de Lucas Córdoba, los antijaldistas se sintieron expuestos.

Del otro lado, hubo jaldistas que cuestionaron a Manzur como ni siquiera lo hicieron los opositores. Pero ahora que Jaldo gobierna, no llega la revancha para los antimanzuristas. Muchos, incluso, debieron ceder espacios a los fieles de Manzur, en el marco del acuerdo entre el gobernador y el vice.

Los “expuestos” y los “despechados” pasaron factura ayer. Y sin otorgar ninguna moratoria.

Es que cuando se pelearon, el gobernador y el vicegobernador enfrentaron al manzurismo contra el jaldismo. Pero después, cuando firmaron la tregua, la paz sólo fue entre uno y otro. Abajo quedó un tendal de intendentes, legisladores y concejales mutilados. Y esas heridas no cierran en 60 días.

Pasada la campaña electoral, los principales referentes oficialistas tienen por delante la tarea de montar un hospital de campaña. De lo contrario, el triunfo será auténticamente pírrico.

Tuy

El peronismo ha vuelto a triunfar electoralmente y eso convierte a este territorio casi en una extravagancia dentro de un mapa nacional pintado de amarillo.

Manzur (de licencia) y Jaldo (de interino) han revalidado una membresía esquiva por estas horas: son gobernantes peronistas ganadores. Eso le da aire a uno para seguir siendo el jefe de Gabinete y al otro para continuar como gobernador.

Pero si no restañan los daños que ellos mismos provocaron cuando se lanzaron al fratricidio político en marzo, será un triunfo ajustado para hoy y un albur para mañana. Sólo dos puntos porcentuales los separan de la oposición. Eso es vértigo y no mareo.

Uy

La oposición tiene por delante una tarea: aprender la lección o volver al aplazo.

Lo que este año ha enseñado es que el camino hacia resultados electorales favorables es a través de la unidad. En la PASO fueron divididos, pero todos “con los pies dentro del plato” de Juntos para el Cambio. La propuesta que sirvieron en el cuarto oscuro dos meses después le hizo caer la paletilla al oficialismo provincial.

Claramente, no sólo hay historias distintas dentro de esa coalición que reúne a radicales, peronistas, macristas, ruralistas, demócrata cristianos y seguidores de “Lilita” Carrió: también hay estilos diferentes. Germán Alfaro planteó que lo alegraba el resultado, pero que no había nada que celebrar mientras los indicadores socioeconómicos de Tucumán siguieran en niveles críticos. Roberto Sánchez, en contraste, vistió una corona de laureles como las que reciben los corredores de rally cuando ganan una carrera.

Sin embargo, entre esos dos extremos, Juntos por el Cambio se plantó ya no sólo como segunda fuerza política, sino como un frente estadísticamente factible de aspirar al poder dentro de dos años.

Y está Fuerza Republicana.

Ricardo Bussi volvió a perforar la barrera de los 100.000 votos y actualizó la disyuntiva de hierro que domina esta provincia desde la emergencia de su partido en los 80: con sus votos se puede ganarle al peronismo.

Restan 25 meses para responder a ese dilema, también.

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